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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

“Ojalá pudiera invitarles a la bonita casa que teníamos”

Una mujer refugiada siria cuelga la ropa en su tienda de campaña en el campo de Zaatari en Jordania © Areej Abu Qudairi / IRIN

Neil Sammonds

Investigador sobre Siria de Amnistía Internacional —

Bajo la cegadora luz del sol, una joven que viste una abaya negra se cobija junto con un bebé en apenas medio metro de sombra, junto a una pared blanca. Recorren el yermo paisaje nubes de polvo que levantan el viento o los camiones que pasan.

La mayoría de los refugiados vinieron con poco más que lo que podían llevar y los recuerdos de la opresión y del conflicto armado en Siria. Algunos nos enseñan los zapatos y sandalias, maltrechos y rotos, con los que hicieron el duro recorrido a pie hasta Jordania.

La inmensa mayoría de los refugiados con los que hablamos ha huido de la gobernación meridional de Deraa, donde las protestas multitudinarias para pedir el cambio en Siria comenzaron hace más de dos años.

“Me detuvieron porque quería libertad”, dice Ahmed en voz baja, tratando de recobrar el aliento. Está sentado con las piernas cruzadas en la “caravana” de su familia. Mientras habla, su joven hijo mira en el teléfono móvil imágenes de vídeo en los que las fuerzas de seguridad sirias golpean y pisotean a unos hombres esposados. Ahmed tiene una enfermedad del corazón, agravada por casi dos años de detención en los que dice que fue torturado. Pregunto si puedo tomar notas sobre su detención y malos tratos, pero se le nubla la vista e inclina la cabeza hacia delante. Decido no sacar mi cuaderno.

Una mujer de treinta y tantos años que está en la misma caravana, Wafa, dice que su bebé murió hace varios meses en Deraa, en un hospital que carecía de recursos suficientes. Todavía llora la pérdida de su hijo. “Sólo había un médico allí, y el bebé necesitaba oxígeno. No había. El bebé murió”, dice.

Aunque muchas personas se oponen claramente al gobierno del presidente sirio Bashar al Assad y a sus fuerzas de seguridad, otras parecen indiferentes. Abu Hamza, conductor, vive ahora con su familia en una polvorienta tienda de lona. “No fui a las protestas. Soy apolítico ─dice─. Nos fuimos por los bombardeos y los tiroteos.”

Aquí la familia tiene problemas nuevos. “No hay agua suficiente. Los retretes están demasiado lejos. Mis hijos sólo han ido a la escuela dos o tres veces. Se aburren y están hartos. Claro que no hay trabajo aquí. No he salido de Zaatri en los tres meses que llevamos aquí. ¿A dónde iba a ir?”

Zaatri ya es el segundo campo de refugiados del mundo. Sin embargo, la mayoría de los refugiados procedentes de Siria están en alojamientos particulares, de alquiler.

Muchos otros han huido a otros países vecinos: Líbano, Turquía, Irak y Egipto.

Y el flujo aumenta. Según la agencia de la ONU para los refugiados, el ACNUR, el número de refugiados que huye de Siria ha alcanzado ya un millón en lo que va de año. Más que el número total de nuevos refugiados en todo el mundo del año 2012.

Y muchos están preparándose para estar a largo plazo. Al parecer, han surgido en todo el campo cientos de comercios que venden tarjetas de teléfono, trajes de boda y dulces árabes.

A pesar de las terribles condiciones, una joven familia extiende su generosidad y nos invita a su tienda. “Ojalá pudiera invitarles a la bonita casa que teníamos en nuestro país”, dice Dina, residente del campo, con una sonrisa triste. Están haciendo todo lo posible para convertir esto en su hogar. En un extremo de la tienda, una pequeña lavadora hace girar el agua marrón.

El campo está desorganizado y las condiciones de vida son evidentemente difíciles. Se hacen conexiones ilegales a cables de electricidad, lo que provoca escasez y protestas. Muchos refugiados están traumatizados, frustrados y enfadados. La mayoría son jóvenes y tienen poco que hacer. La delincuencia de bajo nivel es un problema creciente. Un día se instalaron 55 grifos de agua y los robaron en una hora, nos dijeron, e incluso desmantelaron y se llevaron en partes la comisaría de policía del campo.

No se vislumbra el fin del conflicto de Siria, y parece que los refugiados de Zaatri y otros lugares tendrán que esperar mucho antes de regresar a su país. Aunque Jordania ha mantenido la mayor parte de sus fronteras abierta a la entrada en gran escala de refugiados, lo que la honra, no es un país rico en recursos. La comunidad internacional debe acordar el reasentamiento de refugiados vulnerables y garantizar que Jordania y otros países de acogida cuentan con recursos económicos y técnicos para proteger y ayudar a los refugiados procedentes de Siria, hasta que puedan volver por fin a casa.

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