Cabezudos y gigantes, una forma de poner en valor figuras de la historia reciente a través de la cultura popular
La tradición de los cabezudos tiene raíces tan antiguas que conectan con mitos y leyendas de diversas culturas. En España, tal y como los conocemos hoy, su origen se remonta al Medievo, y en la comunidad se extienden por la Corona de Aragón, desde Sicilia, quedándose como una parte fundamental y símbolo de las Fiestas del Pilar en Zaragoza capital, especialmente a partir de mediados del siglo XIX y de la visita de Isabel II a la ciudad, cuando la comparsa se consolidó y amplió con cuatro nuevos cabezudos, obra del escultor aragonés Félix Oroz.
Grotescos y populares, los cabezudos se asocian a la fiesta, la alegría y la diversión para grandes y pequeños. Sin embargo, a través de estos personajes de cabezas desproporcionadas se han trasmitido a lo largo del tiempo leyendas y anécdotas que han contribuido, como la lluvia fina, a consolidar el sentido de pertenencia a la comunidad y el conocimiento de la historia.
Precisamente por esa contribución a la historia y por su función pedagógica indirecta, en el Colegio de Educación Especial Gloria Fuertes de Andorra se ha promovido la incorporación de un nuevo cabezudo, una nueva figura dedicada a una mujer que ha destacado en el ámbito de la cultura y la educación del país; la escritora que le da nombre a este centro educativo. Artistas como Joaquín Macipe, defienden que la incorporación de nuevos personajes, que sean referentes por sus logros o por sus valores es “muy positivo, especialmente los niños los miran con admiración”, añade.
Un nuevo cabezudo en honor a la autora Gloria Fuertes
El pasado curso escolar, el Colegio de Educación Especial Gloria Fuertes de Andorra hizo un cabezudo en honor a la escritora que le da nombre, la autora de obras tan notorias como: `Canciones para niños´, `Diccionario estrafalario´ o `Glorierías´. La Comparsa de Alcorisa quería hacer un homenaje al centro, un colegio muy querido en la zona, pero la directora pensó que era una buena idea que fuera el alumnado quien se encargara de crear y dar vida a su propio cabezudo, y regalarlo a la comparsa.
“Trabajamos todo un trimestre en el cabezudo de Gloria Fuertes”, apunta el profesor del centro, Joaquín Macipe, que reconoce que ha sido una experiencia maravillosa tanto para él como para todo el alumnado del centro: “Nuestros chicos y chicas ni se lo pensaron, se entusiasmaron con el proyecto y han trabajado en cada una de las fases del proceso”, añade Macipe, que ha sido el encargado de dar el toque final a través de la técnica del óleo, lo que aporta a la figura un aspecto más realista, además de contribuir a su durabilidad.
El cabezudo de Gloria Fuertes, que se presentará en un acto especial organizado para este próximo mes de septiembre, se ha llevado a cabo con materiales reciclados y respetando todos los pasos del proceso tradicional con el que se hacían, por ejemplo, las fallas: “
El óleo tradicional renueva a los cabezudos de Alcorisa
Hasta el taller de Joaquín Macipe, artista plástico multifacético que decidió cambiar la ciudad por el pueblo natal de su padre, Ariño, han viajado dos de los cabezudos de la comparsa de Alcorisa. El baturro y la baturra alcorisanos han recibido en el taller de Macipe una fisonomía más realista gracias a la técnica del óleo, mucho más resistente para “la ajetreada actividad viajera de estos cabezudos”, apunta la comparsa.
“Estuve investigando sobre distintas técnicas y el óleo es la que más garantías da, en muchos aspectos”, explica Macipe. La del óleo, es una técnica que no solo aporta un acabado más realista a la figura, sino que al ser su base principal el aceite, repele el agua y convierte al gigante o al cabezudo en un elemento más resistente a la lluvia, además de facilitar futuras restauraciones. Otros tres cabezudos, el Duque de Lerma, Francisco de Goya y Estrella de Elola, realizados para la localidad de Valdemoro, también han sido construidos en cartón-piedra y pintados con pintura al óleo por un taller artístico navarro.
Antes de restaurar a los baturros, Joaquín Macipe confiesa que nunca imaginó que restauraría y menos que crearía desde cero gigantes y cabezudos, “y eso que estudié en Valencia que hay tradición fallera, pero no me había dado nunca por ahí”, comenta. Precisamente fue a raíz de vivir en Teruel, donde la tradición de comparsas está muy arraigada y de la propuesta de Alcorisa, cuando han nacido en Joaquín Macipe “las ganas de conocer más esta faceta de la cultura popular”, apunta.
Su primer contacto con este arte derivado de la tradición y de la costumbre popular fue en el año 2008. La comparsa de Alcorisa contactó con él para recuperar a los 'Gigantes Feos', dos figuras antiguas que habían desaparecido. Después de aquel encargo, llegó otra propuesta, esta vez, para crear dos figuras en homenaje a dos personas muy apreciadas del pueblo, Wences y Zuquerero, que han contribuido a mantener la tradición de la comparsa durante más de 50 años.
Después llegaría la propuesta de inmortalizar en forma de miembros de este cortejo festivo a 'Los Manolos', un minero y el alguacil del pueblo. “La Comparsa de Alcorisa hace algo que me parece muy especial, pone en valor a vecinos de su pueblo en vida, cuando todavía pueden disfrutar de ese honor”, apunta el artista, que confiesa que disfrutó de este trabajo, llevado a cabo junto con otro artista bajoaragonés, Manolo Cirugeda, porque, además de fotografías, pudo contar con los protagonistas para que posaran durante el proceso de pintado, lo que aportó todavía más realismo a las obras.
El verano pasado el artista intervino en la restauración del Rey y de la Reina, dos figuras “castigadas por el paso del tiempo, ya que habían sido pintadas con acrílico y repintadas sobre la marcha durante años”. Las restauraciones al óleo y las nuevas creaciones, también ejecutadas con esta técnica, han sido tan bien acogidas entre el público general que la intención de la Comparsa alcorisana es ir poco a poco restaurando todas sus figuras. Y no es la única localidad que ha requerido de la mano artística de Macipe: “Posiblemente también trabaje en la recuperación de un par de gigantes muy deteriorados de Andorra”, anuncia.
“Apostar por el pueblo me ha traído trabajos que no hubiera imaginado hacer”
Joaquín Macipe reconoce que las comparsas de gigantes y cabezudos “son una parte muy importante del imaginario colectivo de cualquier localidad”. En Alcorisa en concreto, hay cuatro gigantes que están dedicados a personas muy importantes del pueblo, “y tres de ellas están todavía vivas”, apunta el artista. El motivo por el que se ha decidido crear estos nuevos personajes para integrarlos en la comparsa, y de alguna manera en la historia popular de la localidad, es “agradecer y ensalzar” los valores por los que han destacado, “sobre todo por su bondad y predisposición a colaborar con las actividades que se organizan, lo que sin duda los hace grandes ser grandes referentes”, concede Macipe.
Nacido en Zaragoza, amante del arte en todas sus formas, Joaquín Macipe cursó la licenciatura en Bellas Artes por la Facultad de BB. AA. de San Carlos, en Valencia. Nunca ha dejado de formarse: cursos de grabado, técnicas de cerámica, dibujo en la naturaleza y tres años en el Estudio de Arte Barbasán, Zaragoza, le han servido para llegar a ser el artista plástico multidisciplinar que hoy es, ocupación que compagina con la de profesor de plástica en el centro educativo Gloria Fuertes, en Andorra. Hace dos décadas sacó la plaza de profesor en esta localidad turolense y no dudó en marcharse a vivir a la casa familiar.
A sus cincuenta años, y con numerosos premios y reconocimiento en su trayectoria profesional, tras veinte años de vida en el pueblo, Joaquín Macipe asegura que: “Volvería a repetir. Aquí trabajo como profesor y, además tengo mi estudio y una pequeña sala de exposiciones en Ariño”. Artista plástico, ha pasado por todas las ramas del arte, incluido un coqueteo siempre latente con la música, Macipe asegura que aquello de que no hay trabajo para los artistas que viven en el rural es un “falso mito”, y que, en su caso, ha sido todo lo contrario: “Tengo esculturas en la zona que estoy seguro de que de no haber vivido aquí, no las habría hecho”, reconoce. Lo mismo que sucede con la restauración y creación de cabezudos y gigantes, oportunidades que han surgido a raíz de vivir donde eligió hacerlo hace más de veinte años.
Crear, desde la casa de sus abuelos que arregló para instalarse, no es solo un trabajo, es “una actividad tan natural y cotidiana (y tan necesaria) como respirar”, confiesa el artista. Aunque vive de la docencia, Macipe reconoce que, a veces, le resulta raro que la gente se sorprenda al encontrar su sala de exposiciones en una localidad como Ariño: “Como si un artista solo pudiera desarrollarse en grandes ciudades”, apunta. Sin embargo, para este hombre polifacético el arte y, en especial, la pintura: “Es algo tan presente en mi día a día que, a menudo, hasta se me olvida de que está ahí...es difícil de explicar”, concluye.
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