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La llamada de la selva a los diez años

Fotograma de 'El viaje de Unai'/ Imagen cedida por Andoni Canela

Alejandro Ávila

Andoni Canela es uno de los fotógrafos de naturaleza más reputados de nuestro país. Sus imágenes de la fauna salvaje han cubierto portadas y páginas de revistas como National Geographic o la BBC Wildlife y una docena de libros de cuidadas hojas satinadas. Acostumbrado a trabajar en soledad, con su último proyecto, En busca de lo salvaje, decidió cambiar de aires y se pasó 15 meses viajando en familia por todo el mundo para retratar siete de los animales más amenazados del planeta.

100.000 kilómetros de viaje dieron sus frutos en forma de libro, La llamada del puma, y de documental, El viaje de Unai, que se proyectará este martes y este jueves a las 20.15 en las salas Cinesa de Camas (Sevilla).

Unai, protagonista de la cinta, contaba tan solo con nueve años cuando su madre, la escritora de literatura infantil Mertixel Margarit, le reveló la gran aventura en la que estaban a punto de embarcarse. “Estaban dándose un baño y su madre le preguntó a él y a Amaia, su hermana, si les gustaría viajar por todo el mundo.A Unai le encantan los viajes y los animales, así que se emocionó muchísimo y fue fácil que dijera que sí. Cuando pasó el momento de emoción, les explicamos que iba a ser un proyecto fotográfico con animales. Él pidió que uno de los animales fuera el puma, un animal que le ha fascinado desde pequeño”, explica Canela.

Unai es el hilo conductor de un documental, dirigido por su padre y escrito por su madre, al que no solo presta su imagen, su voz y sus palabras, sino su visión del mundo. Su fascinación por todo lo que va descubriendo se palpa en cada una de sus frases, que no ocultan su emoción al oír el aullido del lobo ibérico en la Cordillera Cantábrica, los pasos del elefante del desierto junto a su todoterreno o la curiosidad de los bisontes olfatéandole junto a su ventana. El chico se convierte en una pieza clave de la historia, descubriendo la naturaleza mientras juega con su hermana pequeña, ayuda a su padre a tomar vídeos y fotografías o ilustra en su tableta electrónica todo lo que ve a base de colores e imaginación.

“La naturaleza te cautiva y apasiona desde el primer momento. El contacto con ella está lleno de valores para un niño: abre su mente y desarrolla su imaginación. Sabíamos, además, que durante el viaje iban a aprender muchísimas cosas: idiomas, a relacionarse con la gente, rechazar el racismo, dormir en cualquier sitio... viajar es conocer, no teníamos ninguna duda”, subraya el padre de Unai.

Cada uno de los animales seleccionados debía ser un emblema de siete grandes zonas del mundo: el lobo ibérico en Europa, el bisonte americano en Norteamérica, el puma en Sudamérica, los pingüinos papúa y rey en la Antártida, el cocodrilo de agua salada en Australia, el cálao bicorne para Asia y el elefante del desierto en África.

Cada una de estas especie se enfrenta hoy en día a una amenaza diferente, pero todas ellas con un enemigo común: el ser humano. El elefante del desierto, una población que sobrevive en Namibia y Mali con apenas 250-300 ejemplares, es una de las que más preocupa a Candela. “Se les persigue por el marfil, a pesar de que son una especie única que se puede llevar días sin beber, siendo capaz así de sobrevivir en un ambiente tan hostil como el desierto”, aclara.

Al cálao bicorne, por su parte, se le da caza por sus plumas y su pico a la vez que se destruye su hábitat, mientras que el puma y el lobo se encuentran muy perseguidos por sus supuestos conflictos con el ganado. Los pingüinos de la Antártida son unos de los principales damnificados por los efectos del cambio climático, mientras que el cocodrilo de agua salada se ve perseguido “porque supone una amenaza muy real para las poblaciones locales del noreste de Australia” y el bisonte americano vive recluido en espacios protegidos.

“En todos los continentes hay un denominador común: el hombre lo quiere todo para él y cuando hay algún conflicto, los intereses económicos acaban ganando y comprando voluntades. Los niños han aprendido que lo normal no es destrozar un bosque o una selva para construir una carretera”, desgrana Canela.

Después de dar la vuelta al mundo, el destino de Unai ha quedado marcado por esta gran avnetura: desea ser biólogo, sin dejar de lado la fotografía. Si Albert Einstein estaba en lo cierto, Unai, Amaia, Meritxell y Andoni han vuelto más sabios de su periplo: “Mira profundamente en la naturaleza, y entonces entenderás todo mejor”.

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