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Toneladas de residuos de Montenegro reavivan en Huelva el movimiento en contra del vertedero de Nerva

Imagen general del vertedero de Nerva desde la carretera de acceso a El Madroño.

Fermín Cabanillas

Nerva —

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Nerva huele a “azufre”. No todo el pueblo, afortunadamente, pero en las viviendas de la barriada del Ventoso sus 700 vecinos viven con las ventanas cerradas. A unos 700 metros en línea recta están las 30 hectáreas que ocupa el vertedero de residuos tóxicos de la localidad. Juani, vecina del barrio, asegura que “nos hemos convertido en expertas para tender la ropa cuando el viento no venga del vertedero”. Porque Juani, como mucha gente de la España rural, tiene sus sábanas en tendederos a la salida de su casa, buscando el viento y el calor extras para secarlas cuanto antes. Si el viento viene del vertedero, “cuando recojo las sábanas hay que lavarlas otra vez”. Lo que hace 25 años era una masa de pinares que se eliminaron para ubicar allí lo que se vendió entonces como “la salvación de la comarca”.

A ese milagro económico que iba a salvar la zona de la ruina provocada por el cierre de su mina están llegando desde el pasado lunes medio centenar de camiones cargados con basura química procedente de Montenegro. “El movimiento es casi el de siempre, pero los ecologistas le han dado mucha publicidad a esto”, dice un trabajador de la planta de DSM Soluciones Medioambientales, la empresa que gestiona el vertedero.

Publicidad o no lo cierto es que el hedor a algo incalificable es evidente. Si se quieren coger los mejores planos del vertedero, los periodistas se colocan en una carretera paralela, la que conduce a El Madroño. Con la basura a 50 metros hacia abajo, se tiene el tiempo justo para trabajar a toda prisa antes de que el azufre (o algo parecido) se agarre a la garganta. 

Otro daño colateral es cómo afecta todo esto al tráfico de la zona. Cada camión recorre desde el puerto de Sevilla un camino por doble carril hasta que llega a la N-433 y luego conecta con la carretera secundaria que conduce a Nerva desde El Castillo de las Guardas. El colapso es total ante unos vehículos de más de 40 toneladas de peso que no pueden pasar de 90 kilómetros por hora (el peso es la suma del vehículo más la carga, que es más o menos de 21.000 kilos por camión).

El atasco en la carretera se reproduce a la entrada y salida del vertedero. Los chóferes tienen que hacer su descanso legal (45 minutos) cuando terminan la descarga si han pasado cuatro horas desde que comenzaron a cargar en el puerto, así que los camiones se acumulan en un montículo antes de volver a la carretera. Un dispositivo de la Policía Local se tiene que desplazar de vez en cuando a esa zona para garantizar que el tráfico no sufre más todavía. Pero aún quedan días porque, tras las 5.000 toneladas y las 7.000 llegadas esta semana desde Montenegro, a más de 3.000 km de distancia, tienen que llegar al menos 100.000 toneladas más de basura tóxica.

Nerva “no puede seguir siendo el vertedero de Europa”

Todo lo que se está enterrando en Nerva procede de la bahía de Kotor, un paraje de Montenegro Patrimonio de la Humanidad, donde el Banco Mundial ha inyectado 60 millones de euros para la descontaminación de unos terrenos utilizados como astilleros, los de Bijela, que han generado productos como el asbesto (cancerígeno), y el tributilo de estaño, aunque los tipos de basura que están llegando son diversos.

“A ellos les han hartado de dinero y a nosotros nos dan la basura”, explica el alcalde, José Antonio Ayala (PSOE), que está, como el resto de los vecinos, tan harto de todo esto que el Ayuntamiento ha renunciado hasta a la tasa que paga la empresa por su uso industrial. Les quieren dejar claro, incluso por esta vía, que no los quieren en el pueblo. 

Ayala, que considera que su pueblo “no puede seguir siendo el vertedero de Europa”, y encabeza, junto a sus vecinos, las iniciativas encaminadas para cerrar unas instalaciones que “no nos han traído ninguna satisfacción, al contrario”, y recuerda que no se han visto mejoradas “sus comunicaciones ni se ha cumplido con la financiación que se dijo en su día”. Rememora que hace 25 años en Nerva dijeron a los vecinos que los nervenses tendrían prioridad para acceder a los puestos de trabajo que generase el vertedero, que no son más de medio centenar, pero “no solo no cumplieron, sino que les dieron los peores empleos”. En la empresa están empleadas 50 personas de las que 33 son vecinos de Nerva.

Un poco de historia: el dinero para los mineros

Pero, ¿qué pasó para que un paraje natural de pinares se convirtiese en un vertedero tóxico? A finales de los años 90, la comarca se enfrentaba a la peor crisis económica de su historia, cuando la mina de Riotinto cerró sus puertas tras más de un siglo extrayendo cobre. La compañía minera puso a nombre de sus trabajadores parte de los terrenos que explotaba, y cuando se buscó el sitio para el vertedero, se le ofreció la compra de su parte a unos empleados que llevaban mucho tiempo sin llevar un sueldo a su casa. El pueblo estaba tan dividido que hay gente, incluso en la misma familia, que no se habla entre ellos desde entonces. La localidad rechazaba el vertedero, pero la necesidad obligó a los mineros a vender, y la resistencia popular no sirvió de nada. La Junta entonces en manos del PSOE tomó la decisión aunque ahora los alcaldes de la zona la califican de “error histórico”.

De forma paralela, el portavoz vecinal, Fermín Capado, recuerda cómo llevaron a los vecinos a ver vertederos similares al que se ubicaría en Nerva por varios puntos de Europa. Pero, asegura Fermín Capado, “les engañaron”. “Lo que vimos fueron zonas verdes preciosas, con los niños jugando al fútbol encima, y pensamos que lo que tendríamos en Nerva sería lo mismo”. Lo que tienen es basura química casi hasta donde se pierde la vista, en un agujero hecho en un inmenso bosque de naranjos.

Todos los restos químicos están a ras de suelo, tapados por plásticos y con neumáticos haciendo contrapeso. El hedor (volvamos al principio) no se puede describir según se va acercando la carretera al vertedero.

Movilizaciones

Este nuevo cargamento de Montenegro ha reavivado las reivindicaciones de una parte de los vecinos. Este viernes por la tarde se convocó una concentración vecinal en el Centro de Transporte del Ventoso -barriada más cercana al vertedero- para pedir su cierre. Es la primera de varias acciones previstas contra un vertedero que, aseguran tanto alcaldes como ecologistas, está “colmatado”. Algo que la empresa DITECSA niega.

Además, los alcaldes los siete municipios de la comarca de la Cuenca Minera de Huelva (Nerva, Berrocal, Zalamea la Real, El Campillo, Minas de Riorinto, Campofrío, El Madroño) se han unido para hacer frente juntos bajo el lema “la unión hace la fuerza” y el lunes, acompañados de ecologistas y otros colectivos vecinales, pasado recibieron a los primeros barcos que traían desde el otro lado del Mediterráneo los restos, el buque Muzzafer Bey y el Dakota que llegará este mismo viernes.

Se unen en contra de lo que consideran un trato “vejatorio y vergonzoso” por parte de las autoridades competentes -en este caso, la Junta de Andalucía, quien ostenta las competencias en materia de residuos industriales, y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, responsable a nivel estatal- hacia su salud y calidad de vida.

“¿Quién nos va a compensar? Porque cuando se vayan nos dejarán la basura enterrada, no se la van a llevar”, dice el alcalde de Nerva para despedirse, justo después de saber que el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha dicho que la Junta ha comenzado el proceso de clausura “instando a la empresa gestora al cierre del vaso número 1 de los seis que hay en las instalaciones”. De lo que no hay constancia es que se les vaya a obligar a dejar el terreno como se lo encontraron ni se ha puesto fecha de inicio de cierre.

Mario, un sevillano que se mudó al barrio hace diez años cuando consiguió su plaza de profesor en la cercana Aracena, va más allá, y lamenta que “si se habla de cómo solucionar el problema de los pueblos que se quedan sin juventud, que les digan a los chavales de 18 años que se tienen que quedar en un barrio pegado a un vertedero químico”.

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