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Los “datos ocultos” que el feminismo no quiere que sepas

Barbijaputa

Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid por el PSOE, no contento con haber demostrado su misoginia por activa y por pasiva, ha tenido a bien escribir una columna en Eleconomista.es para reafirmarse como machista cum laude y, de camino, sembrar dudas sobre datos referidos a la violencia de género. El artículo perpetrado se llama ni más ni menos que “Datos ocultos sobre la violencia de género”.

“...(hay) en España un feminismo radical que en lo tocante a la violencia contra las mujeres está dispuesto a demostrar que los varones españoles, sólo por serlo, son maltratadores y asesinos en potencia”. Así comenzaba el texto del socialista cuya opinión, dicho sea de paso, no puede estar más alejada de la de su propio partido, abiertamente feminista. Se sigue cumpliendo el axioma de que somos las feministas las que tachamos de violadores y asesinos en potencia a cualquier hombre, no así los propios machistas que no dudan en culpar luego a las víctimas de violaciones con “¿Y qué esperaba yéndose con cualquiera?”. Como si esa culpabilización no diera por hecho que el irte voluntariamente con un hombre es sinónimo de acabar siendo atacada, violada o asesinada. Pero no, ya saben, son las “feministas radicales” las que hacen siempre esta conexión, ellos no.

Sigue así Leguina: “En 2016 fueron asesinadas en España 44 mujeres por violencia doméstica o violencia de género. Eso sí se ha publicado, pero lo que no se ha hecho público es que ése es el número menor de muertes de ese tipo desde hace muchos años”. Realmente, el cómputo total en 2016 de mujeres asesinadas por hombres fue de 105, la cifra que da Leguina olvida a prostitutas, niñas y otras mujeres asesinadas por hombres que, al no mantener una relación sentimental convencional con sus asesinos, no tuvieron la “suerte” de ser contabilizadas en cifras oficiales. Por lo tanto, tampoco entran en ese cómputo las mujeres víctimas de familiares hombres (violencia doméstica) aunque Leguina las incluye. Desconozco si porque no sabe la diferencia o porque directamente miente sin sonrojarse. 

La plataforma feminicidio.net nos confirma que las mujeres víctimas de violencia doméstica en 2016 ascienden a 13 (no computadas en ese 44). Aquí los datos diferenciados entre violencia de género y violencia doméstica de 2010 a 2015. 

A pesar de todo lo anterior, lo que de verdad demuestra una profunda ignorancia (en el mejor de los casos) por parte de Leguina es querer equiparar la violencia de género de España con la de países nórdicos. Dice así en su artículo: “Pondré dos ejemplos ilustrativos: ¿Usted ha visto alguna vez estadísticas que muestren si en España hay más o menos violencia de género que en los países nórdicos? No las ha visto porque no interesa, pues hay menos violencia en España”.

Con esto da a entender que, como sociedad, nos falta información, y eso es porque al feminismo no le interesa que la tengamos, como si “las feministas radicales” tuvieran algún control sobre los medios de comunicación.

Pero la verdad es que si no se suele comparar las estadísticas entre países (a menos que seas Leguina) es, básicamente, porque el cómputo se hace de manera distinta y la concienciación sobre esta lacra es también diferentes dependiendo de qué país hablemos. No es ningún secreto que en España es imposible saber a ciencia cierta cuántas mujeres son víctimas de violencia de género y que son incontables los casos que no denuncian; tampoco es de extrañar cuando medio país sigue culpándolas a ellas de su situación. Pero en Finlandia, por ejemplo, donde hay un rechazo social claro hacia la violencia de género y donde un 94% de su población afirma confiar en la policía (un 24% por encima de la media europea), las mujeres se ven más apoyadas y seguras a la hora de denunciar a sus agresores. 

Por supuesto, al ser un país con una conciencia feminista mayor que el nuestro, con esa tasa de confianza en la policía, y la seguridad de las víctimas de no sufrir luego una segunda oleada de violencia al hacerlo público, las mujeres finlandesas denuncian más que las víctimas españolas. ¿Quiere decir eso que hay más víctimas en Finlandia que en España? Según Leguina sí, según la lógica obviamente no.

Otro país nórdico de los que Leguina tira para relativizar que nos maten por nuestro género podría ser, por ejemplo, Suecia. Este país tiene más violaciones denunciadas por habitante que la India (según BBC hasta 30 veces en 2010), ¿quiere decir esto que las mujeres suecas sufren más violaciones que las indias? No creo que nadie llegue a esa conclusión, sino más bien que gracias a la conciencia feminista y a la percepción clara de qué es una violación y qué hacer cuando se sufren (además de estar seguras de que servirá para algo y no serán ellas las que acaben humilladas en la prensa, como sí pasa en España, por ejemplo) las suecas no tienen ningún miramiento a la hora de denunciar a sus agresores.

A esto hay que sumarle que en Suecia se contabilizan los casos de violaciones por separado, como señala en ese mismo artículo de la BBC Klara Selin, socióloga del Consejo Nacional para la Prevención del Delito de Estocolmo: “En Suecia hay una intención explícita de registrar todos los casos de violencia sexual por separado, para que sea visible en las estadísticas. Por ejemplo, cuando una mujer va a la policía y dice que su esposo o novio la violó casi todos los días durante el último año, la policía tiene que registrar cada uno de esos eventos, lo que podría suponer más de 300. En muchos otros países eso no sería más que un registro”.

El señor Leguina ignora de forma deliberada el contexto y la concienciación sobre la violencia a la hora de comparar estadísticas por países, y si lo hace no es porque le preocupe ni las víctimas de allí ni las de aquí sino porque, como buen machista, tiende a hacer lecturas interesadas de una lacra de la que jamás será víctima con el único objetivo de perpetuar un sistema patriarcal que, como hombre, le beneficia. Si relativizamos los feminicidios como él mismo pretende, desarticulamos el movimiento feminista, ese que empuja a la sociedad a rechazarlo cuando llama “puta” a mujeres en platós de televisión.

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