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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Las consecuencias económicas de votar a Trump

La victoria de Trump puede hacer renacer el antiamericanismo de los españoles

Juan Miguel Sans

Hay quienes pensaban que Trump una vez alcanzado el poder iba a flexibilizar sus postulados iniciales. Así lo pareció en sus primeras declaraciones públicas y tras la visita al Presidente Obama. Sin embargo, yo no confiaba mucho en esta tesis. Trump tiene una ideología propia manifestada en muchas ocasiones y es esta ideología la que marcará el rumbo de su política. Todos sus nombramientos confirman esta teoría. No creo tampoco, como opinan otros, que dominando el partido republicano las dos Cámaras del Congreso (Cámara de Representantes y Senado) vayan a funcionar los contrapoderes (públicos y privados) como elemento estabilizador de su política. Así que parece oportuno plantearse cuáles pueden ser las previsibles consecuencias de la política económica de Trump.

Mi tesis es que precisamente los que le han votado- clase blanca trabajadora de los cinturones industriales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin- van a ser los más perjudicados con su política. Trump se va a embarcar en una política de reducción de impuestos (Renta y Sociedades) e incremento del gasto militar e infraestructuras que- recordando los peores tiempos de la Reaganomics cuando se puso en marcha una iniciativa que se llamó popularmente la guerra de las galaxias- va a desembocar en un incremento del déficit público y de la inflación. Ante el riesgo de subida de precios, Trump impulsará una política de incremento de tipos de interés, en conflicto con la presidenta de la Fed, lo que provocará dificultades de financiación para nuevos proyectos de inversión. Los tipos de interés subirán, el Dow Jones escalará rápidamente, los capitales del exterior acudirán a EE.UU. para disfrutar de estas rentabilidades y el dólar se apreciará. Las exportaciones se resentirán y de nuevo la actividad económica se ralentizará. En definitiva, más paro, en una economía que estaba prácticamente en una situación de pleno empleo.

Todo esto no es nuevo. Ya sucedió en la época Reagan cuando alguien le confundió con la curva de Laffer. Pensar que bajar los impuestos va a conducir a un incremento de la actividad económica y como consecuencia va a provocar un incremento de la recaudación impositiva contradice la experiencia empírica y el sentido común. Rebajar impuestos va a llevar a una reducción de la recaudación y no garantiza que los saldos sobrantes se dirijan a actividades productivas que llevan tiempo en concretarse y no a gastos suntuarios y actividades especulativas. En aquel entonces Reagan tuvo que rectificar en su segunda mandato y Clinton tuvo que arreglarlo definitivamente.

Los males no se acaben aquí. Previsiblemente el acuerdo comercial UE-EE.UU. (TTIP) pase a mejor vida y no llegue a firmarse. Para ser honestos ya estaba muerto antes de nacer. A mi juicio un gran fracaso de las instituciones que no han sabido construir un discurso creíble y atractivo para los ciudadanos. Trump ya ha anunciado que se retirará del TTP, Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, firmado con los países del sureste asiático y algunos latinoamericanos. El NAFTA se revisará, no se sabe si en la buena dirección. En contrapartida vendrá una ola de proteccionismo que tampoco va a favorecer a la clase media norteamericana que ya no podrá comprar productos asiáticos baratos o automóviles mejicanos.

La memoria es selectiva y muchos han olvidado los estragos de la Ley Hawley-Smoot de 1930 que elevó unilateralmente los aranceles estadounidenses a los productos importados. No fue la causa de la gran depresión, pero si ayudó a agravar aún más los problemas de la economía estadounidense. Una política equivocada en un momento inadecuado. En estos momentos, una guerra comercial con China y otros países asiáticos tendría, a mi juicio, efectos catastróficos para la propia economía americana que perdería unos de sus mercados más atractivos y encarecería el consumo interno, sin aliviar los problemas del desempleo y de los bajos salarios.  Trump y los populistas de derechas e izquierdas (caso de Sanders) coinciden en su rechazo sin matices a la globalización. No es nuevo en la historia esta coincidencia entre opuestos ideológicos. Pero en este caso se han confundido de chivo expiatorio.

La deslocalización industrial no se combate con la política del palo y la zanahoria como acaba de hacer Trump en Carrier, una fábrica de aire acondicionado localizada en el estado de Indiana. Ni con matonismo, ni amenazas de desplazarte del programa de compras públicas, ni adjudicando ventajas y deducciones fiscales. Es pan para hoy y hambre para mañana. La deslocalización, que es solo una de las manifestaciones de la globalización, es un fenómeno complejo que se combate con nuevas políticas industriales (innovación, tecnología, internacionalización, capital-riesgo, adaptación al cambio tecnológico, formación, una administración que favorezca la creación empresarial, etc.) y con tratados y acuerdos comerciales.

El lobby petrolero estará contento porque supone un respiro en una transición energética que no le favorece. El apoyo de Trump a las energías fósiles, su animadversión a las energías renovables a las que ha prometido retirar los apoyos fiscales no son buenos augurios. Los acuerdos de París pueden pasar un tiempo de parálisis ahora que parecía que algunos países como China se incorporaban a la dinámica de hacer frente al cambio climático. Con un precio del petróleo en el entorno de 80/90 dólares el barril, algo no desdeñable con los últimos acuerdos de la OPEP del pasado 30 de noviembre y los recientes con los países productores no OPEP, si se recupera la demanda a medio plazo, el fracking volverá a ser rentable.

Volveremos a ver procesos de desregulació, pero no en la buena dirección. Me temo que otro lobby importante, como es el financiero, conseguirá parar los avances que en materia de regulación y control se habían logrado con Obama. La desregulación en el sector financiero, como en el energético, solo han llevado a abusos, especulación y crisis que siempre acaban pagando los mismos. Los mismos que le han votado.

 

 

 

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