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¿Qué determina las oportunidades de los hijos? Una respuesta compleja

La CE alerta del peligro de que los inmigrantes acaben en las peores escuelas

Xavier Martínez-Celorrio

Shavit & Blossfeld (1993) ya constataban que, a pesar del aumento y elevación educativa absoluta producida por la expansión de la escuela de masas desde los años 60, la desigualdad de oportunidades educativas (DOE) continuaba estancada en el tiempo y era bastante similar entre los países estudiados. Las únicas excepciones que encontraban eran Suecia y Holanda, donde se había reducido considerablemente la determinación de los orígenes sociales en los resultados educativos. La nueva investigación ampliada y coordinada por Breen (2004) constata de nuevo que estos dos países vuelven a disminuir la desigualdad clasista de resultados y titulaciones a lo largo de la de la década de los años 90, juntamente con Francia (Vallet, 2004).

Sin embargo, Suecia, Holanda y Francia mantienen sistemas educativos con diseños organizativos, culturas pedagógicas, volumen de gasto y esquemas de becas muy diferentes entre sí. Por ello, es más que probable que el aumento real de la igualdad de oportunidades en dichos casos tenga su origen en las políticas fiscales y redistributivas de renta, empleo y bienestar que han reducido la desigualdad de condición aminorando las barreras entre clases sociales en el acceso a los recursos y bienes, en este caso, educativos (Breen, 2004; Goldthorpe, 2000).

La relación entre la desigualdad estructural, efectos redistributivos, modelo de mercado de trabajo, grado de equidad entre escuelas y movilidad económica intergeneracional es bastante compleja y poco unidireccional. La tabla 1 presenta un esbozo de la variabilidad de interacciones entre algunos de dichos factores. No todos los países con alta desigualdad estructurada (Gini superior a 30 puntos) presentan una baja movilidad intergeneracional de renta, sino la máxima, como son los casos de Canadá y Australia.

El caso de España es el de una mediana movilidad de renta lograda desde una alta desigualdad social y desde un sistema escolar equitativo. La prevalencia que juegan los recursos clasistas de partida es más fuerte en España (Gini superior a 30) que en Alemania (Gini entre 25-30) y es mucho más acusada respecto a Suecia (Gini inferior a 25).

La equidad escolar (baja desigualdad entre escuelas) se logra tanto en países de alta como baja desigualdad estructural medida por Gini y propician una movilidad de renta entre alta y media, pero no baja. Los países con alta inequidad entre escuelas también son los más desigualitarios y rígidos al ofrecer una baja movilidad intergeneracional de ingresos (Estados Unidos, Gran Bretaña o Italia).

Pero no sería el caso de Alemania, puesto que logra una movilidad de renta de intensidad media aunque dispone de un inequitativo sistema escolar y una segregación temprana de itinerarios. Este último rasgo escolar también es compartido con Holanda, a pesar de ser socialmente más fluida e igualitaria que Alemania.

Por tanto, la tabla ofrece indicios que refrendan tanto el enfoque liberal de los incentivos (la desigualdad estimula la movilidad social) como el enfoque de los recursos (las desigualdades de partida limitan la movilidad social) combinados con diferentes impactos de la equidad o inequidad entre escuelas.

En general, desde la ciencia económica, la alta desigualdad social se asocia con una baja movilidad intergeneracional de ingresos (Solon, 2004; Corak, 2006; De Addio, 2007). En cambio, desde la perspectiva sociológica de la movilidad de clases, no se encuentra evidencia suficiente para defender que el crecimiento económico o la desigualdad social estén correlacionados con la movilidad social. De hecho, altos niveles de crecimiento económico y de desigualdad social coexisten con niveles altos y bajos de movilidad social absoluta (Breen, 2004, pág. 396).

Por lo tanto, las relaciones entre los factores considerados son complejas y no siempre lineales y es una cuestión abierta que aún se problematiza más si se cruzan por los distintos regímenes de bienestar (Beller & Hout, 2007). El modelo escandinavo, que en la tabla 1 ocupa el vértice inferior (Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega), siempre sobresale como el modelo institucional con mayor igualdad de oportunidades y fluidez social en contraste con el modelo liberal anglosajón o el continental corporatista de Francia, Alemania e Italia (Beller & Hout, 2007; Esping-Andersen, 2005).

Si se produce el despliegue de la LOMCE y pervive una década junto al resto de políticas sociales y laborales devaluadoras, es previsible que esa España de 2023 cambie de casilla y se coloque en el vértice superior derecho con alta desigualdad, baja movilidad de renta e inequidad escolar. Pasaría a formar parte de esa alianza anglo-latina con la que sueñan algunos.

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