Mohamadou tenía un trastorno mental y murió de un tiro tras entrar en comisaría con un cuchillo: “Lo han deshumanizado”
Las lágrimas de una madre son un lenguaje universal. Haja Jawara no puede contenerlas cada vez que menciona a su hijo Mohamadou Diawara. El joven de 22 años, que tenía diagnosticado un trastorno mental, recibió un tiro mortal el pasado mes de julio disparado por un agente de la policía local del pueblo en el que nació, creció, vivió y falleció, Montornès del Vallès (Barcelona), tras entrar en comisaría con un cuchillo e intentar atacar a otra agente, según los tres uniformados que presenciaron los hechos. No hay grabación que lo corrobore porque la cámara que debería haber captado los hechos estaba estropeada.
A veces en castellano, a veces en soninke, la lengua materna de la familia que una sobrina traduce durante el encuentro con elDiario.es, Jawara expresa rabia y tristeza. No solo por la forma en que murió su hijo, sino, también, por cómo el Ayuntamiento de Montornès, los medios de comunicación y los sindicatos policiales “han deshumanizado” a Mohamadou tras su fallecimiento. “El alcalde ni nos ha llamado”, lamenta el tío del fallecido, Mahamadou Jawara.
elDiario.es ha trasladado varias preguntas al Ayuntamiento de Montornès sobre cómo informó a la familia del suceso. El consistorio ha indicado que el alcalde sí se puso en contacto con la familia en el momento de los hechos, pero que rechazaron el ofrecimiento. Pese a ello, han remarcado desde el Ayuntamiento, distintos técnicos municipales mantienen un “seguimiento y acompañamiento” a los parientes del fallecido.
El consistorio ha agregado que ya ha procedido a sustituir las cámaras de la comisaría de la Policía Local y que está realizando un plan interno con medidas “para que estas situaciones se puedan evitar y no se vuelvan a producir”.
Madre y tío del joven denuncian que se enteraron del fallecimiento del joven por la visita de los Mossos d'Esquadra a su casa casi 24 horas después de los hechos. Antes habían acudido por tres veces hasta la comisaría de la policía local de Montornès. La primera, minutos después del disparo, la noche del 25 de julio de este año poco después de las 21.30 horas. “Vimos que había una ambulancia, pero nos dijeron que nos fuéramos a casa y que ya nos dirían algo”, recuerda la madre.
Un juzgado de Granollers (Barcelona) mantiene abierta una investigación sobre los hechos. Más allá del resultado de las pesquisas, la respuesta en forma de tiroteo a una persona con un trastorno vuelve a reabrir el debate sobre la reacción policial ante personas con problemas graves de salud mental.
Investigación judicial
El pasado mes de octubre, los tres agentes de la policía local de Montornès participaron en una reconstrucción de lo sucedido en comisaría, en presencia de la magistrada, el fiscal y los abogados de la familia Diawara y los uniformados.
La versión policial fue monolítica: Mohamadou entró cuchillo en mano, accedió, tras un golpe, a la parte privada de la comisaría y blandió el metal ante el agente que estaba en la recepción. Menos de medio minuto después, entraron otros dos agentes que estaban en el coche patrulla. Uno de ellos ya entró con la pistola desenfundada. En un estrecho pasillo, Mohamadou se giró e intentó atacar con el cuchillo a una de las policías que acaba de entrar e intentaba reducirlo con el bastón policial. La respuesta de su compañero fue disparar. Mohamadou falleció y el tercer agente resultó herido de bala, aunque se ha podido recuperar. Todo ocurrió en menos de un minuto.
Las cámaras de seguridad de la comisaría avalan la primera parte de la versión policial. Se observa que Mohamadou entra en el recinto con un cuchillo de unos 20 centímetros y, a los treinta segundos, a los dos agentes que patrullaban tras aparcar el coche frente a la comisaría. Pero no hay vídeo de lo ocurrido en el pasillo porque la cámara no funcionaba desde hacía meses.
Los Mossos d'Esquadra ya han hecho llegar sus conclusiones a la magistrada: “La actuación policial se produjo en el marco del cumplimiento del deber y en el ejercicio legítimo de su oficio, protegiendo la vida de un individuo y actuando en legítima defensa”. Los disparos, remarca la policía catalana, fueron “un medio necesario y proporcional para evitar daños irreparables”.
Más allá del resultado del proceso penal, la familia de Mohamadou todavía tiene muchas preguntas sin respuesta. “¿Los disparos eran la única opción? ¿No le podrían haber echado gas pimienta o pegado con la porra para reducirle? ¿Si hubiera sido blanco, hubieran disparado igual?”, se lamentan sus familiares desde el salón de la casa.
La pequeña vivienda es un quinto piso sin ascensor en un bloque construido en los 60 en Montornès, un pueblo de 17.000 habitantes del cinturón industrial de Barcelona. Es uno de los barrios más humildes del país: con apenas 30.000 euros de renta media bruta por hogar, se encuentra entre el 1% más pobre de Catalunya y el 9% de España. Los chavales del barrio que estudian Bachillerato son una excepción y, pese al esfuerzo y los lazos vecinales, los jóvenes parecen condenados a la precariedad.
Toda la vida en Montornès
A la familia Diawara, que llegó a Catalunya hace 25 años proveniente de Gambia, la conoce todo el mundo en el pueblo. Incluso uno de sus tíos fue vecino del actual alcalde. Mohamadou trabajaba de repartidor, y su madre se ocupa de limpiar varias dependencias municipales. Además, la policía y los servicios de emergencias médicas habían tenido que acudir anteriormente en incidentes que el joven había protagonizado en la calle por razón de su enfermedad.
“A nosotros nadie nos dijo que habían matado a mi hijo y todo el pueblo ya lo sabía”, rememora la madre del fallecido. “Yo me enteré porque un amigo me mandó un WhatsApp”, apostilla su tío. Cuando los Mossos d'Esquadra acudieron casi 24 horas después al domicilio para comunicar oficialmente el fallecimiento, la casa ya estaba llena de amigos que les daban el pésame.
Después del tiroteo que terminó con la vida de su hijo, denuncia la familia, el pueblo se llenó de medios de comunicación que “trataron casi como a un terrorista” a Mohamadou. “Solo preguntaban a vecinos blancos qué les parecía lo ocurrido, ningún periodista quiso hablar con nosotros”, aseguran. No fue la única: la extrema derecha de Vox intentó pescar en las aguas revueltas que dejó el tiroteo en el pueblo y llegó a tildar la concentración en recuerdo del fallecido de “acoso de extranjeros a los agentes”. Sindicatos policiales aprovecharon el suceso para denunciar “la grave falta de medidas de seguridad en muchas comisarías de policías locales de Catalunya”.
“Basta ya. Mohamadou no era nada de todo lo que le han dicho. Ayudaba a su madre en la cocina y trabajaba, no tienen derecho a decir tantas cosas malas de él cuando ya ha muerto”, se queja su tío. Cuando, 72 horas después de los hechos, una asistente social visitó a Haja Jawara y le preguntó si necesitaba algo. Su madre contestó: “Lo que necesito es que me devuelvan a mi hijo”.
23