De la revolución sexual de los 60 a las conservadoras 'guerras de género' actuales

Asistimos a la expansión de una oleada reaccionaria, que no es nueva, sino que viene gestándose durante décadas con diferentes etapas y actores, aglutinando organizaciones de todo tipo (partidos, instituciones públicas y privadas, religiosas…), de ámbitos muy variados (político, jurídico, académico o educativo). Un entramado con múltiples interconexiones que, pese a la diversidad existente en los distintos países y regiones, ha conseguido una notable difusión e internacionalización de sus discursos y propuestas, en los que la lucha contra la llamada ideología de género ocupa un lugar fundamental, cuestionando los avances feministas en igualdad; los logros en derechos sexuales y reproductivos, oponiéndose al aborto; en educación y diversidad sexo-genérica; o negando la violencia machista, atribuyéndosela solo a los migrantes. Cuestiones que cada vez vinculan más con otros discursos y propuestas antimigratorias, absolutamente racistas.

J. Butler se pregunta ¿Quién teme al género? (2024), elaborando una cartografía de quienes, desde una retórica alarmista, apelando al ataque a la identidad de hombres y mujeres, la familia y la infancia, intentan retrotraernos al régimen patriarcal tradicional, con identidad sexual inmutable, binaria y jerarquizada, naturalmente. Una cartografía que abarcaría, desde los 90, las Iglesias Evangélicas de Latinoamérica, cada vez con mayor influencia en África, y al propio Vaticano, de Juan Pablo II al Papa Francisco. Apoyos claves para que Bolsonaro pudiera gobernar Brasil y Milei Argentina… En EEUU esa ola iría de Reagan a Trump, criticando los derechos por la igualdad y la diversidad sexual por su elitismo y “europeidad”, llamándolo despectivamente feminismo woke. A ello se añade la influencia que la Iglesia Ortodoxa ha ido tomando tras la caída de la URSS, apoyando a Putin en Rusia, Orban en Hungría o Nawrocki en Polonia, contra los derechos por la igualdad de género, la diversidad sexual o la interculturalidad, apelando a sus propias tradiciones y soberanía nacional. Butler se refiere también al avance del lepenismo en Francia, al éxito electoral de Meloni en Italia, a Hazte Oir (2001), su plataforma internacional CitizenGo y la aparición de VOX (2013) en España, destacando que las interconexiones entre unos y otros son numerosas, uniendo como hemos visto, género, familia, migración, raza y nación.

N. Alabao examina también el escenario global de las políticas antigénero, compartiendo con Butler qué actores (del Norte y Sur Global), conexiones internacionales y pluralidad de protagonistas de distinta naturaleza, estarían impulsando esas ofensivas antifeministas,  confluyendo incluso con el feminismo más trans-excluyente (TERF), en Inglaterra y España. Alabao, partiendo además de la revolución sexual de los 60, la nueva izquierda, movimientos sociales del 68 y los 70, da mayor alcance temporal al proceso de configuración de las derechas, como reacción al éxito social del discurso progresista y liberador de esos años. Toda una contrarrevolución en los años 80 y 90, con sus discursos y propuestas liberales y neoliberales, hasta la contrarrevolución actual de las derechas radicales, Alabao (2025) (“Las guerras de género. La política sexual de las derechas radicales”), con su contradictoria diversidad y sus límites políticos. Estaríamos entonces ante una oleada reaccionaria bien interconectada internacionalmente, defendiendo un retroceso en políticas sexuales para el que no tienen en muchos casos mayorías suficientes, conformando alianzas y coaliciones en las que poder incluir parte de su ideario y algunas de sus propuestas, intentando ganar apoyos. Las consecuencias, por tanto, de esa oleada en cada sitio serían desiguales, presionando para eliminar o frenar ciertos avances, limitar la financiación o el acceso a los recursos necesarios, etc. Pero sus discursos de odio generan malestar social, antifeminismo e incremento de la violencia hacia los colectivos más empobrecidos, racializados y estigmatizados.

Hay que seguir debatiendo y respondiendo a los discursos del miedo de las derechas, agudizando también el enfrentamiento entre mujeres y hombres, considerándoles damnificados, tratando de distanciar a los más jóvenes del feminismo

Pretenden ir ganando apoyos, con un discurso de derechas alternativo y competitivo en plena crisis neoliberal, desviando la atención de las fracturas sociales ocasionadas por los recortes al estado de bienestar, la recesión de 2008, la pandemia del 2021, la guerra de Ucrania y la inhumanidad del genocidio en Palestina. Desviar la atención de los miedos reales a perder derechos en Sanidad y Educación, a la precariedad, la falta de vivienda, la pobreza y la exclusión, a la guerra y a tantas muertes injustas en las fronteras, generando otros pánicos morales (pérdida de roles identitarios tradicionales, respaldo familiar, creencias..), creando un enemigo interno (feministas, minorías sexuales…) y externo (migrantes, musulmanes,..) al que dirigir la rabia y la inseguridad, en vez de enfocarlas hacia quienes nos arrebatan nuestros derechos.

Estas guerras de género venimos sufriéndolas desde hace tiempo el feminismo de base andaluz, liderado por una perspectiva feminista menos identitaria y más inclusiva, tratando de articularse cada vez más  interseccionalmente, uniendo las luchas por los derechos sexuales con las de otros derechos fundamentales (educación, sanidad, trabajo digno, vivienda,..) y la libertad sexual con otras libertades (de circulación, opinión, manifestación, organización,...), hacia una sociedad radicalmente más justa y democrática, mostrando que el feminismo, la igualdad sexo-genérica, debe ser para todes y no solo para quienes se perciben clases medias, con acceso a ciertos recursos sociales, económicos y/o políticos.

Desde APDH-A apostamos por un feminismo inclusivo, con amplias alianzas interseccionales, que vaya desmontando la retórica alarmista de las derechas, contra los derechos sexuales y reproductivos, apelando ahora a las bajas tasas de natalidad; contra la población migrante, temiendo que pudiera llegar a sustituirnos y de quien dicen habría que proteger las mujeres, o contra las disidencias sexuales, sospechosas de pervertir menores. Hay que seguir debatiendo y respondiendo a los discursos del miedo de las derechas, agudizando también el enfrentamiento entre mujeres y hombres, considerándoles damnificados, tratando de distanciar a los más jóvenes del feminismo.