Andalucía abre la campaña: el Gobierno exportable para PP y Ciudadanos; el “rehén” de la ultraderecha para el PSOE
Si alguien en Sevilla tiene una bicicleta y una especial vocación por votar el 10 de noviembre -por quinta vez en diez meses-, este jueves puede contrastar los discursos de tres de los principales candidatos a la Presidencia del Gobierno que arrancan su campaña electoral en la capital andaluza. En un triángulo de pocos kilómetros de superficie, coinciden el socialista Pedro Sánchez, el popular Pablo Casado y el cabeza de lista de Más País, Íñigo Errejón. Unos 120 kilómetros al sur, en Cádiz, hará la pega de carteles el candidato de Ciudadanos, Albert Rivera.
Andalucía es el origen del nuevo ciclo político en el que la muerte del bipartidismo clásico PSOE-PP mutó en un bipartidismo imperfecto o de bloques: PSOE-Unidas Podemos, a la izquierda; PP-Ciudadanos-Vox, a la derecha. En las autonómicas del 2 de diciembre, el segundo bloque se impuso al primero y tomó el control del Gobierno andaluz, que llevaba 37 años ininterrumpidos en manos de los socialistas. Conservadores y liberales conformaron un Ejecutivo de coalición, apoyándose en la ultraderecha, que acaba de apuntalar sus segundos Presupuestos Autonómicos y ha puesto las luces largas para agotar una legislatura de cuatro años.
Un ejemplo, dos mensajes
Es el modelo a exportar a Moncloa. Es la razón por la que Casado y Rivera abren en Andalucía, y es la misma razón, pero con mensaje inverso, por la que Sánchez y Errejón se estrenan en Sevilla. Los candidatos nacionales de PP y Ciudadanos, enfrentados pero con vocación de entenderse tras el 10N, esgrimen la estabilidad política del Ejecutivo de Juan Manuel Moreno, y lanzan un mensaje de confianza a los inversores externos frente a la incertidumbre de Catalunya y la imposibilidad de las izquierdas para formar Gobierno y desbloquear la legislatura.
Los candidatos nacionales de PSOE y Más País, también con vocación de pactar tras el 10N, ofrecen el cristal oscuro de la Junta de Andalucía, “rehén de la extrema derecha”. Acusan a PP y a Ciudadanos de haber cedido ante el negacionismo de Vox contra las políticas de igualdad de género y lucha contra la violencia machista -que han rebautizado como “violencia intrafamiliar”-, les acusan de vincular a los menores extranjeros no acompañados con la delincuencia, aumentando el gasto en seguridad para los centros de acogida; les acusan de “criminalizar” a los inmigrantes sin papeles, barajando convenios con el Ministerio de Interior para que los centros de salud de la Junta compartan sus datos con la Policía; les reprochan el “dar pasos atrás” en políticas sociales, proponiendo ayudas para que las mujeres embarazadas no aborten, y “envejecer” los valores educativos, introduciendo el estudio de la caza y los toros en las aulas.
Andalucía es clave en el reparto de poder en el Congreso porque cuando se moviliza por encima del 70% de participación suele apuntalar al PSOE en la Moncloa. En esta comunidad, con 6,5 millones de votantes, están en juego 61 de los 350 escaños en la Cámara Baja, y 32 miembros del Senado (de los 208). También en esta región reside el principal adversario de la izquierda en estos comicios: la abstención. El hartazgo, el cansancio, la sensación de haber tensionado hasta el máximo a las bases progresistas en las generales de hace seis meses, movilizadas con el mensaje del miedo al advenimiento de la extrema derecha. “Aquel relato potente no nos servirá otra vez. Vox está institucionalizado, se ha normalizado en Andalucía. Puede haber más o menos rechazo a lo que dicen, pero ya no hay sensación de alarma ante lo desconocido”, dice un veterano dirigente socialista.
Movilización y hastío
En las generales de abril, con un 73,3% de participación, el PSOE fue la fuerza más votada y logró 24 escaños (34,2%); le siguió un doble empate a 11 diputados entre Ciudadanos (17,7%) y PP (17,1%), aunque los populares, que ostentaban ya la Presidencia de la Junta, sufrieron el shock de ser desplazados como segunda fuerza en número de votos por su aliado naranja en el Gobierno. Unidas Podemos obtuvo nueve diputados (14,2%) y Vox, con 40.000 votos menos, se quedó con seis diputados (13,3%).
El resultado de las generales de abril le sirvió al PSOE andaluz para recuperar aliento, tras el fracaso de las autonómicas. Pero en realidad entró menos oxígeno del que reflejaban los resultados. La ley electoral y el ajustado reparto en las circunscripciones más pequeñas entregó más escaños a la fuerza más votada, que fue el PSOE. Pero el escrutinio en votos demostró un empate técnico entre el bloque de izquierdas y el de derechas, con una levísima ventaja de los primeros: 48,48% para PSOE y Unidas Podemos frente al 48,2% de PP, Ciudadanos y Vox. La diferencia por décimas fue prácticamente la misma en el conjunto de España -43,0% el bloque progresista y 42,9% el conservador-, dejando al margen a los partidos nacionalistas.
Paz entre Sánchez y Díaz
De abril a noviembre también ha cambiado la atmósfera interna en el PSOE. Esta campaña empieza en estado de paz, y no de guerra entre Sánchez y Díaz, como la anterior. Entonces hubo un enfrentamiento sonoro por la confección de las listas electorales en Andalucía desde Ferraz. Ahora no. Son las mismas, pero no ha habido fricciones. Entonces el inicio de la campaña en Sevilla se desplazó hasta Dos Hermanas -epicentro del sanchismo andaluz y fortín del histórico alcalde Francisco Toscano-.
Sánchez rebautizó el municipio como “corazón del socialismo”, arrebatándole el título a la propia Sevilla. Y Toscano presentó a la ministra de Hacienda y número uno al Congreso por Sevilla, María Jesús Montero: “Has sido consejera, hoy eres ministra, y mañana serás lo que quieras ser”, dijo, para regocijo de los sanchistas andaluces, que promocionan el nombre de Montero como sustituta de Díaz al frente del PSOE regional. Seis meses después, la ministra sevillana no interviene en el mitin. Dicen sus acólitos que no es que se haya apagado esa llama, es que “Ferraz no quiere distracciones del objetivo de amarrar la Presidencia del Gobierno”.
La provincia sigue siendo la que más militantes del PSOE contabiliza de España -45.000 en Andalucía-, cuna de Felipe González y Alfonso Guerra, donde jamás ha perdido unas elecciones generales. Esta vez el mitin inaugural estará en el polideportivo de Pino Montano, un barrio obrero de Sevilla, que responde siempre masiva y enérgicamente a las convocatorias socialistas. En una campaña corta y fugaz, con los estrategas áulicos volcados en las redes sociales y en la televisión, se busca un formato clásico, un recinto abarrotado, una pulsión de la militancia de antaño que inyecte optimismo a un candidato con todos los sondeos (menos el CIS) enfriando sus expectativas.
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