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Con la moderación y templanza que les caracterizan, políticos y periodistas nos advierten de la llegada de las siete plagas si no les hacemos caso.
La expresidenta madrileña considera, en un artículo titulado Moliner tiene que dimitir, que el presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial “demuestra que no siente ningún respeto por el Estado de derecho” y eso “conduce inevitablemente a la necesidad de que abandone la alta responsabilidad que le ha sido encomendada” y “cuanto antes, mejor”.
La dirigente del PP se refiere a unas palabras de Gonzalo Moliner en las que defendía la legalidad de los escraches. “En tanto no sean violentos, como no lo son, son el ejemplo de la libertad de manifestación”, aseguró el magistrado en una entrevista en la cadena Ser.
Aguirre sostiene que Moliner debe dejar su puesto “a alguien que sepa qué es eso que llaman 'escrache', que no haya perdido el sentido común y, sobre todo, que tenga claro qué es un Estado de derecho, y cómo eso, el Estado de derecho, es un logro de la civilización occidental”.
A su juicio, “el auténtico nombre del escrache” es “acoso violento con gestos obscenos, palabras insultantes y actos amenazadores” contra políticos y sus familiares. “Y que un escrache es esto lo tenía que saber el señor Moliner y, si no lo sabe, tendría que haberse informado antes de utilizar la palabrita, antes de sentar cátedra. Porque cuando se es el presidente del Supremo, cuando se habla, se sienta cátedra. Otra cosa que parece ignorar este señor”.
En este sentido, Aguirre sostiene: “El único límite que pone el señor Moliner a estos acosos sería el de la agresión física con resultado de lesiones. Esto sería tanto como considerar que se pueden permitir la persecución constante, los gestos obscenos y las palabras soeces y procaces dirigidas a una mujer y que sólo podríamos hablar de violencia y acoso sexuales cuando se consuma la violación”.
Esperanza Aguirre propone a Moliner que piense “qué le parecería que identificaran su domicilio particular [en un momento en el que en España, aunque debilitada, sigue activa una banda terrorista], se lo empapelaran con insultos y que a su mujer, a sus hijos o a sus familiares más cercanos les gritaran cosas tan suaves como 'criminales', 'asesinos' o 'hijos de puta'”.
Con todo, concluye Aguirre: “Así que, por la dignidad del cargo que se le otorgó, por la seguridad jurídica de todos los españoles, que se ve en peligro cuando el presidente del Tribunal Supremo cree que acosar a representantes legítimos de los ciudadanos e invadir su intimidad es un buen ejemplo de la libertad de manifestación, el señor Moliner tiene que dimitir. Y cuanto antes, mejor.”
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