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Riña de gatos altaneros
Como dijo en su día Giulio Andreotti, ex presidente italiano, el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene, como demuestran estos días los partidos de la izquierda española, que están tirándose de los pelos (en el caso de Iglesias hay donde agarrar) por un quítame allá esas pajas, que al final es todo una cuestión de onanismo, que están todos muy enamorados de sí mismos, la verdad es que sin razón. Por si no fuera suficiente la riña de gatos entre PSOE y Podemos, en cada uno de ellos han aparecido nuevos contrincantes internos que opinan que su partido no está suficientemente a la izquierda o a la derecha, o incluso suficientemente al centro.
Así, en el PSOE hay pedristas, susanistas y patxistas que se enfrentarán en un fraternal duelo a muerte en primarias, mientras que en Podemos han surgido los pablistas, los iñiguistas, los urbanistas y los bescansistas, defensores todos ellos de su Verdad Absoluta, que no es otra que los demás son todos unos mamones.
Por todo ello, sin riesgo a equivocarme, puedo anunciar y anuncio a los votantes de izquierda, y siento ser yo el que lo diga, que debéis abandonar aquí y ahora toda esperanza de que la derecha patria deje de gobernar este nuestro pobre país en las próximas dos décadas, en el mejor de los casos. Que en el peor, tendremos Rajoy (o Doña Finiquito en su caso) hasta que la Humanidad colonice la Luna.
Entonces, para gran sorpresa de todos nosotros, se descubrirá que todos nuestros amados líderes de la izquierda estaban allí, concretamente en la cara oculta de la Luna de Valencia, siguiendo con su fecundo debate de si los gatos deben ser negros o blancos para mejor cazar ratones, como ya dijo hace décadas el jefe de todas las castas, Felipe González, cuando renunció al marxismo en aras de conseguirnos un Estado del Bienestar pactando con las fuerza muertas de este país. En su descargo, diré que la frase no era propiamente suya, que se la había copiado a Deng Xiao Ping, líder de la República Popular China en la década de los 70, el precursor de la apertura económica del país.
Sobra soberbia
En esto de la caza, tiene ya mucha experiencia Pedro Sánchez, que, habiendo sido cazado ya dos veces, anuncia que se presenta otra vez para secretario general del PSOE, ya que sólo Él, desde la izquierda más pura, puede sacar al país de las garras de Rajoy. Al parecer todavía no se ha enterado -es lo que tiene la soberbia- que quien ganó las elecciones fue el PP, pero por mucho, y que quien le puso el cebo en la ratonera fue precisamente Pablo Iglesias. No sé de dónde saca que el líder de Podemos no le va a dar otra vez gato por liebre como aquel aciago 2 de marzo de 2016, cuando facilitó que Rajoy fuera el presidente. Fue Iglesias quien apretó el gatillo que acabó con Sánchez.
También va sobrado el antedicho Amado Líder de Podemos, que no se ha enterado tampoco de que el PP le ganó las elecciones casi por 70 parlamentarios, que no es lo malo, que bastante peor es que los socialistas les sacaran 15 diputados cuando ya estaban con las tripas fuera. Tampoco puedo imaginar cómo deduce que a la tercera las cosas le van a ir mejor. Ambos eximios dirigentes se deberían aplicar lo que dijo Einstein sobre la locura, que es hacer lo mismo una y otra vez esperando distinto resultado. Yo cambiaría locura por estupidez.
Como soy gato escaldado, que hasta del agua fría huye, sería una verdadera estulticia por mi parte creer que a estas alturas los partidos de la izquierda recobraran el sentido común y exigieran la retirada de tan recalcitrantes perdedores. Mucho más improbable es que dejaran de buscarle tres pies al gato, hicieran causa común y plantaran cara al Gato con Botas antes de que arrample con el país entero. Y además que nos exija que le demos las gracias tras lamerse con fruición sus parte nobles.
Como sigan así, van a conseguir que los representantes de la izquierda española pinten menos que los pongos en forma de gatos de porcelana, esas figurillas brillantes pero inútiles que se compran en los chinos y que se quedan con el puño en alto cuando se le agotan las pilas. No cazan mucho, es verdad, pero tampoco sueltan pelo. Al final la única pregunta que nos haremos es la misma que cuando el cuñado nos regala de buena fe una de esas cosas: ¿Y esto, dónde lo pongo? Pues en la repisa del retrete del Congreso de los Diputados.