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Acoso sexual y amenazas de muerte contra una autora de relatos eróticos

Jorge Garret

Córdoba —

“¿Por qué no escribo ya relatos eróticos? Porque pienso que hoy si no tienes un colega juez o un enchufe, tus denuncias tendrán la validez de una mierda. Y porque voy a comenzar a trabajar en el turno de noche y voy a tener que cerrar a las tantas sola”.

La cordobesa Raquel Riquelme, de 42 años, comienza con este párrafo la denuncia del caso de acoso sexual y amenazas de muerte de un personaje anónimo a través de internet que sufre desde hace nueve meses. Es la denuncia pública ante sus amigos y seguidores. La otra, ante la Policía Nacional, ya la ha formulado en dos ocasiones sin que aún se hayan producido detenciones. Ella no tiene nada que ocultar -publica las copias y los documentos-, ni siquiera que tiene miedo.

Raquel Riquelme es una artista multidisciplinar más conocida como Rakel Winchester, nombre del grupo de pop, punk y rock que editó un par de discos a lo largo de la última década. Rakel Winchester también escribe relatos eróticos en el portal Cordópolis. Fue en su sección Ábrete, corasón en la que empezó a recibir mensajes que superan la relación escritor-lector para situarse en el plano de lo censurable. “Decidí no publicarlo. Era la primera vez que echaba atrás un comentario, porque siempre lo dejo todo visible”, recuerda.

Mensajes continuados

Bajo la firma de Don Pajillero, el supuesto ciberacosador siguió comentando sus relatos “con las mismas cerdadas”. Winchester le buscó entre sus seguidores de la red social Facebook para decirle que le dejara de enviar mensajes que jamás serían publicados. “Él se ofende y me da a entender que yo escribo relatos para que me comenten cosas así, que a quién quiero engañar, me propone mantener una relación. Le explico muy correcta que le he escrito por educación para avisarle, que no tengo intención de hablar con alguien que no sé quién es, y menos en ese tono. Él se sigue dirigiendo a mí y jamás contesto nada. Durante seis meses no cuento nada a nadie por pensar que alguien pueda decirte 'si no escribieras relatos eróticos, no te pasaría', y eso me toca mucho el coño”.

La presión del internauta provocó que la escritora empezara a espaciar cada vez más sus relatos en Cordópolis. “Quien quiera que se lo crea. Yo no escribo relatos pensando en pajilleros y descubrir ese mundo me quita las ganas. Aparte, claro está, de que hablamos de un tipo de mi ciudad que sabe quién soy y yo no sé quién es. Puede ser cualquiera que va a mi trabajo, que puede estar esperándome en una esquina de madrugada, u otras mil cosas que me crean un estado de psicosis considerable”, confiesa en su escrito.

Los sucesos se agravaron en febrero, cuando Winchester obtuvo la dirección IP del acosador [la etiqueta numérica que puede identificar desde donde escribe] y le advirtió de su disposición a denunciarle ante la Policía. “La primera denuncia que pongo es de risa. De risa el resumen de mis miedos plasmados en el papel, y así se lo comunicado al policía. Las mujeres tenemos MUCHO que soportar. Ya no es que me insulte, es que volvemos a lo de siempre. Como escribo relatos eróticos soy una guarra y tengo que soportar que me digan todo tipo de cerdadas y no pretender ir de santa. Y ése es el resumen”, relata.

Rakel Winchester no es una persona ni mucho menos apocada. Aún así, admite que dejó de escribir en Cordópolis porque cada vez que escribía tenía que soportar los mensajes del acosador. En su último mensaje, fechado el 14 de mayo, el internauta se ocultó tras un seudónimo fascista y, escribiendo errata tras errata, le amenazó: “Llevo todo este tiempo planeando la venganza y solo esperamos el mejor momento para no dejar pruebas ni pistas de lo que vamos a hacer contigo. No sabemos el día, sólo sabemos que ese día llegará y lamentarás haberme ignorado así. Ni siquiera los gitanos merecen lo que te vamos a hacer. Desearás no haber nacido. Suplicarás que acabemos cuanto antes. Te haremos gritar con la bota en el cuello arriba España y Viva Franco hasta que te quedes afónica, amén”.

“He llorado mucho con esto”

Winchester admite que dejó de escribir porque cada vez que lo hacía recibía esos mensajes. “No soy de piedra y he llorado mucho con esto”, admite. “Nunca he tenido un enemigo y menos desconocido, porque vivo sola, funciono sola, saco a mis perros sola, trabajo sola y soy absolutamente libre e independiente en mi vida, y esto me hace cambiar mis costumbres”.

La denunciante asegura que ella ha podido localizar fácilmente los perfiles del ciberacosador en las redes sociales e incluso ha dado con otra supuesta víctima del mismo. Así lo ha trasladado a la Policía, que, ante la insistencia, le ha presentado fotografías de un sospechoso. “¿Cómo voy a saber quién es, si es anónimo?”, razona ella.

Fuentes de la Policía Nacional señalaron que el equipo de Nuevas Tecnologías dieron cuenta de la denuncia a la Autoridad Judicial y, desde entonces, están haciendo “todo lo posible” desde el punto de vista policial para solucionarlo. Sin embargo, recordaron que estos casos requieren su tiempo, especialmente cuando implican la identificación de sujetos que se ocultan en la red pensando que es un espacio de impunidad.

Hay casos recientes, como el de los jóvenes que escribieron en redes sociales mensajes de gozo por el asesinato de la presidenta del PP de León, Isabel Carrasco, en el que éstos fueron identificados y detenidos en menos de 48 horas, aunque como indican las mismas fuentes policiales, las prioridades que se establezcan en determinadas situaciones no son responsabilidad de la Policía.

Ante casos de ciberacoso, la Policía Nacional recomienda a los ciudadanos denunciar de forma inmediata aportando todas las pruebas de las que se dispongan, incluyendo grabaciones de voz, capturas de pantalla y textos copiados.

El Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) señala que cada vez destina más recursos al trabajo de prevención y detección de casos de violencia de género vinculados a nuevas tecnologías, y también se insta a las mujeres que se sientan agraviadas ante posibles casos de violencia de género en redes a que acudan a los centros provinciales del Instituto para buscar asesoramiento o que llamen al teléfono 900 200 999.

Rakel Winchester confía en que haya un juez que lea su caso y “decida hacer cumplir la ley”, porque aunque el perfil de acosador es “el de un cobarde que no lleva a cabo sus amenazas, también hay una gran estadística de maltratadas con denuncias a las que no hicieron caso”.

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