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La jugada de Pedro Sánchez con la sociedad civil

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, durante la segunda votación de investidura.

Violeta Assiego

Cuando, en pleno pulso (no) negociador con Unidas Podemos, Pedro Sánchez anuncia que convoca a distintas organizaciones feministas, sociales, educativas, científicas... de la sociedad civil a una inesperada ronda de contactos cuesta creer que la cita no esté pensada en clave de jugada de ajedrez, que la finalidad de esta no sea ganar la batalla del relato para que ninguna formación política obstruya la constitución de un gobierno monocolor “a la portuguesa”.

Tres meses después, y tras una investidura fallada, se abre el telón y entra en la escena una parte de la llamada “sociedad civil”, en concreto, esa que (siendo valiosa e imprescindible) es más afín a las propuestas que ya llevaba el PSOE en su programa de las pasadas elecciones. Su presencia en este juego por el relato se debe a que el candidato ganador quiere utilizar sus demandas para fijar las líneas generales del programa de gobierno con el que se propondrá para ser investido. De esta forma, el candidato del PSOE pareciera que se quiere presentar ante el resto de las formaciones políticas no como el candidato de otro partido sino como el candidato de “la sociedad civil”. De esta forma, si le niegan el apoyo o se abstienen, podría decir que están rechazando las propuestas de la mismísima sociedad civil.

En este uso de la idea o concepto de 'sociedad civil' que hace el presidente en funciones olvida algo importante y es que esta no es un organismo autónomo con representantes designados por todas las partes y que, sin cuestionar el valor y valía de las organizaciones con las que él se está reuniendo, estas no son las únicas voces de un tejido social que es mucho mayor en diversidad, pluralidad, complejidad y composición. La 'sociedad civil' es, en palabras de Luis Bouza, “la esfera en la que los ciudadanos se organizan de manera autónoma y diferenciada tanto del mercado como del Estado”.

Es decir, es una esfera compuesta por las asociaciones, entidades, ONGs, patronal y sindicatos con las que se está reuniendo Sánchez, pero también y ante todo, por esos movimientos sociales y colectivos que demandan justicia social desde las plazas, los márgenes y las disidencias a las miradas hegemónicas. Movimientos que siempre han sido (y siguen siendo) el motor de cambio que moviliza las transformaciones democráticas y que logran pacíficamente el acceso a los derechos humanos con carácter universal. Movimientos que luchan contra las llamadas opresiones que no son otras que las políticas que arraigan en las estructuras la violencia, la corrupción, la pobreza, el racismo, el machismo y la desigualdad. Son los discursos y acciones colectivas de los movimientos sociales los que, desde la experiencia de seres quebrados y resilentes, (re)nombran los problemas, señalan sin miedo sus causas y sus responsables y encuentran las soluciones de forma auto gestionada y en clave de bien común.

Fue un movimiento social el que dio pie al 15M, no fueron ni los sindicatos ni los partidos ni las ONG. Cuando las plazas se llenaron y se llenan, cuando la gente se moviliza masivamente es porque el sentir común de injusticia cobra forma de movimiento y nos saca a las calles para que se oiga nuestra voz y nuestra protesta. No es odio lo que nos mueve, es rabia e indignación.

Los feminismos del 8M son uno de esos movimientos sociales imparables y sin dueño. Sin embargo, no es el único. El ejemplo más reciente de movilización de esa 'sociedad civil' lo hemos tenido hace pocas semanas con la defensa ciudadana de Madrid Central. Es a esa parte de la sociedad civil, la que está al quite de cada injusticia, a la que Pedro Sánchez no ha convocado a su ronda de contactos. Si quiere hablar con ella la encontrará en espacios como el que propone desalojar Martínez Almeida, el de La Ingobernable. Son esas voces no tuteladas, titulares de los derechos, las que debería escuchar si quiere formar un gobierno conectado al sentir de la sociedad civil.

En todo caso, en un tiempo en el que la derecha descentrada ataca nuestros derechos fundamentales acusando a colectivos y organizaciones de vivir de las subvenciones y de ser chiringuitos de la izquierda, me surge la duda de si la iniciativa de Pedro Sánchez es responsable y acertada. No sé hasta qué punto esta ronda de contactos está exponiendo la independencia y misión de cada una de estas organizaciones a esa caza de brujas que, cada vez que puede, intenta Vox con el consentimiento de Ciudadanos y PP.

De hecho, muchas de las propuestas que se están exponiendo en estos contactos ya están recogidas en las actas de las comisiones del Congreso, en las comparecencias de los grupos de trabajo de las leyes y en las campañas de incidencia que buena parte de las entidades hicieron durante el periodo electoral. Por eso cuesta creer que en estas rondas se esté diciendo algo nuevo, y parece que se trata más bien de una instrumentalización que el PSOE quiere hacer de una esfera (la de la sociedad civil) que, quieran o no, trasciende de las organizaciones convocadas y de las demandas que estas planteen, puesto que la amplitud y diversidad de la sociedad civil no cabe en una sala de reuniones.

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