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El alcalde de 93 años que aspira a la reelección: “Jugar la partidilla es para según quien; para mí no”

José Antonio Torres, en su despacho del ayuntamiento de Chercos | N.C.

Néstor Cenizo

José Antonio Torres es un alcalde especial y por eso a veces aparece en las noticias. Él sabe que probablemente aquí no se hubiera presentado ni un solo periodista si él sólo fuese el alcalde de un pequeño pueblito que, como tantos otros, se consume por la despoblación. Pero hay algo que lo cambia todo: Torres tiene 93 años. Resulta también que tiene un discurso sólido y que ha hecho cosas (“hasta tanatorio, ¿qué pueblo tiene eso?”). Y resulta, por último, que se presenta a la reelección con la posibilidad cierta de ser reelegido. Sería su séptimo mandato y lo acabaría, si todo le va bien, con 97 años. Siempre con el Partido Popular.

Desde 1995, Torres es el alcalde de Chercos (Almería), un pueblo de menos de 300 habitantes escondido en la Sierra de Filabres. Probablemente sea el regidor de mayor edad de España, pero no tiene ninguna intención de retirarse: “Yo noto mucha satisfacción. Los vecinos saben que como yo no los va a defender nadie”. Dice que en estos años ha conseguido que sus vecinos sepan que el Ayuntamiento es suyo: “No lo sabían. Se creían que era del alcalde”. Torres no cobra sueldos o dietas y vive “con cierta holgura” de su jubilación. Eso sí, aclara que tiene 93 años y no 95, como se ha escrito por error en algunas informaciones.

Llegó a la política porque se lo pidieron unos amigos, después de una carrera en la Guardia Civil que incluyó destinos como mando en el País Vasco durante los años más duros de ETA. Torres ha pisado sangre. “Cuando pasas por todas esas cosas y tu vida ha sido activa al 100% en todo, llegar a una vida sedentaria… Levantarte o no, ir al hogar del pensionista, jugar la partidilla, sentarte en el sofá… Eso es para según quien. Para mí no”, dice tajante. El beatus ille del alcalde Torres pasa por la vida en el campo, pero no por el retiro. Así que cuando le llegó la jubilación se dio cuenta de que debía volver a Chercos, su pueblo, y presentarse a la alcaldía.

A juzgar por los resultados, algo habrá hecho. Desde 1995 ha ganado siempre. En sus 24 años de mandato se ha construido el tanatorio, la piscina y una Iglesia nueva que sustituyó a la ermita: compró una casa y la adecuó para el culto. Torres presume de la biblioteca porque es, dice, un “viciosillo” de los libros. Escribió a Felipe González, a José María Aznar (por entonces en la oposición), a los rectores y a los libreros, y así consiguió la donación de miles de volúmenes. “Sí, la gente va”, asegura: “Las personas somos animales de costumbres, y si los acostumbras a un caminito, van por ahí. Si no saben lo que es un libro, poco vamos a hacer…”.

También cita las ayudas al estudio, que llegan hasta la universidad. A final de curso reúne a los chavales para comprobar sus notas. Sin aprobado, no hay ayuda. “Entonces se sacrifican para llegar”, dice. Hay catorce chicos en la escuela infantil, dos maestras que viven en casas cedidas por el municipio, dieciocho estudiantes de Bachillerato (en Macael) y seis universitarios en Málaga, Granada o Almería. “¡Y tenemos tres embarazadas!”, exclama el alcalde. En 1995 Chercos tenía 295 habitantes censados. Hoy tiene 283, una pérdida relativamente escasa en comparación con municipios de similar tamaño.

El alcalde también conoce sus limitaciones. El presupuesto del Ayuntamiento es de unos 400.000 euros. “Por mucho que se quiera engañar a la gente, que voy a hacer tal o cual cosa, aquí lo que se hace tiene que ser a base de subvenciones”, explica. Y a veces todo tarda mucho. El alcalde denuncia que la Junta de Andalucía tardó tres años y medio en conceder autorización para perforar un pozo. “Luego dará agua o no, si da agua habrá que sacarla y conducirla a un depósito, que habrá que hacer… Quiero decir que tienes que estar siempre lloriqueando a la administración”.

En 24 años, el alcalde ha aprendido que la política es mentirosa, de modo que matiza: a él no le picó el gusanillo de la política, sino del servicio. “A mí el politiqueo no me gusta. No quiero política, porque todo es mentira”.

Torres es amable en las formas, pero firme en el discurso y en las convicciones. Ha dicho que no quiere fotos (“porque es ponte aquí, ponte allá”), así que lo más que sacamos es una sentado en la silla. Ni con las banderas posa.

“Esto es un gran sanatorio”

Hubo un tiempo en el que Chercos no estaba aquí, sino un poco más allá. Desde la carretera todavía puede verse Chercos Viejo, de donde un día de 1940 salieron todos por orden del alcalde. Allí no se podía seguir, encajados en un barranco que apenas les dejaba moverse, así que cogieron sus cosas y se mudaron al Chercos actual. Décadas después, algunos arreglaron las antiguas casas encaramadas a la ladera de Chercos Viejo.

Desde entonces han cambiado muchas cosas. Dice el regidor que el cambio climático lo está estropeando todo. También están en declive las canteras de Macael, que tanto trabajo dieron. Sabe que un pueblo como este tiene un futuro complicado: “Cuando llega un chico o chica con 20 años, si ha estudiado, ¿qué hace aquí? Y si no ha estudiado, ¿qué hace aquí?”. Estos pueblos se vacían.

Sin embargo, eso también se puede aprovechar. Aquí hay espacio, y eso puede ser calidad de vida. “Esto es un gran sanatorio. No hay polución. No hay un centímetro de tierra sin un árbol. Lo que respiras es puro”. Torres no se engaña, pero aspira a que su pueblo se convierta poco a poco en lo que ya parece ser: un gran centro de día que ofrezca bienestar a los mayores. “Llega un día en que dices que necesitas sosiego, levantarte y ver a tus amigos, jugar una partidita, dar un paseo con la familia”.

¿Y él? “Permítame la inmodestia. A pesar de mis años, estoy lúcido, tengo sentimientos, amor por mi pueblo, ganas de trabajar, disfruto haciendo cosas… ¿Qué quieres más?”.

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