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Los colchones de la Moncloa
No es tan poético como 'Los puentes de Madison', pero esto no es una columna de amor, solo una historia de colchones, incluso, por seguir con el cine, de colchones lejanos.
Según cuenta su protagonista, lo primero que hizo Pedro Sánchez al llegar a La Moncloa fue cambiar el colchón; yo hubiera hecho lo mismo. Por muchos motivos, pero sobre todo porque, según dice la tradición, dos que se acuestan en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. Y no se dice que tenga que ser a la misma vez, juntos, es decir, el colchón importa, imprime carácter.
Supongo que también cambiaría de cocinero, los gustos alimenticios tampoco tienen que ser los mismos. Según parece, Pedro Sánchez es mucho de chuletón al punto. Hubiera jurado que ese tipo que luce por Europa era más de lenguado a la plancha.
Eso ha dicho, provocado por otra afirmación que nunca se había producido. Corrían por la corte a decir, con algazaras y sus tintas, que el ministro Garzón nos iba a quitar de la carne y que así estaba atacando a un sector tan patrio como el ganadero intensivo, más vacuno y porcino blanco que otra cosa.
Sus compañeros habituales también saltaron al asadero defendiendo las virtudes del consumo patrio de carne –mucha de importación–, a brochazo gordo limpio, sin más argumento que lo había dicho un comunista, que, por cierto, no había dicho lo que decían que había dicho. Incluso uno de los del equipo crítico habitual se atrevía a una excursión histórica –que no resiste la evidencia paleoantropológica– sobre el consumo de carne a lo largo de la humanidad, sin más impedimento que su ignorancia.
El consenso de la ciencia y los organismos internacionales les dan la razón al ministro y se la quitan a patriotismo de chuletón
Simplemente con una navegación somera sobre la Historia de la Alimentación de Jean-Louis Flandrin hubiera tenido suficiente aunque podría haber consultado también obras y recetarios, desde Apicius al Anónimo Andaluz traducido por Huici Miranda y otros más de tan fecunda literatura.
En fin, que de pronto salió a la luz un país negacionista de la evidencia científica en materia de medio ambiente y alimentación sostenible, como primos de Rajoy, y solo por una revuelta ad hominem contra la persona de un comunista. Pero el consenso de la ciencia y los organismos internacionales le dan la razón al ministro y se la quitan al patriotismo de chuletón.
Sánchez, a lo Torrente, desgranó públicamente su fisiología del gusto chuletero porque le salió del alma o porque se lo susurró su ahora cesado spin doctor. Sobre gustos no hay nada escrito; sobre salud, mucho. Ibn Zuhr, o Avenzoar, el médico sevillano de moda en la Europa en el siglo XII, en su Tratado sobre los Alimentos, Kitab Al Agdiya, ya nos advertía de que los asados no eran nada buenos y eran difíciles de digerir. Hasta en la dieta de Atapuerca –reconocen los antropólogos– ya se observaban estos malos hábitos. Las enfermedades del consumo excesivo de carne, hasta ahora, habían sido cosa de reyes, hogaño también de nuevos ricos. Pero bueno, no me extenderé, será para otro día.
Creo que Pedro Sánchez ha resbalado con ligereza en la confesión de sus preferencias; no era pertinente y ni siquiera a efectos de los que quisieron ver en su gesto un adelanto de los perfiles de su remodelación de Gobierno pro caída de su ministro.
La defensa non petita del chuletón de Sánchez ha quedado a la altura de otras defensas chulescas de la derecha mesonera de vinos, copas y puros
Primero, ha debilitado a su Gobierno transmitiendo una sensación de desgobierno interno y falta de confianza; segundo, ha perdido reputación al contradecirse con sus propios proyectos, presentados a bombo y platillo semanas antes, el Plan España 2050, donde se dice lo que el ministro de Consumo sí dijo; tercero, ha quedado al descubierto frente al consenso institucional internacional y sus grandes retos y compromisos, es decir, OMS, FAO, el Acuerdo de París, la Comisión Europea y un largo etcétera tanto en materia de salud del cuerpo como ambiental.
Sánchez no duerme en el mismo colchón que Aznar y Rajoy, pero no debe ser el colchón sino el dormitorio, una especie de aura escénica. La defensa non petita del chuletón ha quedado a la altura de otras defensas chulescas de la derecha mesonera de vinos, copas y puros. Alguno podría hasta pensar que los tres son de la misma condición, dieta y maneras, y que pronto podrían aparecer en otra foto actualizada de Casa Lucio. O incluso que el PSOE es omnívoro.
Y todo por un chuletón.
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