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La semana de la negociación: qué podría pasar el día después del 22M

Los candidatos a la presidencia del PP-A, IU y PSOE-A.

Olga Granado

Dos cosas son casi seguras tras el 22M: tocará negociar y la constitución de una comisión de investigación sobre la corrupción –el PP-A, Podemos, IU, Ciudadanos...– marcará el primer año. De este modo, el gobierno “sólido” que buscaba Susana Díaz con la convocatoria de elecciones autonómicas tendrá que pasar casi con toda probabilidad por la espera de una abstención, si se cumplen los pronósticos de las encuestas conocidas en la precampaña y en la campaña, porque ninguna da mayoría absoluta a nadie (y sí otorgan todas ventaja a los socialistas).

Durante estas semanas, las distintas fuerzas han ido marcando posiciones sobre posibles alianzas, pese a que como punto de partida todos quieren ganar y no creen que toque hablar de otra cosa todavía. En cualquier caso, del “no” rotundo de algunos se ha pasado al “quizás” dentro de un escenario que pinta con la forma de mesa de diálogo. Tras el 22M, llegará el reto del acuerdo.

No tiene por qué ser un pacto de gobierno, sino que puede quedarse en la investidura, y que el ganador mande en minoría merced a la abstención en la segunda vuelta de otros, con las complicaciones de verse obligado a negociar en el futuro en un Parlamento de Andalucía donde se vaticina la entrada de hasta cinco formaciones en la nueva legislatura.

Lo más difícil sería aprobar los presupuestos autonómicos, la ley más importante del año. Tampoco es descabellado que el pacto de gobierno se haga esperar a que se celebren las municipales y las generales para tener más herramientas de presión, y que, en ese intervalo, haya un mandato en minoría. En vista de ese nuevo escenario, los partidos intentan sembrar dudas sobre sus rivales aludiendo a sus hipotéticos compañeros de cama en el futuro mientras marcan sus líneas rojas para cuando toque pactar. Por lo menos, mientras dure la campaña.

Hay tres claves –al menos– a tener en cuenta. La primera es que la composición de la Mesa de la Cámara suele usarse como útil elemento de negociación a la hora de salir investido. Tiene cierto poder de decisión y sus componentes, además, cobran más. En segundo lugar, que luego están las citadas elecciones municipales y, sobre todo, las generales, que también son elementos que pueden influir en las negociaciones, ya que las alianzas en Andalucía pueden (o no) pasar factura en los comicios siguientes.

Y la tercera clave que hay que tener presente es que las alianzas en la oposición –básicamente para frenar leyes– también tienen un precio. Basta con recordar la legislatura de la pinza que sufrió Manuel Chaves por parte del PP-A e IU. Eso quiere decir que no saldría gratis que, por ejemplo, el PP-A y Podemos tumben sistemáticamente leyes del PSOE-A si este gobierna en minoría, o que los socialistas y los de Pablo Iglesias hicieran lo propio si los populares –menos probable– mandaran.

He aquí los dos escenarios más previsibles según las encuestas, y teniendo en cuenta, eso sí, que en el caso de IU y Podemos su decisión la someterían a referéndum de la militancia:

Si gana el PSOE-A (lo más probable, según los sondeos)

(Las encuestas les han dado entre 40 y 48 escaños). Desde luego, las negociaciones no van a ser iguales con 40 diputados que con 48. En cualquier caso, llevaría las riendas Susana Díaz, con experiencia en estas lides. Sin ir más lejos, fue protagonista de las que permitieron el pacto con IU en la legislatura rota prematuramente. Ya se lo ha advertido a José Bono, cuando el exministro del PSOE proponía consolidar en el partido una política de pactos. No aceptará que nadie “interfiera” en su política de pactos, a los que en cualquier caso espera no tener que recurrir.

Con pacto de gobierno. Susana Díaz, que insiste en que no quiere hablar de pactos, sí ha dicho que no lo haría ni con el PP-A ni con Podemos, por lo que, si no cambia de idea, sus posibilidades serían IU o Ciudadanos. El problema es que uno de estos dos partidos tendría que sacar escaños suficientes para darle mayoría absoluta. Porque la otra opción sería un improbable tripartito, en el que muy difícilmente entraría IU por su distancia con Ciudadanos.

Con Ciudadanos, que continúa creciendo en posibilidades en las encuestas, el PSOE-A ha demostrado sintonía, y viceversa. Ya pactaron por el Gobierno municipal de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). De hecho, el candidato a la presidencia de Ciudadanos, Juan Marín, ha dicho que cualquier pacto en la Junta de Andalucía sería “muy similar” a ese de Sanlúcar de Barrameda, o sea, llegar a acuerdos con partidos que respalden las reformas que proponen: “Creo que la experiencia fue positiva para la ciudad, y el planteamiento que se hizo en 2007 es el mismo que plantea hoy Ciudadanos”.

Sobre un pacto con el PSOE-A ha dicho también que “si da un giro de 180 grados en sus políticas y decide que ahora le parecen bien las comisiones de investigación, las auditorías o que va a dejar de despedir a trabajadores del sector público...”. Sin embargo, no hay que olvidar que los amigos en territorio municipal no tienen por qué funcionar bien en terreno autonómico. Sobre todo cuando la distancia ideológica les separa en puntos clave del programa (por ejemplo, la sanidad universal).

Con IU ocurre que su hipotética entrada de nuevo en el Gobierno de Andalucía estaría demasiado condicionada, no solo por el resquemor de la ruptura del pacto que mantenían hasta hace nada las dos fuerzas, sino por el peso de la dirección nacional y su voluntad o no de dinamitar de nuevo esta opción (entra en juego la tercera clave mencionada). En este sentido, IU está todavía muy dolida. Ya dijo Antonio Maíllo que “Susana Díaz no es de fiar” –frase que han hecho suya otras formaciones–. Ve “muy complicado” volver con Susana Díaz.

Otros, como el exvicepresidente de Andalucía, Diego Valderas, son menos beligerantes, propio también de un hombre que negoció el pacto de 2012. Valderas entiende que los “puentes” están “bombardeados” (tomaba la metáfora que empleó el PSOE-A para decir que no rompían del todo la opción de nuevas negociaciones con la coalición de izquierdas), pero no cierra la posibilidad de una reparación. Por el contrario, el secretario general del PCA, José Manuel Mariscal, aboga por “un proceso de transformación”, puesto que “hay que constituir nuevas mayorías alternativas al bipartidismo”.

Sin pacto de gobierno. Los socialistas tienen la opción –siempre menos deseable para esa estabilidad– de un gobierno en minoría, que sería, de todas, la opción más probable. Basta con recordar lo dicho hasta el momento tanto por el PP-A como por Podemos, que serían segunda y tercera fuerza, respectivamente, según las encuestas. A Susana Díaz le bastaría con que una de las dos fuerzas se abstuviera para su investidura, en la segunda vuelta, porque votar sí en la primera es un gesto que difícilmente le concederían. El PSOE-A tiene por ello muchas opciones de gobernar en minoría con relativa tranquilidad hasta que llegue el momento de elaborar los presupuestos autonómicos –normalmente a partir de octubre– y se lo pueden poner complicado el resto de las fuerzas del arco parlamentario sin que les suponga demasiado coste político, sino simplemente a base de enmiendas.

En esta tesitura cabe recordar que el candidato a la presidencia del PP-A –segunda fuerza según la mayoría de estas encuestas–, Juan Manuel Moreno, es preso de sus palabras cuando ha pedido que gobierne la lista más votada, lo que supondría que, si es el PSOE-A, tendría que favorecer la investidura. Ocurre también que la propuesta tiene cierta trampa porque lo que ha hecho es retar a los socialistas a este compromiso, y el PSOE-A no le ha respondido, convencido de que va a ganar; por tanto, puede entender que esto no está pactado. Es similar a lo que ha hecho el PSOE-A a lo largo del último año exigiendo a los populares a que se comprometan a hacer pública y fiscalizar su contabilidad en la Cámara de Cuentas de Andalucía. Como el PP-A no acepta el reto, el PSOE-A, de momento, tampoco ha publicado nada.

En este punto, de nuevo esa tercera clave. De hecho, se impone entre las filas populares la teoría de que el PP-A posibilitará la investidura de Susana Díaz a cambio de que luego le eche un cable en la Moncloa si Mariano Rajoy –como también le auguran las encuestas– gana sin mayoría absoluta, una posibilidad que los populares llaman a pensarse mucho porque temen que luego la secretaria general del PSOE-A se 'olvide' de este canje. Y que, desde luego, los socialistas tendrán que meditar, ya que muchos dentro de sus filas lo considerarían un “suicidio”.

Mientras, la candidata de Podemos, Teresa Rodríguez, que solo pactaría con el PSOE-A “si da un giro de 180 grados” (aunque no especifica las condiciones de ese giro), tiene como premisa “impedir gobernar a la derecha”, por lo que esa lógica la llevaría a propiciar también una abstención que bastaría a Susana Díaz para su investidura.

Como también podría producirse –pero con menos probabilidad, en vista de los escaños que se auguran para cada cual– si los que se abstienen son IU y Ciudadanos, despejando con ello el camino para que la secretaria general del PSOE-A se convierta de nuevo en presidenta sin tener que gobernar con ella.

Si gana el PP-A (menos probable)

(Las encuestas les han dado entre 30 y 40 escaños). Es muy complicado que el PSOE-A deje gobernar en minoría a Juan Manuel Moreno, y de hecho, no ha aceptado su reto. Tampoco lo va a permitir Podemos si se cumple la citada afirmación que ha hecho Teresa Rodríguez. En un momento dado podría producirse un subidón inesperado de Ciudadanos y que su ideología más de derechas casara con el PP-A para permitir un pacto de gobierno o por lo menos la investidura.

Tiene el inconveniente de que Ciudadanos ha hecho por el momento más guiños a los socialistas que a los populares. Y como improbable ventaja, que el PSOE-A no quisiera pagar el precio político de ponerse del lado de Podemos para impedir un gobierno del PP-A.

Si gana Podemos (aún menos probable)

(Las encuestas le suelen dar 15 escaños de media, pero las hay en las que ha llegado a superar los 20). Si Podemos fuera la fuerza más votada, el PP-A tendría igualmente que hacer como con el PSOE-A y dejarles gobernar con su abstención. Claro que cuando Juan Manuel Moreno ha lanzado este compromiso, lo ha hecho considerando solo la posibilidad de que los más votados sean los socialistas.

Podemos podría estar por la labor de buscar un pacto de gobierno –siempre con referéndum de por medio– en el que solo ponen como línea roja lo mencionado de no permitir que la derecha entre en el poder. De manera que enfrente se toparían con un PSOE-A que los rechaza, y con quien encima Pablo Iglesias boicotearía cualquier alianza en Andalucía porque distorsionaría su mensaje a escala nacional, y una IU con la que no han llegado a acuerdos de convergencia en el terreno municipal y que difícilmente les daría escaños suficientes para una mayoría absoluta.

Con este panorama, lo que parece claro es que las direcciones nacionales de todos los partidos no van a querer quedarse al margen de los movimientos poselectorales, porque hay otros comicios a la vuelta de la esquina. También parece lógico que se imponga el interés general y no haya que repetir las autonómicas, que tendrían que convocarse a los dos meses si no hay presidente ni en la primera vuelta (por mayoría absoluta) ni en la segunda (por simple). Y, sobre todo, es seguro que el banco de pruebas de la nueva realidad política en el que se ha convertido Andalucía será determinante para el futuro del país.

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