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El aeropuerto de Burgos se gasta dinero para presumir de internacional

Aeropuerto de Burgos. / Javier Ortega Figueiral

Javier Ortega Figueiral

2013 no ha sido un año brillante para el aeropuerto de Burgos. Los 18.905 pasajeros con los que cerró el ejercicio (un 10% menos que el año anterior) están muy lejos de las cifras optimistas que se pronosticaban en verano de 2008, cuando la entonces ministra Magdalena Álvarez inauguró el nuevo aeropuerto de Villafría al alimón con Juan Carlos Aparicio, entonces alcalde de la ciudad y antiguo ministro de Trabajo del segundo Gobierno de José María Aznar.

Sin embargo, desde que llegó a su puesto en junio de 2011, el alcalde de Burgos, Javier Lacalle, ha querido dar un impulso al llamado “Consorcio para la promoción del aeropuerto de Burgos”, formado por Ayuntamiento, Diputación y Gobierno regional, que en la temporada de verano de 2010, con el argumento de mejorar las cifras de pasajeros, promocionaba vuelos chárter de verano, subvencionando a las aerolíneas que los realizaban.

Para la temporada de verano de 2013, una empresa burgalesa, Good Fly, obtuvo una aportación de 200.000 euros pagados por el consorcio para la organización de unos cuantos vuelos chárter durante la temporada de verano. La cantidad, que sobre el papel tenía la intención de incentivar la llegada de pasajeros a Burgos por vía aérea, se usó realmente para apoyar la operación de vuelos chárter a Mallorca, Menorca o Ibiza, en viajes de vacaciones en los que embarcaban los burgaleses que cambiaban su ciudad por unos días en Baleares durante el verano del año pasado.

Al contrario de lo que sucedía en los consorcios de promoción de otros aeropuertos similares, el equipo de Lacalle dio esos 200.000 euros directamente al operador en lugar de ir liquidando la aportación tras cada vuelo operado. A esto hay que añadir que Good Fly no era una compañía aérea sino un intermediario que vendía billetes y recurría al alquiler de aeronaves a terceros, dándose el caso de que, con el apoyo de dinero público, los burgaleses volaban desde Villafría a Menorca o Ibiza en aviones de compañías polacas como Enter Air o eslovacas como Danube Wings.

La nacionalidad de las compañías no hubiera pasado de anecdótica si no fuera porque a final de temporada, ante los impagos de Good Fly, estas aerolíneas se negaron a seguir volando y algo más de un centenar de personas se quedaron sin posibilidad de regresar a Burgos desde Baleares. Para solucionar el problema y fletar aviones, el Ayuntamiento destinó una partida de 45.000 euros extras.

Aun con todos estos apoyos públicos, Villafría no levantó cabeza y cerró 2013 con las peores cifras de su historia (el primer ejercicio sólo estuvo abierto seis meses).

A pesar del más que evidente declive en la demanda y del fiasco de Good Fly, que se tradujo en un amargo enfrentamiento mediático y judicial entre el gerente de la empresa y el Ayuntamiento, el alcalde Lacalle no ha cejado en el empeño de dar actividad en el aeropuerto. En octubre, como presidente del consorcio de promoción de esas instalaciones, instó a Aena a que en el aeropuerto pudieran operar vuelos de fuera del espacio Schengen, esto es, más allá de los 26 países adheridos al tratado para la libre circulación de las personas, lo que convertiría a la terminal burgalesa en frontera internacional.

Con esta petición a Aena, que se ha hecho extensiva a los Ministerios de Interior, Hacienda y Fomento, el Ayuntamiento quiere que desde Burgos se vuele a lugares como Casablanca, Dubrovnik o El Cairo. Las razones que hace unas semanas el vicealcalde Ángel Ibáñez esgrimía en declaraciones al diario local El Correo de Burgos eran meridianas: “Croacia, Turquía o Túnez son lugares muy atractivos donde viajan muchos españoles con motivo de sus vacaciones y que ahora no se pueden realizar por no ser puesto fronterizo”.

Finalmente Aena ha mostrado su conformidad a la solicitud, mediante carta dirigida al Ayuntamiento hace una semana, con la intención de que uno de sus aeropuertos menos concurridos pueda tener vuelos internacionales más allá del espacio Schengen y que los ciudadanos de Burgos que se lo puedan permitir, tengan la posibilidad de volar a destinos vacacionales desde su aeropuerto, sin tener que desplazarse a Madrid o Bilbao.

Actualmente, la petición oficial para la modificación de condiciones fronterizas del aeropuerto está en preparación y tendrá que ser aprobada por la Secretaría de Estado de Seguridad, calculándose en unos 50.000 euros los costes de adaptar la terminal, dejando al margen el refuerzo de personal que esto pueda conllevar. Mientras tanto, este jueves no hay ni un vuelo comercial programado en Villafría por falta de pasajeros.

Un aeropuerto sin suerte

Si bien todos los alcaldes han visto siempre réditos políticos al exigir por agravios comparativos un aeropuerto en su ciudad o bien pedir reformas o ampliaciones de la pista de vuelo al Ministerio de Fomento y a Aena, el caso burgalés ha ido siempre un poco más allá en comparación con otras ciudades españolas. A mediados de los 90, cuando el Ejército del Aire dejó de tener interés en la base aérea de Villafría, el alcalde, Valentín Niño (PP), quiso dotar a Burgos de un aeropuerto comercial, asumiendo las obras de rehabilitación de las instalaciones existentes y la construcción de un nuevo campo de vuelo sin consultar con las líneas aéreas que podrían operar en la ciudad.

El resultado fue negativo, pues GABSA, empresa municipal creada para la realización de todas las obras, hizo una pista demasiado corta, estrecha y orientada incorrectamente para las necesidades de la aviación regional. Así, el que iba a ser el primer aeropuerto comercial de España de titularidad municipal no tenía las condiciones idóneas. La inversión pública no tuvo prácticamente utilidad y finalmente el Ministerio de Fomento declaró a Burgos-Villafría como instalación de interés general, obligando a Aena a integrarla en la red.

45 millones sin contar la torre

La pista de vuelo construida por el Ayuntamiento acabó siendo una calle de rodaje, la remozada terminal se quedó sin uso y la plataforma de estacionamiento ha quedado para ser utilizada por los pocos aviones con base en la zona. Aena acabó encargando un nuevo aeropuerto que costó 45 millones de euros (excluyendo la torre de control) y que en su primer año de funcionamiento tuvo 13.000 pasajeros, incluyéndose en esta cifra todos los usuarios, ya fueran de aviación comercial, general o privada.

En los cinco siguientes ejercicios, nunca se superaron los 35.500 usuarios, por más que el plan director del aeropuerto preveía sobrepasar ampliamente los 100.000 pasajeros desde el primer año entero de funcionamiento, con previsiones de volar a siete destinos nacionales y tres internacionales.

Del mismo modo que no se alcanzó ese número de pasajeros, tampoco Burgos tuvo tantos destinos, a pesar de que la Junta de Castilla y León apoyaba económicamente, a través de acuerdos de publicidad, la programación de frecuencias desde los cuatro aeropuertos de la comunidad. En el caso burgalés, vuelos a París y Baleares. El enlace con Francia desapareció por inviable a principios de 2012 y salvo el de Barcelona, que ahora renquea, el resto se mantuvo de modo testimonial.

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