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A ver si nos contenemos un poquito

Juan Guaidó jurando como presidente de Venezuela

Antón Losada

Que vivimos malos tiempos para la verdad y tiempos gloriosos para la perversión del lenguaje resulta una obviedad. Pero que algo sea obvio no debería llevarnos a asumirlo como normal, mucho menos a aceptarlo siempre. Hasta para manipular o pervertir el lenguaje deberíamos exigir unos mínimos de calidad y de esfuerzo antes de tragar sin más.

Con el drama que vive Venezuela, la cosa ya se ha disparado. Ahora resulta que es bueno y necesario que los militares se metan en política porque hay golpes buenos –los que dan los nuestros– y golpes malos –los que dan los otros–. Igual que Alfonso Guerra nos explicó que hay dictaduras que son un horror pero “al menos son eficaces” y hay dictaduras que son un horror y además son ineficaces.

“Entre la dictadura de Pinochet, horrible, y la de Maduro, horrible, hay una diferencia; que con uno la economía no se cayó y con el otro ha caído” (Hoy por Hoy Cadena SER, 28/01/2019). Claro que sí, compañero, ahora a saquear la riqueza de un país para ponerla en manos de la oligarquía del régimen se le llama así: eficacia. Hay que evolucionar y dejarse de viejos atavismos ideológicos ¿Qué me dicen de Stalin y Franco? Lo suyo sí que era eficacia, y para todo.

Ahora acabamos de ver que a Fernando Savater le sorprende que cinco millones de españoles hayan votado a Podemos porque “no creía que hubiera tantos tontos en España”… Pero oye, no le malinterpretéis, lo dice desde el buen rollo democrático de quien sostiene que “lucho por defender la ciudadanía… una capacidad de participación política que no se tiene de acuerdo a un territorio, un sexo o una ideología”.

“Y esto de Vox después de todo es una cosa bastante menor. Lo que hemos visto como cosa masiva, peligrosa y antidemocrática ha sido Podemos” (Fernando Savater en el diario ABC, 29/01/2019). Claro que sí, maestro, si votan bien son ciudadanos y si votan mal son tontos y un peligro; que para diferenciar lo uno de lo otro ya le tenemos a usted, al déspota ilustrado que ignora que la base del propio concepto de ciudadanía reside en el respeto a las opciones de los otros ciudadanos.

Por suerte vivimos en un país libre y todos tenemos derecho a decir las tonterías que nos dé la gana. Creo firmemente en ese derecho, lo defiendo y lo practico. Pero creo que ha llegado la hora de que todos empecemos a cortarnos un poquito en su ejercicio, amigas y amigos, que luego vienen los llantos.

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