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El Rubio, de la Orden de Santiago a la resurrección bajo las aguas

Imagen aérea del núcleo urbano principal de El Rubio.

Fermín Cabanillas

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En octubre de 2018, los oídos de muchas personas comenzaron a acostumbrarse a escuchar el nombre de un pequeño pueblo situado en la Sierra Sur de Sevilla, llamado El Rubio. Y no fue por algo positivo. Cuando ese mes comenzaba a despedirse, una riada, la mayor que los mayores del lugar recuerdan, arrasó con todas las comunicaciones por tierra de la localidad. Sus casi 3.600 habitantes se quedaron completamente aislados. Aquel día, empezó la resurrección de ese pueblo, al que hasta la ministra de Defensa, Margarita Robles, acudió en persona para ver cómo el Ejército instalaba un puente para que los vecinos pudieron entrar y salir de la localidad.

Fueron unos días muy duros, que el alcalde, el socialista Rafael de la Fe, recuerda como los peores no solo de su mandato, sino de su vida. Llegar a Écija, Osuna, Marinaleda y Estepa era imposible, igual que llegar a los olivares del pueblo (los que quedaron en pie) para que la gente pudiese trabajar.

Porque el olivar es la principal fuente de riqueza de este pueblo, situado a un centenar de kilómetros de la capital sevillana, uno de esos pueblos que ha perdido población en los últimos años, y lucha por seguir manteniendo su identidad en todo momento.

Sus orígenes

Pero eso es El Rubio de hoy día. La historia del pueblo tiene muchos matices, mucho de leyenda y datos históricos que se han perdido con los años, pero se cree que su nombre podría estar ligado a un antiguo asentamiento romano, aunque parece más claro que provenga de un antiguo apellido que dio nombre a un cortijo, el cortijo de El Rubio. Se trata de un edificio que apareció en repoblaciones conquistadas a los árabes, pero en todo caso, sí está documentado que el territorio que hoy ocupa fue dado a una orden de Caballería, la Orden de Santiago, que aparece en el escudo del pueblo.

El pueblo peleó por su independencia de Osuna hasta principios del siglo XX, y ya entonces hablan las crónicas de que comenzó a afectarle la despoblación de la comarca y los pueblos españoles de interior. En 1900 tenía 2.500 habitantes, cifra que va fluctuando hasta alcanzar su techo en 1940 (6.500). Cuando, tras la dictadura, los rubeños se acercaron a las urnas, había 3.600 vecinos, más o menos la cifra actual.

La lucha por el suelo industrial

En la actualidad, El Rubio intenta salir adelante aportando suelo industrial a las empresas que se quieran asentar en el pueblo. Es una doble batalla, porque hay que conseguir el suelo y luego convencer a las grandes firmas de que ese rincón es perfecto para emprender.

Pero no es fácil. Salir adelante en un pueblo pequeño de la Sierra Sur sevillana con recursos propios es complicado, de ahí que retener a la juventud sea el principal caballo de batalla en el pueblo. Carmen Torres, la presidenta de la AMPA Miguel de Cervantes del colegio del pueblo Miguel Borrego, cree que en estos 40 años han habido momentos clave, “como la creación del instituto, que hizo que los chavales del pueblo no tuviesen que ir a Estepa a estudiar”.

A sus 45 años, Carmen trabaja en una fábrica de muebles de la localidad, y señala entre las ventajas de vivir allí que, por ejemplo, “hay servicios gratuitos, como el gimnasio, pero es verdad que hay pocas opciones para los jóvenes. Normalmente, para divertirse, van a un centro comercial de Écija, pero hay que entender que para vivir y estudiar se vayan fuera del pueblo”.

Con ella coincide Lola Carvajal, profesora de matemáticas en un instituto astigitano. A sus 42 años, se mudó con su marido a El Rubio desde su Sevilla natal, aunque los fines de semana vuelve a la capital hispalense. “La principal ventaja de un pueblo como este es que hay muchas actividades gratuitas para los niños en deporte, algo que es raro ver en una capital”, explica. Aunque ella asegura que no tiene mucho tiempo libre, entre atender a las clases y su familia, sí pone el énfasis en que un pueblo pequeño puede ser ventajoso a la hora, por ejemplo, “de ir andando a todos los sitios, y de la tranquilidad que da tener todo a la mano y a los abuelos cerca si hace falta”.

Una pelea a corto, medio y largo plazo

El alcalde, tiene claro que la pelea hay que ganarla “a corto, medio y largo plazo, que son las políticas que se aplican en un pueblo como este. A corto plazo, en el día a día de los vecinos, con la factura de la luz o el que tiene un problema con una farola que no enciende; a medio, con las actividades que se preparan, para mejorar la feria o la cultura del pueblo; y a largo, en el trabajo que se basa en la obligación de dejar un pueblo mejor del que cogimos, porque tengo claro que tras de mí vendrá otros que seguirán ese legado”.

En 40 años, El Rubio ha crecido en su término municipal, han nacido nuevas calles, pero también se han quedado vacías casas de personas que han buscado otros horizontes. Esas casas no están al alcance económico de los jóvenes y por eso, para ellos, se trabaja en la construcción de 20 viviendas con buenas condiciones para ello.

Hace dos años, El Rubio se quedó sin dos puentes, dos campos de fútbol, el pabellón de deportes, una carretera y 60 huertos sociales. Hoy ha revivido. Su alcalde no había nacido cuando sus vecinos votaron por primera vez, y ahora intenta que los rubeños y rubeñas crezcan en sus calles. La pelea es difícil, y la lucha, diaria.

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