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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Conversando con Correa

Gonzalo Boye Tuset

Abogado de la acusación popular del Observatori DESC —

El 29 de marzo de 2015 expuse mi posición respecto a una de las formas de lucha contra la corrupción y, desde entonces, no ha variado mi visión al respecto. Dicho artículo lo escribí por dos motivos: porque, pienso que así también se debe enfrentar la corrupción; y, segundo, porque fue el punto de partida de unas conversaciones con Francisco Correa para conseguir que colaborase para aclarar, hasta las últimas consecuencias, los hechos que se investigaban tanto en la Gürtel como, especialmente, en los “papeles de Bárcenas”. El hecho de que la Gürtel y los “papeles de Bárcenas” se investiguen en piezas separadas de una misma causa no es más que una realidad procesal pero, tal cual hemos sostenido a lo largo de la instrucción, una y otra trama no son más que elementos de un conjunto y, por tanto, la colaboración para esclarecer lo uno o lo otro afecta a ese conjunto.

Francisco Correa me contactó a través de su defensa para ver si las acusaciones estaríamos en disposición de apoyar una rebaja considerable de las penas en el supuesto de que él declarase todo lo que sabía y sabe sobre la trama de corrupción en la que está inmerso y por la cual afronta una serie de procesos penales. Mi primera condición fue hablar directamente con él, porque en un tema de estas características no sólo bastan los buenos oficios sino, sobre todo, el poder valorar lo que la persona está o no dispuesta a realizar para esclarecer los hechos, así como la información que realmente puede aportar.

La primera reunión directa se produjo el 19 de marzo y a partir de ahí se celebraron otras más en las cuales se discutieron diversos temas. En tales reuniones Correa desveló muchos datos incriminatorios tanto para él como para otras muchas personas y fue mucho más explícito de lo desvelado en el documento que entregó a Ignacio Escolar. Sobre esa base se fue avanzando.

La idea manifestada por Correa era que, como abogado de una de las acusaciones, yo gestionase una posición común de todas las acusaciones personadas en los diversos procesos y que todos, aplicando estrictamente el Código Penal, modificásemos, llegado el momento, nuestras correspondientes calificaciones para que se le aplicase una atenuante analógica de colaboración muy cualificada, lo que representaría una rebaja de hasta dos grados en las penas a las que se enfrenta y, también, limitarle la responsabilidad civil para poder salvar parte del dinero que tiene bloqueado en Suiza, así como las propiedades en Colombia.

Por mi parte, puse en conocimiento de otras acusaciones estas conversaciones, así como el hecho de que se había acordado que Correa haría una declaración pública explicando cómo funcionaba esta trama, quiénes participaban, cómo se beneficiaba cada cual y todos aquellos detalles de los que con profusión habló en mi despacho. Se le propuso que hiciese dicha declaración en algún medio de comunicación, para que todo se hiciese con luces y taquígrafos, y, sobre todo, para impedir que luego se retractase, cambiase de versión o sucediese lo que ahora pretende hacernos creer: que no ha dicho lo que ha dicho.

De las diversas alternativas que le planteé, Correa eligió que fuese Ignacio Escolar el periodista que le entrevistara. El propio Correa esgrimió que le conocía y le parecía una buena elección. A partir de ahí es cuando Escolar entra en escena y mantiene varias reuniones con Correa. En algunas estuve presente y en otras no. Me consta que Escolar mantuvo más reuniones con Correa y que viajó para reunirse con él en su casa de Sotogrande. También me consta que Correa le entregó el documento que se ha publicado y que han sido muchas las horas y confesiones que Correa le ha hecho a Escolar.

Después de muchas reuniones, sobre todo en mi despacho y en horario de oficina, Correa comienza a dilatar el momento de realizar la entrevista con su confesión hasta terminar generando la ruptura, de forma inopinada y abrupta, de unas conversaciones que llevábamos meses manteniendo. Nunca comprendí las razones de Correa para abandonar esas conversaciones arrojando por la borda una buena -seguramente la única- posibilidad de mejorar considerablemente su horizonte penal. Ante tal problema, nadie en su sano juicio habría actuado como lo ha hecho Correa. Se puede especular en uno u otro sentido sobre lo que le llevó a hacerlo, pero todos somos conscientes que ahora se enfrentará a unas penas que -de ser condenado y todo apunta en esa dirección- le llevarán a pasarse muchos, muchísimos años en prisión y a perder todo su patrimonio acumulado.

Sea como fuere, lo auténticamente relevante es que lo mucho que contó Correa sirvió para ratificarme en la tesis que como acusación popular venimos sosteniendo, tanto en sede judicial como fuera de ella, desde un comienzo: que los “papeles de Bárcenas” no son más que calderilla y que el auténtico dinero está aún por descubrir; que no se trataba de pequeñas donaciones sino de auténticos pagos de entre el 3 y el 4 por ciento de las obras concedidas; y que ni él ni Bárcenas eran los únicos beneficiados de dichos pagos.

Solo desde la perspectiva de lo explicado profusa y detalladamente por Correa, (recuérdese: en mi despacho y en horario de oficina) se pueden explicar los abultados patrimonios ya detectados tanto de él como de Bárcenas en diversos países, especialmente Suiza. Nadie puede creerse que Bárcenas llegase a acumular unos 48,2 millones producto de su habilidad en bolsa o en el mercado del arte o que Correa acopiase más de 25,5 millones y diversas propiedades como resultado de organizar eventos para el Partido Popular.

Las conversaciones con Correa no fueron tiempo perdido y de ellas sacamos como conclusión que la corrupción es un fenómeno mucho más poderoso de lo que creíamos, capaz incluso de hacer cambiar de idea a quien se enfrenta a un negro o negrísimo futuro procesal. También extraemos como conclusión que Correa no era el único que trabajaba para Bárcenas según nos manifestó en mi despacho, dando diversos detalles que habrá que investigar. A partir de lo dicho por Correa, será necesario continuar la investigación manteniendo la puerta abierta para que, por un lado, quien sincera, valiente y honestamente quiera colaborar pueda beneficiarse en la medida en que establece el Código Penal; y, por otro, para que se depuren todas las responsabilidades penales que se vislumbran en un caso tan complejo como este, porque la corrupción no se combate con discursos sino con hechos.

En definitiva, Correa buscó nuestra ayuda, ofreciendo confesar lo que sabía y nos lo confesó, a cambio de una reducción sustancial de la pena. Pero rompió esas conversaciones por razones que solo él y pocos más deben de conocer.

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