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El cambalache de los Eres

El juicio contra Chaves y Griñán por los ERE continuará el 9 de enero con las cuestiones previas

Juan José Téllez

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El banquillo de los acusados, en la audiencia provincial de Sevilla, espera que Enrique Santos Discépolo saque lápiz y papel para escribir la letra de “Cambalache” frente a la impresionante hilera de imputados en la pieza política de los Ere fraudulentos: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ Ignorante sabio o chorro/ generoso o estafador”. La justicia es igual para todos, dicen, aunque llegue tarde. Y el imaginario colectivo, también: todos son culpables, mientras no se demuestre lo contrario. El informe Caritas –esa prueba del algodón que examina los rostros para intuir las procesiones que van por dentro—desvela sin embargo que los maquiavelos sonríen como si la cosa no fuera con ellos y quienes creen en el honor pintan como si les estuvieran paseando por las calles de España portando el sambenito del Santo Oficio.

Quien no llora, no mama. Quien no roba, es un gil. Eso sentencia el tango. Los alegatos de las acusaciones y de las defensas se entrecruzan como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches. Si ahora sabemos que existe la posverdad, también hay una pre-verdad en este caso, la que en el trazo grueso con que las noticias se convierten en chascarrillos puede llegar a equiparar a un mangante que haya metido de rondón a su clientela en cualquier regulación de empleo o los técnicos que redactaron un decreto que luego apareció publicado en el BOJA, con todos los parabienes del Parlamento de Andalucía o del Consejo de Gobierno de la Junta.

Esa pre-verdad, sostenida en un auto que es muy complejo y que alcanza por igual cumbres judiciales y abismos propagandísticos, ha provocado que, a mayor rentabilidad electoral, algunos pretendan establecer carreras de saco entre este cúmulo de malsanas irregularidades y la irregularidad en estado puro que parece desprenderse de los distintos sumarios que componen la trama Gurtel. Aun sin sentencia de por medio en ninguno de esos casos, son iguales de graves, pero son distintos. Nadie parece pensar que, por ejemplo, los ex presidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, lleven los bolsillos sucios y, mal que bien, dimitieron en su día, prejubilándose de la política por los errores que, como políticos, cometieron al confiar en quienes no debieron haber confiado. Del PP, ni hablemos, con sus propias siglas en los pliegos de acusación de la red de Correa, mientras algunos nombres salen del plasma para orillar en la misteriosa libreta de Bárcenas.

Tampoco hay que ponerse estupendos a la hora de contabilizar los millones del mangazo. En el caso de los Ere se ha llegado a hablar de mil, porque en algunos ábacos mediáticos y políticos figura el monto total de dichos expedientes suscritos en su día y no la cantidad realmente defraudada. A saber, el Tribunal de Cuestas cifró el menoscabo de fondos públicos en 112 millones, que ya son millones. En su momento procesal, habrá que ver si esto es cierto. O si lo es totalmente. 44,7, al menos, aparecen ya acreditados como el importe de las ayudas indebidamente pagadas a 47 empresas y a 6 ayuntamientos. Los intereses por si solos ya se han multiplicado hasta 4,1 millones, pero aparecen 64,3 comisiones indebidas para aseguradoras, que también están en cuestión porque en otras comunidades se ha llegado a pagar mucho más dinero de comisión por servicios similares. Como parece también que el propio Gobierno central ha jugado con estas mimas marcadas y no sólo en la franja pirítica de Huelva.

Ahora, lo que se trata de saber es si, por parte de la Junta de Andalucía, existió un contubernio para escapar al control de inspectores, interventores y demás expertos. Que si se trataba de consolidar una red clientelar mediante la concesión de ayudas sin cumplir trámites debidos de publicidad y concurrencia. Que si los altos cargos que ahora se arremolinan en la sala de vistas participaron de un complot criminal o tan sólo cabe reprocharles que no fueran capaces de dar caza al zorro que estaba devorando las gallinas de la honorabilidad de las instituciones implicadas.

Es la primera estación del largo via crucis que les aguarda a muchos de ellos. Luego, vendrá el juicio por otras piezas sumariales de este mismo caso. La instrucción que inició la jueza Mercedes Ayala, ha sido larga y procelosa. Con luces y con sombras, muy al contrario de como quisieran valorarla los partidarios acérrimos y los acérrimos detractores de la jueza. Podría decirse que la magistrada práctica bien las analiticas pero podría fallar a veces en los diagnósticos. La pena es que ahora y hasta el mes de enero, quienes deban juzgar este asunto no van a estar plenamente dedicadas a este asunto, por falta de recursos técnicos, humanos  y presupuestarios, digo yo. No les vendría mal que les arrimaran cualquier refuerzo para centrar su atención en todo este embrollo en el que todos nos jugamos algo.

Sobre todo, el dinero público que fue a parar a manos indebidas. Convencido estoy de que en este cambalache hay chorizos, pero no lo son todos. Lo peor es que los choros, como apunta “Cambalache”, se lo van a llevar calentito y dudo que podamos recobrar siquiera una parte de ese botín salido de nuestros impuestos para evitar que el cierre o los recortes de plantilla en determinadas empresas se pagaran tan sólo con el despido barato de sus trabajadores. Mientras unos perdían su trabajo, otros anticipaban su jubilación. En las sombras, seguro que hubo consejeros que aconsejaron mal. Y políticos a los que gustaba convertir a sus paisanos en marionetas. Otros estuvieron, apuesto a ello, mal aconsejados y pasaron a ser títeres de un destino que no tendría que haber sido el suyo.

Pareciera como si estuviéramos a punto de escuchar a Gardel, cantarnos de nuevo que cualquiera es un ladrón y cualquiera es un señor, que los inmorales nos han igualado. Pero eso ya lo sabíamos. Qué falta de respeto. Qué atropello a la razón.

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