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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

El mundo árabe, y sobre todo Túnez y Egipto, al borde de la implosión

Carlos Elordi

La noticia del día en todo el mundo occidental (incluyendo en esa denominación a Latinoamérica) es la dimisión de Benedicto XVI. El hecho de que la prensa de referencia de países en los que el catolicismo no es, ni mucho menos, la religión mayoritaria –como Estados Unidos o Gran Bretaña- dedique hoy decenas de artículos al asunto, así como la extraordinaria importancia que se le da en los que sí lo es, recuerdan, a quien se había olvidado de ello, el lugar central que la Iglesia de Roma y el Vaticano ocupan en la compleja escena internacional.

El que tercer ensayo nuclear de Corea del Norte sea el otro titular del día, aunque esté menos destacado que el anterior, indica que los problemas que existen en el interior de Asia –la región que para todos los expertos y estrategas está llamada a ser la gran protagonista del mundo que viene- preocupan, y mucho, en todo el planeta.

Mucha menos relevancia tienen hoy las graves tensiones internas que están viviendo distintos países árabes y, por unos u otros motivos, toda esa región: pero en días precedentes los diarios que los están siguiendo más de cerca –los franceses en el caso de Túnez, los norteamericanos en el de Egipto- han advertido que ambas naciones corren un grave riesgo de implosión política. Y si la realidad confirma esos vaticinios, las peores secuelas de la primavera árabe volverán a las primeras de todo el mundo. Y posiblemente hasta con más fuerza que la explosión popular contra las dictaduras tuvo hace dos años.

El asesinato, en plena calle, del dirigente de la oposición laica tunecina Chokri Belaid, un hombre de izquierdas, no sólo ha lanzado masivamente a ese amplio sector de la opinión a la calle, sino que ha colocado en estado de crisis, por el momento aparentemente insoluble, al gobierno salido de las urnas hace un año y en el que el movimiento islamista no violento Ennahda comparte el poder con distintos partidos laicos, aún controlando sus ministerios clave y su presidencia. Hasta el punto de que el primer ministro, Hamadi Jenali, ha propuesto la formación de un gobierno “técnico”, una solución que Ennahda, de la que Jenali es dirigente destacado, ha rechazado de plano.

Otro actor crucial en el escenario tunecino, los salafistas (o islamistas radicales en la terminología occidental) se mantienen, por el momento, es un discreto segundo plano. Pero, aparte de que muchos atribuyen a alguna de sus organizaciones el asesinato de Belaid, su acción política desde el momento mismo de la caída de la dictadura es una de las razones principales de la crisis tunecina. Creyendo que ellos hacen la lectura genuina de los principios islámicos, que exigen que las leyes civiles y la gestión política del país respondan a los mismos, han venido sometiendo a Ennahda a una presión que distintos sectores del partido islamista moderado no han logrado resistir. El empeoramiento de las condiciones de vida de los tunecinos, que fue el motor principal de la revuelta de 2011, agravadas por el hundimiento del sector turístico, que es la principal actividad económica del país, además de la agricultura, y que se ve golpeado por la inestabilidad política y por la creciente inseguridad, alimenta la popularidad de los salafistas.

En definitiva que en Túnez puede pasar cualquier cosa. Y posiblemente no muy tarde. En Egipto, también. Y por motivos no muy distintos de los anteriores. Aunque con un matiz importante: el papel decisivo, e intocado a pesar de los muchos cambios que en el país se han sucedido a partir de la caída de Mubarak, que las fuerzas armadas ocupan en el reparto del poder. Por lo demás, también en Egipto la crisis económica y la penuria de la población avanzan al galope. También allí, el movimiento islamista no violento, en este caso los Hermanos Musulmanes, ocupan el poder tras haber ganado las elecciones y también en este caso está sometido a la presión de los radicales y enfrentado, aún más duramente que en Túnez, con los movimientos y partidos laicos. Nadie es capaz de predecir hasta donde puede llegar ese choque. Pero no son pocos los temen que si supera un determinado límite, el ejército se hará cargo directamente del poder.

Pero lo que está ocurriendo en Túnez y en Egipto no es está del todo aislado de otros inquietantes procesos que se están produciendo en el mundo árabe: la inexistencia de cualquier proyecto coherente de articulación política de la Libia post-Gadafi y el riesgo de nuevos estallidos internos en ese país, en el que decenas y decenas de miles de militantes de uno u otro signo siguen armados; las tensiones que todos los observadores detectan en Marruecos; las secuelas de la guerra de Mali, que ha lanzado al protector desierto a miles de miembros armados de organizaciones islamistas radicales; la falta de cualquier tipo de luz, más allá de algunas palabras, que ilumine alguna solución a la guerra civil que está viviendo Siria y que ya ha empezado a poner nervioso a Israel, que teme que los opositores al presidente Hassad rompan el “statu quo” y le ataquen desde los Altos del Golan; la renovación casi diaria, y casi siempre por la vía de terribles atentados, de todas las preguntas que siguen abiertas sobre el futuro de Irak; el mantenimiento, sin mayores matices respecto del pasado, entre Occidente, Israel e Irán.

Ante todo eso, las grandes potencias mundiales, incluida Rusia y China, que podrían hacer algo, o mucho, para tratar de apaciguar las cosas o incluso para ayudar a resolver una parte de los problemas económicos de esa parte crucial del mundo, sólo han parido dos iniciativas importantes en los últimos tiempos: una sido la intervención francesa en Mali. La otra la creación de una base operativa estadounidense de “drones”, los aviones espía que también pueden ser bombas, en Arabia Saudí.

Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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