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El héroe español al que Estados Unidos debe un retrato

Carlos Monserrate y Carlos Olmedo, durante la presentación del retrato de Bernardo de Gálvez

Néstor Cenizo

Bernardo de Gálvez es un héroe tardío en Málaga. Será verdad que la historia pone a cada uno en su sitio, pero parece que a veces necesita un empujón, y que hay héroes a los que cuesta más distinguir de cerca que de lejos. Bernardo de Gálvez llevaba en su blasón el lema “yo solo”, porque él solo se aventuró a atravesar un estrecho custodiado por cañones ingleses en la batalla de Pensacola, decisiva para la independencia de Estados Unidos. Muchos creen que aquella batalla la ganó Gálvez con su arrojo (o temeridad), así que algunos historiadores y paisanos pensaron que no se le había hecho justicia y fundaron una asociación para corregir el error histórico. Una estatua de bronce de Gálvez preside desde el lunes la entrada al casco histórico de Macharaviaya (Málaga), donde nació en 1746, y un pintor malagueño está dando el último toque de color a los bordados de unas puñetas. Cuando esté listo, el cuadro volará a Washington, donde quizá llegue a colgar de las paredes del Capitolio si se cumple la promesa que alguien formuló hace más de dos siglos. Aunque la protagonice un guerrero, esta no es una historia militar, sino la historia de un hallazgo y de un empeño.

Primero, el hallazgo. Manuel Olmedo, ingeniero jubilado, investigador de la historia y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, concluyó un día que a Bernardo de Gálvez no se le prestaba la atención merecida, y empezó a investigar su vida. “Mi familia es militar y a mí me sublevaba que su recuerdo se hubiese perdido”, explica. En 2006, y junto a Francisco Cabrera, empezó su recorrido por los archivos y bibliotecas que recita: Berkeley, Yale, Harvard, British Library, el Archivo General de México, la biblioteca de Lousiana… Hasta que en el Archivo de Indias encontró una carta de octubre de 1779 en la que Oliver Pollock, representante del Congreso de Estados Unidos en Luisiana y financiador de la independencia, anunciaba a Gálvez su decisión de encargar un retrato que debía colgar en la casa del presidente del Congreso, en agradecimiento de la contribución del militar español en la Guerra de Independencia, antes incluso de la decisiva batalla de Pensacola de 1781.

Olmedo tiró de ese hilo, y poco tiempo después halló lo que buscaba en los archivos nacionales de Estados Unidos: un documento del 8 de mayo de 1783 (dos años después de la batalla), en el que Pollock ofrecía de nuevo el retrato, y la aceptación del Congreso un día después. “A partir de ahí, se pierde la pista”. Nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió con el encargo, aunque Olmedo ha hecho sus pesquisas: “Tengo localizados dos retratos y creo que uno de ellos pudo ser el que Pollock presentó al Congreso. Estoy muy cerca de saber quién lo tiene”. No están, desde luego, en el Capitolio.

Y aquí comienza el empeño. “En marzo de 2013 me llegó de mi madre un artículo de Manuel Olmedo publicado en el diario Sur. En él se hablaba de Bernardo de Gálvez. Cuando lo leí, busqué el contacto de Manolo”. Teresa Valcarce es gallega de origen malagueño y desde hace seis años, también es ciudadana de Estados Unidos. Como trabaja frente al Capitolio, no le fue difícil comprobar que el cuadro que debía colgar de las paredes del Congreso no estaba allí. “Me pareció inconcebible”. Preguntó, insistió, y dice que llegaron a conocerla como la “lady of the portrait” (la mujer del retrato). Así que se ofreció para mediar ante el Capitolio, y la oportunidad se le presentó en bandeja. Durante la grabación de una edición de Españoles por el Mundo se topó con su congresista (“que está para mí, para cada votante”), Chris Van Hollen: “En ese momento estaban grabando a un periodista gallego, que entrevistaba a Van Hollen, y yo había decidido acompañarlos. Cuando terminaron, Van Hollen se dirigió a mí para despedirse, y le dije: 'No se vaya, que me tiene que ayudar; no se lo va a creer, pero hace 230 años de una resolución que no se ha cumplido'”.

A partir de entonces, Valcarce, con la ayuda de Van Hollen y luego del senador Roberto Menéndez, contactó con diplomáticos, congresistas y senadores para conseguir que aquella promesa de Oliver Pollock y Estados Unidos quede cumplida. A la campaña por el retrato de Bernardo de Gálvez se sumó hasta Mariano Rajoy en su visita al país del pasado mes de enero. La mujer revive con entusiasmo el episodio: “El embajador me dijo que Rajoy le había mencionado a Obama el tema del cuadro. No me lo podía creer...”.

A comienzos de 2014, la asociación encargó a Carlos Monserrate, un pintor malagueño con más de 2.000 obras, que realizara una réplica de otro retrato de Bernardo de Gálvez de 1784, pintado supuestamente por Mariano Salvador Maella. Este es el cuadro que volará próximamente a Estados Unidos, para que Teresa Valcarce lo presente ante la comisión de arte del Senado, un grupo de expertos que evalúan las obras para que los pasillos del Capitolio no acaben rebosando de arte dudoso. “Porque a diario miles de artistas mandan cuadros de La Fayette o de la bandera de Estados Unidos”, razona Valcarce.

Y todo esto, ¿por qué? Las razones de Manuel Olmedo son las del divulgador. En 2008 fundó una asociación, que cuenta con un centenar de socios, para recuperar la memoria del militar. Su primera acción fue transportar 180 kilos de bronce desde Málaga hasta la Iglesia de San Fernando de México DF, donde los restos de Gálvez (muerto virrey de Nueva España en 1786) reposaban sin ningún testimonio de quién fue. La asociación, que el viernes recibió una distinción de honor durante el día de Málaga, también ha publicado libros y en otoño estrenará la Cantata a Gálvez en la Catedral de Málaga. Las razones de Teresa Valcarce son las de quien está lejos: “Para mí es un héroe compartido, que toca los dos lados de mi corazón. La única forma de que mis hijos se sientan españoles es por los esfuerzos que yo haga por que no olviden de dónde vienen”.

“El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo”, dijo Bernardo de Gálvez. Y se lanzó él solo, a bordo de un bergantín, a la toma de Pensacola. “Toda nación necesita héroes, porque contribuyen a reforzar la autoestima”, concluye Olmedo sobre el sujeto de su estudio, un héroe que lo fue lejos y a quien alguien en Estados Unidos todavía debe un retrato.

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