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'La estación de las mujeres', opresión ancestral en la India rural

Francesc Miró

Cuatro mujeres están sentadas en unas escaleras de lo que parece un templo milenario. No se miran porque hablan entre ellas pero también hablan al aire. Hablan a su mundo, en el que son presas de tantas cadenas que no saben siquiera si se pueden mover. Lo hacen para descubrir que la primera trampa es el lenguaje.

“¿Por qué todos los insultos graves tienen que ver con mujeres?”, dice una. “¿Por qué no decimos hijo de puto?”. Una sencillísima, incluso ingenua, reflexión lanzada al aire en cuyo razonamiento reside una puerta que tienen que decidir si abren o no.

La tercera película de la realizadora Leena Yadav ahonda en la duda cuando la mano está posada sobre el pomo. Abrir la puerta significa romper con todo. Dejarla cerrada significa someterse a las radical opresión que sufren por culpa de tradiciones ancestrales. Para ellas no hay término medio: o desligarse de todo y todos o vivir conforme les han enseñado que hay que hacerlo.

Las cuatro mujeres viven cada una más atrapada que la anterior. Bijili es bailarina y tiene que decidir si puede vivir asumiendo ser un mero objeto sexual. Lajjo es una ama de casa maltratada debido a su infertilidad que ha de decidir si aguanta que se la considere una máquina de hacer niños. Rani es madre de un hombre joven ferozmente educado en un sistema patriarcal en el que ellas no son nada y debe decidir si es capaz de enfrentarse a él. Y Janaki se ha casado en contra de su voluntad, su nuevo marido la desprecia y tendrá que decidir si es capaz de escaparse con su amor verdadero. Decisiones y más decisiones.

Tal vez un panorama cualquiera de una aldea cualquiera de la India rural. O tal vez una generalización exagerada que sirve como motor de una historia más humana y sorprendente de lo que parece.

Una aldea en Gujarat

El pueblo de estas mujeres tiene por nombre Ujhaas, pero no hay cartel turístico que lo anuncie. Es un poblado ficticio situado en algún lugar de una zona muy real, Gujarat. Un estado de más de 60 millones de habitantes de los cuales 28 son mujeres. Solo 206.167 personas viven en la capital, Gandhinagar, mientras que la inmensa mayoría está repartida en pequeñas ciudades y aldeas por todo el territorio.

Son pueblos que vieron nacer a Sardar Patel o Mahatma Gandhi y que hoy, a pesar de vivir en el segundo estado más industrializado de India, siguen enfrentando la pobreza como una realidad. En la mayoría de casos, los hombres trabajan fuera del pueblo y las mujeres se quedan en sus casas, cuidando de las haciendas y los niños.

En este ambiente, cuatro personajes femeninos trazan un relato de evolución personal a través de pasajes profundamente dramáticos tocados por pinceladas de comicidad. La tragedia en Las estación de mujeres no se hace esperar. Se presenta desde el minuto cinco y se dosifica haciendo volver a poner los pies en la tierra al espectador constantemente. Aún así, cuando creemos que lo cinematográfico se deja de lado por lo puramente discursivo, aparecen delicadas escenas rodadas con un talento singular, entretejidas en una maraña de problemas. 

Un desarrollo que pasa por fases de una convencionalidad difícilmente obviable y que cuenta con un par de giros poco desarrollados. Amén de estar aderezada, sin necesidad, de subtramas pocos efectivas cuyo mensaje último está de más.

¿Por qué? Porque aquí lo que importa son ellas. Las actrices Radhika Apte, Surveen Chawla y Tannishtha Chatterjee componen personajes complejos llenos de dudas, debilidades y fortalezas que se sienten a flor de piel. Sus caracterizaciones, en principio marcadas por roles narrativos, se mezclan a medida que avanza el metraje. Hasta que consiguen transmitir una energía natural poco común en producciones de este tipo.

Leena Yadav y ser directora de cine en India

“En el invierno de 2012, empecé a buscar historias sobre el desierto de Kutch. En esta tierra remota de paisajes espectaculares viven dos millones de personas en pequeñas agrupaciones y pueblos. Y se rigen por antiguas normas patriarcales, promulgadas por un consejo municipal, compuesto principalmente por hombres”, cuenta Leena Yadav.

Buscando los exteriores para La estación de las mujeres, su equipo visitó más de 30 pueblos en Bhuj, Gujarat y Rajasthan. “Nos denegaron el permiso para rodar en todos porque no autorizaban a un equipo dirigido por una mujer -yo misma- que llevase pantalones, no se cubriera la cabeza y les hablara de manera abierta”, asegura Yadav. “Sorprendentemente, era la generación más joven de hombres -los que actualmente toman las decisiones- la que consideraba un grave problema que una mujer liberada liderase un equipo. Uno de ellos me dijo: 'Si las mujeres como tú entran en nuestro pueblo, nuestras mujeres se corromperán'”, asegura la directora.

En pueblos como esos y ambientes así,  encontró las historias que la empujarían a hacer este film. “En una aldea conocí a una mujer llamada Rani que nos invitó a su choza, nos preparó comida y nos contó su historia. Había enviudado con 15 años. A esa edad, ya era madre y, a partir de ese momento, dedicó su vida a criar a sus hijos”, explica la realizadora. “El momento decisivo para mí como narradora fue cuando Rani agarró mi mano y dijo: 'No me ha tocado nadie en 17 años. He enterrado todas mis necesidades personales para poder hacer lo correcto para mis hijos'. Sus palabras me impactaron y conmovieron. ¿Qué es lo 'correcto'? ¿Es 'correcto' ordenar a una niña de 15 años que pase el resto de su vida vistiendo de negro y que críe sola a sus hijos, nacidos de un matrimonio infantil contra su voluntad? ¿Por qué se le arrebató el derecho al color o al contacto humano? ¿Quién decidió esas 'normas' sociales y por qué Rani las aceptó?”.

Leena, nació en 1971 y estudió económicas en Lady Sri Ram College, en la Universidad de Delhi, y un master en comunicación social en Sophia College de Bombay. Sus primeros pasos en el cine fueron como editora de anuncios a principios de los noventa. Continuó dirigiendo  televisión, en ficción e incluso el primerreality de televisión India. Shabd fue su primer film. Una historia de amor a tres bandas en la que estudiaba las raíces de la creatividad a través de la mente de un escritor que incita a su mujer para que seduzca a otro hombre, con tal escribir su nueva novela. Con su segundo film, Teen Patti, contó con nada menos que con Amitabh Bachchan y Ben Kingsley para narrar un thriller basado en un juego de cartas clásico indio.

La estación de las mujeres es su tercer y más personal film. Una inspiradora historia que la ha llevado recorrer una India rural cuyas creencias patriarcales muchos creen superadas, pero que siguen sometiendo a la mujer a un yugo en el que sus derechos y voluntades son pasto de tradiciones represivas. Una realidad de la que, por suerte, películas como la suya dejan entrever un camino de esperanza y cambio.

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