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Los días del olvido
Olvidar es un proceso, no se suele olvidar todo con el tiempo ni algo de una sola vez, salvo que se presente algún acontecimiento traumático, y la sociedad genera más dolor que traumas, pues todo lo que sucede en el espacio de su convivencia es más el resultado de lo esperado que la imprevisibilidad de un accidente.
Por eso el día 9 de marzo comienza para el machismo con la necesidad de olvidar todo lo vivido cada 8 de marzo, y por la misma razón todos los 26 de noviembre empiezan dándole la espalda a las conmemoraciones que se reúnen alrededor del 25N.
Los machistas no quieren que se hable de violencia de género e Igualdad, es algo similar a lo que ocurre tras cada uno de los asesinatos de mujeres cuando el día que sigue al homicidio comienza con esa intención de olvidar. Porque olvidar también se decide, como se decide recordar.
Y del mismo modo que se pueden desarrollar determinadas estrategias para recordar y memorizar algunas cosas a través de la repetición, la asociación o de ciertas reglas nemotécnicas, también se puede hacer un “olvido activo” jugando con los elementos de la realidad que permiten fragmentar lo ocurrido y dispersarlo por el resto de los acontecimientos. Y para ello es especialmente útil la justificación que oculta el hecho bajo sus circunstancias, y el silencio, que hace lo que la repetición para la memoria pero al contrario, de manera que lo que se calla termina por no ser conocido, de lo desconocido se pasa a la inexistencia, y de la inexistencia al olvido es cuestión de días.
Es lo que sucede con la violencia de género y sus femicidios.
Al final el olvido consigue su objetivo y la sociedad vive al margen de esta violencia, tal y como demuestra el Barómetro del CIS cuando sólo para el 1’8% de la sociedad es un problema grave que maten a 60 mujeres cada año y maltraten a 600.000. Sólo desde ese olvido se puede entender tanta pasividad y distancia a una realidad que unos días antes, cuando el homicidio era noticia, ocupaba la conciencia social y llenaba de dolor y tristeza las caras de quienes la miraban.
Ese olvido es el que hace que cuando se produce un femicidio la información comience con esa frase hecha que lo presenta como un suceso ajeno al día a día del machismo. Nos dicen “un nuevo caso de violencia de género…” como si el asesinato apareciera desde la nada, y como si la violencia de género sólo fueran los homicidios.
Al final es la sorpresa y la incomprensión, junto al dolor y la tristeza, quienes acompañan la noticia, lo cual hace fácil el olvido al unir el ejercicio interesado y activo que evita el recuerdo, y esa respuesta emocional que lleva a querer dejar atrás lo ocurrido, porque no hacerlo significa enfrentarse a todo lo que lo hace posible, que no es el golpe del agresor, sino el machismo de toda la sociedad y la identidad que crea en cada uno.
Por eso el día 9 de marzo es el día de empezar a olvidar todo lo que se ha dicho, todo lo que se ha recordado, todo lo que se ha reivindicado por las calles y las aceras de nuestras ciudades y pueblos para acabar con la desigualdad y la violencia de género. Y cuanto más se pida y se movilice la sociedad, más se olvidará para que nadie supere el momento de la conciencia.
El día 9 de marzo, también el 10, y el 11, y abril, mayo, junio… la agenda de los días se llena de lo “importante” y “prioritario”, y las miradas se vuelven a encerrar en esos hogares oscuros donde anida el machismo y pernocta la violencia. A partir de ese día el “problema de las mujeres” se limita al “accidente” de cada asesinato envuelto por unas circunstancias que llevan a que un “hombre bueno” termine matando a su mujer.
Y así año tras año, con su 8 de marzo, su 25 de noviembre y sus 363 días restantes, como si no pasara nada mientras ocurre todo. Porque cada año son 60 nuevos hombres los que asesinan a sus parejas, ninguno de ellos había matado el año anterior y ninguno lo hará al año siguiente, todos ponen el punto final a la violencia que venían ejerciendo desde tiempo atrás con el asesinato de la mujer. Pero nadie de sus entornos sabía nada hasta que no la mata, todos habían olvidado los gritos que escuchaban, los golpes que traspasaban las paredes, las súplicas de la mujer… Es lo mismo que le sucede a la sociedad cuando olvida esos 60 asesinatos de mujeres, y cuando se sorprende de que ocurra cada uno de ellos sin haber hecho lo suficiente para evitarlo.
Todo forma parte de ese olvido impuesto con el silencio, la justificación de las circunstancias y la dispersión entre el resto de acontecimientos, porque esa es la estrategia del machismo, situar la realidad en un presente continuo para separarla de la desigualdad histórica y de la cultura que la normaliza. Por eso su interés en que no se mire al pasado, tan de moda en estos días, sin esa perspectiva cada homicidio y cada acontecimiento vendrá explicado por lo inmediato y luego se olvidará cuando cambie el escenario.
Pero la historia que nos recuerda cada 8 de marzo es diferente: mata el machismo, los machistas sólo ejecutan la conducta y la decisión que construyen sobre esas referencias. Acabar con la violencia de género exige, por tanto, no olvidar de dónde venimos y acabar con el machismo para llegar a la Igualdad.