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La crisis aumenta el racismo hacia los gitanos

Uno de los cursos de formación en los que participan jóvenes gitanos. Foto cedida por Fundación Secretariado Gitano.

Ángeles Huertas

“El racismo encubierto hacia los gitanos existe”. Así de dura se muestra Beatriz Carrillo de los Reyes presidenta de la Federación Andaluza de Mujeres Gitanas (Fakali) cuando se refiere a la igualdad. “Normativamente la sociedad ha avanzado”, apostilla Juan Reyes, presidente de la Fundación Secretariado Gitano, “pero la discriminación indirecta está presente en el día a día”. Este martes, 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano, los colectivos han planificado multitud de actividades para conmemorar el Congreso Mundial celebrado en Londres en 1971 y en el que nacieron la bandera y el himno gitano. “Europa tiene su programa, está el plan nacional (2012-2020), el operativo integral (2014.2016), sin embargo faltan recursos y verdadera voluntad de unión política”, dice Carrillo. En Andalucía, afirma, “el plan existente es de los años 90 y no contamos con las herramientas para evaluar el impacto que ha tenido”.

Vivienda, empleo, educación y salud. Estas son las cuatro patas en las que hay que trabajar, según los responsables. “Porque la crisis nos ha traído que la balanza de Derechos y Deberes que estaba más o menos equilibrada haya caído y que el proceso de incorporación a la sociedad, que estaba comenzado a forjarse poco a poco, desaparezca. Estamos en la exclusión social porque la política de recortes ha golpeado fuertemente a un colectivo que no cuenta con los mismos soportes que el resto de la sociedad”, explica Reyes. Esto se traduce, entre otros aspectos, “en la consolidación en el resto de la sociedad de prejuicios hacia los gitanos”, advierte la presidenta de Fakali.

El ladrón, el flamenco, el analfabeto… Las imágenes que estaban comenzando a desaparecer están floreciendo de nuevo. “Hay más gente necesitada y en los trabajo el empresario prefiere a uno que no es gitano. Así que nos encontramos, dice Juan Reyes, que además de la valía profesional tenemos que demostrar que somos buenas personas”. Esto en el trabajo, pero “es que en los centros comerciales o grandes superficies la gente de seguridad nos vigila y muchos jóvenes tienen vetadas la entradas en los lugares de ocio sólo por sus rasgos étnicos”, denuncia Carrillo de los Reyes.

En la sociedad

En la sociedadDaniel Castro es uno de los que ha superado las barreras de inclusión social. A sus 38 años está estudiando Hispánicas, su tercera carrera, y trabaja de sumiller y metre en uno de los restaurantes con más prestigio de Granada. Además, mantiene una página web centrada en los estudios romaníes en la que se puede encontrar desde la historia de su pueblo hasta diccionarios de caló y un perfil de Facebook cargado de referencias de su étnia. “Soy gitano y estoy orgulloso. Mi padre siempre lo escondió, pero en mi caso hablo caló con mis dos hijos e intento decirlo siempre que puedo”. A Daniel, divorciado, su bondad se le presupone, “sobre todo porque a los 17 años me metí a fraile, así que estudié Filosofía y Teología en Roma y en París”. Aunque colgó los hábitos seis años después y decidió estudiar Derecho para especializarse en Comercio Internacional de Transporte por Carretera y al final ha terminado en la hostelería “como mi hermano y como mi padre, con la gran diferencia que él tenía que esconder sus raíces y yo gracias a mi formación, no”. Daniel se ríe de los clichés de la sociedad “aunque soy consciente de que hacen mucho daño. Muchas veces me dicen que no parezco gitano, supongo que será porque no vendo en un mercadillo o no soy flamenco”. Así que cuando un cliente le dice “pero tú eres un gitano de los buenos” suele contestar “sí pero yo que tú miraría si todavía llevas la cartera en la chaqueta”.

Este sumiller, aunque sabe de discriminación, muestra sus raíces abiertamente “porque ya he superado eso”, apunta. En el caso de Antonia Reyes la situación es diferente. A sus 28 años está a prueba como camarera de piso en un hotel. “Estudié Trabajo Social, pero la crisis…” Así que aunque no ha tenido que mentir para conseguir un empleo, evita decirlo. “Mis rasgos son más blanquitos y la gente no se da cuenta. Siempre es más fácil que cojan a una paya, y más ahora”, relata.

El racismo, como en muchas de sus amistades, sí ha tenido una presencia directa en su vida cuando vino de Mallorca y comenzó a salir con un chico de su pueblo. “Su familia se opuso sólo porque era gitana”. Ahora todo esto está superado y vive con su novio, de su misma étnia, “que aunque no estemos casados, para nuestros padres es más que ser pareja. Somos marido y mujer”, argumenta. Los comentarios que escucha en la calle son quizás lo que más le duele, “pero al final te acostumbras porque no vas a estar peleándote con todo el mundo”. Por eso cuando alguien le dice que su familia vive en un barrio de gitanos se limita a preguntar: “¿y?”.

Daniel y Antonia forman parte de la comunidad andaluza y también de la gitana, dice el presidente Juan Reyes, “porque las personas se abren camino y todas terminamos participando de todo, pese a tener nuestra cultura propia y nuestras tradiciones”. No hay compartimentos estancos, no hay una sola identidad; “sólo hace falta que las políticas de inclusión funcionen”, dice Beatriz Carrillo.

En Andalucía viven actualmente entre 245.000 y 285.000 gitanos (más de un tercio de la población gitana en España), con una presencia importante en Granada (60.000-75.000), seguida de Sevilla (50.000-58.000) y Cádiz (40.000-44.000). De ellos, un 5% vive en la marginalidad completa, el 70% no tiene finalizados los estudios de Secundaria Obligatoria, el 13% es analfabeta y el 71% tiene trabajos temporales, la inmensa mayoría por cuenta ajena. La crisis no ha ayudado, apunta Juan Reyes, “a mejorar estas cifras” y sí, dice la responsable de Fakali “a consolidar estereotipos”. Por eso un día como hoy es tan importante hacerse visibles y reclamar su participación en una sociedad igualitaria.

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