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Las mujeres reclaman ciudades seguras para luchar contra el “acoso callejero”

Caminar sin miedo

Carla Rivero

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La inseguridad en las calles es uno de los tantos obstáculos a los que se enfrentan las mujeres jóvenes y las niñas en sus ciudades. La ONG Plan Internacional así lo constata en la publicación del informe “Safer Cities for Girls”, donde un 78% ha asegurado haberlo sufrido en alguna ocasión en las calles, avenidas, plazas e inmediaciones de sus hogares. La inseguridad que provoca limita la libertad de movimiento de las adolescentes y menores, lo cual impide su normal participación en el espacio público de las metrópolis. 

Julia López, portavoz de la ONG, comenta que “este es un problema social que hay que abordar porque sucede en todas las ciudades”. El estudio parte del movimiento “Girls Get Equal”, financiado desde 2018 por la Comisión Europea y desarrollado en España y Bélgica, busca métodos que permitan desarrollar la libertad, representación e igualdad real para las niñas y mujeres jóvenes. La primera fase del proyecto pionero consistió en recoger y analizar las experiencias de las jóvenes de Kampala, Lima, Sidney, Madrid y Dehli a partir de las experiencias recogidas en la plataforma web. En 2020, pusieron en marcha “Safer Cities for Girls”, donde organizaron grupos de trabajo para conocer qué son los estereotipos de género, identificar las normas sociales que coartan la libre circulación de las mujeres y cómo neutralizarlas. “El patrón se repetía en los cinco continentes y en edades similares”, subraya López.

En España, el 26% de las mujeres de entre 16 y 24 años han sufrido stalking o acoso reiterado y el 13% antes de cumplir los 15 años, según los datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer. El tipo de acoso mayoritario es sin contacto físico, el cual incluye amenazas, comentarios lascivos u otro tipo de amedrentaciones. Centrándose en Sevilla, el 42% de las situaciones de acoso se producen en sus calles, sobre todo en horario nocturno. Dentro del núcleo, los espacios más inseguros son la calle, como vía general en donde las jóvenes perciben estos comportamientos; de camino a hacer actividades deportivas o de ocio; y en los parques.

Mejorar las calles para una mayor seguridad

La búsqueda de una seguridad plena cuestiona a las administraciones públicas y a la sociedad en su conjunto. En otras ciudades se ha elaborado el Mapa Social de Riesgos o manuales de urbanismo, los cuales son textos que recogen las mejoras a realizar en las urbes con perspectiva feminista y que se incluyen normalmente en el Plan de Igualdad, como en Viena, El Salvador, Valencia, Cáceres, o en apartados de planificación, como la Ley del Suelo de Canarias.

Algunos de los testimonios que recoge el estudio sostienen que, por ejemplo, una chica de 24 años de Sevilla dice que “no hay mucha luz por las calles y prefieres dar tres vueltas a la manzana que llegar directamente y pasear por calles peatonales”, u otro hace referencia a que “en la estación de autobús siempre hay que tener más cuidado. Lo he escuchado mil veces, la verdad es que nunca me ha pasado nada, pero te advierten”. Coinciden las experiencias con las razones que confirman que un lugar sea seguro o no. Según la percepción de las participantes, esto dependerá de la vigilancia policial para mantener comportamientos cívicos, la cantidad de personas que haya y, en tercer lugar, si las infraestructuras son las adecuadas, por ejemplo, en cuestión de calles estrechas, presencia de edificios o escasa iluminación.

Un ejemplo práctico en modificación de mobiliario urbano es el Manual de urbanismo de la vida cotidiana del Ayuntamiento de Barcelona de 2019. Acerca de las fachadas de los edificios, se prima los vidrios y las transparencias para primar la comunicación entre quienes estén en el interior y exterior. En cuanto al pavimento, recomienda una anchura de 3,6 metros que promueva tanto el paso a pie fácilmente como el juego, la sociabilización o el paseo, ya que se dispondría de espacio suficiente; y, también, la inclusión del uso de la bicicleta para promover la movilidad en el ámbito público.

Si no se pudieran ampliar estos entornos, recoge el escrito catalán, la luz es un buen sistema para suplir la carencia poniendo en intervalos regulares de 75 metros farolas o luces que redujeran los tramos oscuros; acompañando a la medida, se considera la instalación de toldos o materiales similares como una técnica óptima para que ni el sol ni la lluvia limiten la movilidad ni perjudique a la población. Por último, la visibilidad de los lugares recónditos; una buena señalética, abundante y de lectura fácil, para que rápidamente las personas sepan cómo orientarse para ir a sus trabajos, volver a casa o pasear por la ciudad; la obligación de niveles de ruido bajo que permitan escuchar al otro; contribuir a que haya más arboleda y la reducción de la contaminación con el fin de habilitar espacios de ocio y mayor tránsito facilitará la convivencia.

“Que se te pueda ver y oír”

Elsa Guerra, arquitecta del estudio Arquitectura Anca y especialista en la materia, destaca como elementos imprescindibles para la modificación del entramado público “la iluminación, que no haya grandes fachadas ciegas sin huecos ni locales que te hagan sentir que es un lugar vacío o no vigilado y, por supuesto, la promoción de actividades o uso de la calle para que se garantice la seguridad: que se te pueda ver y oír es uno de los principios”. Las adecuaciones corresponden con las demandas del urbanismo feminista, el cual fundamenta su teoría en que las personas sean el centro de las ciudades, no una añadidura a la producción forzosa.

La profesional explica que uno de los puntos más importantes de la perspectiva urbanística es “la integración y la mejora de la seguridad tanto de las mujeres como de las personas mayores, los menores y los hombres para contribuir a una mayor calidad de vida”. El movimiento data de los años 70 con autoras como Dolores Hayden y, en la actualidad, vive un período de apogeo con la reformulación práctica. “Los ayuntamientos están entendiendo la adaptación de las ciudades como una cuestión de primera urgencia, por lo que veremos en los próximos años los resultados del urbanismo feminista en nuestras ciudades y podremos mejorarlo. Es emocionante”, subraya.

“Ha habido avances importantes en nuestra sociedad para reconocer diferentes formas de violencia de género más allá de las que se producen en el ámbito de la pareja y afectan a las niñas, adolescentes y mujeres”, indica Julia López. “La denuncia del acoso callejero es un movimiento que lo están impulsando ellas mismas reclamando sus derechos, están concienciadas e implicadas, y la mayoría reconoce que sucede por razón de su género, así que ahora toca que los políticos y la sociedad respondan para que esta tolerancia y permisividad que sigue existiendo desaparezca”.    

La publicación del estudio ha ido en consonancia con la aprobación por parte del Gobierno del proyecto de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como la ley del solo “sí es sí”. Una de las novedades que incorpora al texto legislativo es incluir en el Código Penal el delito de “acoso callejero”. Está tipificado como leve y se castigará cuando “se dirija a otra persona con expresiones, comportamientos o proposiciones sexuales sexistas”, además de crear “en la víctima una situación objetivamente humillante, hostil o intimidatoria, sin llegar a constituir otros delitos de mayor gravedad”, recoge.

Educar en igualdad

“Lo fundamental es la educación y una sensibilización de toda la sociedad para erradicar o frenar el acoso porque si no, no va a ser posible”, recomienda la portavoz de la ONG. Su testimonio va en la línea de las conclusiones del estudio. El primer apartado está referido a legislar para prevenir, detectar, denunciar y sancionar este tipo de violencia por razón de género. Con relación a ello, plantean el diseño de las urbes desde una perspectiva inclusiva e igualitaria que favorezcan la habitabilidad y amabilidad de todos sus rincones, en ellas sería necesario implementar “puntos seguros”, un recurso visual que explica en la vía cómo combatir el acoso sexual en letreros y carteles, indica el escrito. 

En el plano de la pedagogía, se propone el análisis y rechazo a los estereotipos de género para formar a la juventud en valores de igualdad, así como aumentar los recursos de atención a quienes han sufrido acoso en los espacios públicos. En dicha línea, la escucha activa de este rango de edad es fundamental para construir las ciudades del futuro gracias a las herramientas digitales que darían a conocer de viva voz sus testimonios y, en paralelo, fomentar el uso de las redes sociales desde las administraciones para difundir iniciativas en pro de los derechos humanos. 

El informe “Safer Cities for Girls” recuerda que, a pesar de la incidencia del acoso callejero, solo el 3% del total de las encuestadas denunció a la policía estos actos. Por tanto, las políticas públicas han de ampliar su perspectiva para comprender esta violencia como un impedimento más en la vida de las niñas y adolescentes que desean caminar sin miedo.

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