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La conciencia del feminismo agroganadero: la lucha contra una doble discriminación

Mujeres trabajando en un olivar jiennense

Ana Sola

Inma, Remedios, Susana, Ana Belén, Carmen..., hijas y nietas de agricultores y ganaderos, abogadas, ingenieras agrónomas, con dobles titulaciones, madres… Hay muchas mujeres que se incorporan cada día al trabajo en el campo rompiendo tópicos, algunas tras pasar por la universidad, otras bajo la formación continua de la experiencia.

Algunos de los retos a los que se enfrentan las más de 1,85 millones de mujeres, que viven en el medio rural andaluz, y que suponen el 49,8% de esa población rural, son el desempleo, la invisibilidad, el techo de cristal, la brecha salarial y digital, dependencia, machismo.

Las organizaciones agrarias: COAG, CERES (Confederación de Mujeres del Medio Rural), UPA y Fademur (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales de Andalucía) han hecho un llamamiento a secundar la huelga feminista, a que se oiga la voz de tantas mujeres que sufren una doble discriminación por ser mujer en un mundo rural.

Porque si una cosa está cambiando en el campo andaluz es que las mujeres son más conscientes de su realidad, se están asociando, incluso ocupando puestos de responsabilidad en esas organizaciones para buscar una solución a los problemas del sector a los que se enfrentan desde la primera linea de fuego.

“Desde que el mundo es mundo la mujer ha trabajado en el campo”

Remedios es agricultura “antes de nacer”. Nieta, hija y casada con un agricultor. Cuando se casó siguió a “la sombra de él”, como muchas mujeres que han trabajado en el campo sin sueldo, sin que su trabajo figurara en ningún sitio, para sacar adelante una explotación familiar. Después decidió crear una sociedad con otra mujer donde han trabajado durante dos décadas.

A los hombres les llamaba la atención verlas montadas en el tractor de cadenas, sacando adelante su explotación de algodón. Ahora, jubilada, continúa luchando porque la mujer no solo se incorpore al trabajo en el campo en igualdad de condiciones, sino que se reconozca ese trabajo invisible que realizan codo con codo con sus parejas en el campo y después, en la mayoría de los casos, solas en la casa.

“Desde que el mundo es mundo la mujer ha trabajado en el campo, pero cuando llega la crisis afecta al más débil y la mujer siempre es la más débil”, asegura. Y aunque cree que “las cosas cambiaron por un momento, cuando había más trabajo”, “ahora se están viendo pasos atrás”, “se está echando a las mujeres del campo porque no se las prepara para utilizar una maquinaria, cada vez más extendida”. “Cada euro que baja el precio del aceite de oliva, es más maquinaria que se incorpora a la recogida de la aceituna y menos mujeres en el campo”.

Cree que los ayuntamientos se deberían implicar en el reciclaje de las mujeres agrarias, formándolas para trabajar con ese tipo de maquinaria, ya que “por aquí hay pocas chimeneas, e industrias en las que trabajar”.

Una apicultora titulada en magisterio

Susana es una apicultora sevillana que aún no ha cumplido los 40 años. Tiene una doble titulación en magisterio, pero cuando su padre se jubiló y parecía que la explotación se quedaría desierta decidió quedarse con ella. Desde entonces han pasado unos cinco años desde que está al frente de la misma. No es un trabajo nuevo para ella que lo ha vivido desde niña, viendo a su abuelo también apicultor.

En su trabajo diario no nota ninguna discriminación por el hecho de ser mujer, se enfrenta a los mismos problemas del sector, a la lucha por unos precios justos para la miel, a la importación de mieles más baratas y de peor calidad, a los pesticidas, a la varroa…

Reconoce que hasta ahora la mujer se había dedicado más a la extracción de la miel, a la preparación del material, mientras que el trabajar con las colmenas lo hacía el hombre. “Eso ha ido cambiando”.

Titularidad Compartida

Inmaculada Idáñez, vecina del barrio almeriense de La Cañada de San Urbano, es agricultora especializada en tomate raf. Presidenta de la Confederación de Mujeres del Medio Rural CERES a nivel nacional y regional, cree que aún falta mucho para una igualdad real. Destaca como un gran avance la puesta en marcha en Andalucía del registro de titularidad compartida puesta en marcha en Andalucía del registro de titularidad compartida en octubre del pasado año, a pesar de que la Ley de Titularidad Compartida se aprobó hace ocho años. En la actualizad en Andalucía sólo hay una mujer inscrita y 36 solicitudes.

Cree que este es sólo un paso, son necesarias más incentivos para que las mujeres que trabajan con sus maridos en las explotaciones se den de alta en la Seguridad Social y después puedan disfrutar del fruto de su trabajo. Campañas de información, subvenciones como ayudas durante los cinco primeros años de pago de cuota a la seguridad social.

“Las parejas de los agricultores tienen que identificar su aportación en la explotación agraria como un trabajo que merece generar unos derechos porque ser agricultora o ganadera no es sólo subirse al tractor y el campo requiere múltiples tareas a lo largo de todo el año que las mujeres sabemos realizar”, asegura.

Huelga feminista

“No es solidaridad sino justicia cuando se trata de la discriminación de una parte de la población”, aseguran desde la Unión de Pequeños Agricultores, que recuerdan que en el caso de las mujeres rurales, su discriminación es doble. Por un lado, sufren la desigualdad por ser mujer. Por el otro, sufren los perjuicios que sufre la población rural en su conjunto. “Esto las pone en una situación realmente delicada”. Como sucede con la brecha digital que dificulta la comunicación a los vecinos de los entornos rurales: “En una gran parte del territorio rural el acceso a las telecomunicaciones es escaso o incluso nulo, lo que hace a las mujeres más vulnerables es casos de violencia hacia ellas o dificulta su inclusión en el mundo laboral”.

La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) da 8 razones para “parar” el 8 de marzo: Desempleo, invisibilidad, discriminación (en los consejos rectores de las cooperativas agroalimentarias solo el 3,5% de sus integrantes son mujeres, mientras que en su base social las mujeres representan el 25% y en 2016 solo el 23% de los administradores de una explotación agropecuaria eran mujeres); desigualdad (en España las mujeres representan el 37,3% de las personas perceptoras de las ayudas directas de la PAC y de media, las productoras perciben un 36,67% menos que los productores); brecha salarial, dependencia, brecha digital, machismo.

Desde COAG y Ceres, con la huelga quieren evidenciar todo aquello que hacen las mujeres y todos los espacios donde están, demostrando que si las mujeres se paran, se para el mundo. Y se preguntan “¿por qué las mujeres no acceden a la tierra?, ¿por qué las mujeres no visualizan la agricultura y ganadería como una oportunidad profesional?, ¿por qué las mujeres no ocupan los espacios ejecutivos en las entidades representativas del sector agrario?”.

“No queremos un 8 de marzo que se centre en hablar del papel de las mujeres y homenajearlas”, asegura Inmaculada Idañez, al tiempo que se lamenta de que “durante el último año no hemos visto ningún avance en las políticas de igualdad, sólo hemos visto campañas de publicidad y mucho maquillaje, pero las cifras no se han traducido en mejorar la situación”.

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