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SEXTING ENTRE ADOLESCENTES

Un estudio andaluz sobre sexting alerta de que el 10% de los jóvenes reenvían sin permiso vídeos sexuales que reciben

Los jóvenes no suelen alertar a sus familias de estos problemas por temor a que les quiten el móvil.

Antonio Morente

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El sexting es una práctica “muy normalizada” entre los jóvenes y, aunque son conscientes de lo sensible que es este material y de las consecuencias de que se viralice, suelen “desconectar” de su propia responsabilidad a la hora de compartir fotos o vídeos que han recibido. Esto se traduce en que 1 de cada 10 jóvenes ha reenviado sin consentimiento de la persona que aparece en ellas imágenes sexuales que han recibido, un hábito que comparten tanto chicos como chicas pero que tiene muchas peores secuelas para ellas que para ellos.

Éstas son algunas de las conclusiones que se recogen en el Estudio sobre sexting en la ciudad de Sevilla, una investigación cuantitativa y cualitativa con casi 3.600 participantes y grupos de discusión de familias y estudiantes de entre 11 y 30 años. El análisis ha detectado que se valora de manera distinta el envío, la recepción y el reenvío de este material, y que las jóvenes sufren una mayor presión de su entorno para participar. “En la práctica del sexting no hay diferencias de género en la conducta pero sí en las consecuencias, ya que el juicio social es mucho peor para ellas”, resalta Rosario del Rey, profesora titular en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla y una de las investigadoras que ha participado en este trabajo.

“Cuando se es víctima de un reenvío sin consentimiento miramos más a la víctima y le reprochamos por qué mandó esas fotos en vez de ver que se trata de un comportamiento delictivo del que lo reenvía”, señala Del Rey, que alerta sobre ese 10% de jóvenes que “lamentablemente” difunde este tipo de material. Y lo cierto es que en los grupos de discusión que se han hecho para este estudio se ha puesto de manifiesto que “sí saben las consecuencias de que se viralice, pero luego desconectan y lo reenvían”. “La gravedad la perciben cuando ven lo que ocurre, pero no en el propio acto”, que de hecho es un delito.

Falta sensibilización

“Tienen información, pero no sensibilización”, apunta en este sentido, y eso les lleva a pensar que nunca les va a ocurrir a ellos y que la cuestión tampoco es tan grave, “que los adultos son muy exagerados porque tampoco es para tanto”. ¿Y qué es entonces lo que les empuja a rebotar estas imágenes sexuales entre sus conocidos? Aquí sí que hay diferencias de género, ya que “no tenemos tan claros los motivos de las chicas para reenviar”, mientras que en los chicos sí están más detectados: como broma, por divertirse, por aburrimiento... o “para impresionar, para que sus amigos vean lo buena que está la chica con la que está saliendo”.

La investigación, fruto de un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla, constata que “la mayoría” de los jóvenes realiza esta práctica, pero que ellas “se sienten más presionadas”. “Esto no significa que su novio las obligue”, sino que puede ser fruto de la normalización en su entorno: “Sus amigas lo hacen, le dicen que tiene que confiar en su novio, ella misma cree que él lo espera y si no lo hace va a pensar que no lo quiere...”, aunque tampoco faltan casos en los que “ellas mismas ven que han quedado bien en esa foto y quieren compartirla”.

“Lo ven normal y creen que se quedan fuera si no lo hacen”, apunta Del Rey, para quien en muchas ocasiones también sobrevuela la “necesidad de ganar popularidad y tener más seguidores en sus redes sociales”, con Instagram y TikTok como las más recurrentes, aunque para el reenvío de fotos y vídeos lo que más se utiliza es Whatsapp y también los mensajes privados de Instagram. En relación con TikTok lo que se han detectado son problemas como la sexualización de chicas, e incluso de niñas, al realizar bailes y retos.

Poner el foco en la gravedad de reenviar

Entre los más jóvenes no es frecuente que el reenvío de estas imágenes se haga por venganza o celos, y de hecho se constata que la intención no suele ser negativa, “no son conscientes de las consecuencias y de que están rompiendo la confianza” de quien se las mandó. Por eso, al margen de incidir en que se trata de un delito, la investigadora apunta a que “hay que poner el foco en la gravedad del reenvío” y en que las personas afectadas son víctimas. “Tenemos que cambiar como sociedad y no culpabilizar a la víctima, nadie se merece esa criminalización”.

En el estudio se constata también que “hay poco control parental” sobre el día a día de los jóvenes en las redes sociales, que hay que reforzar sobre todo a edades más tempranas. Del control habría que pasar después a la supervisión, y sobre todo que las familias sean “fuente de ayuda” y tomen conciencia “de una práctica social que está normalizada entre los jóvenes”. Estos, por su parte, no suelen pedir ayuda a sus padres si se produce un problema ante el temor sobre todo de que les quiten el móvil.

Por ello, Del Rey cree que ante el sexting lo primordial es “aumentar la concienciación de los jóvenes y de los adultos”, que dan por hecho que sus hijos no realizan estas prácticas o que consideran que los tienen controlados porque están en casa. ¿El sexting, por tanto, es un problema grave? “Es un reto que como sociedad tenemos por delante, una cuestión de la que hay que ocuparse pero con la que no hay que alarmar”, apostilla.

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