Dónde empieza la falta de igualdad y cómo puede desembocar en violencia de género
En la elección de un color por parte del niño o la niña, en un capítulo de la última serie juvenil de moda, en una mala contestación en casa. El origen de la desigualdad y de una de sus consecuencias más terribles, la violencia de género, puede estar iniciándose en cualquier gesto diario. Muchas veces, en acciones cotidianas, en nuestra mano, está educar en igualdad. “Habrá que decirle a los abuelos que su nieto puede cuidar de la muñeca igual que su padre cuida de la hermanita”. Paola Fernández es psicóloga y coordina el recurso de atención psicológica del Instituto Andaluz de la Mujer para víctimas adolescentes que sufren violencia por parte de sus parejas o exparejas. Junto a un juez de violencia sobre la mujer y un experto en igualdad nos ayudan a explicar qué cosas pueden hacer germinar la violencia de género y cómo se podría tratar de prevenir.
“El esfuerzo a la hora de formar a niños y adultos en relaciones igualitarias hombre-mujer debe ser continuo”, apunta. De un tiempo a esta parte, a la violencia de género se le ha puesto un nombre y se la ha sacado al espacio común como un problema de salud pública. Ya no es una cuestión privada. Fernández considera que “la base de la violencia está en la educación machista y en el sexismo de la sociedad”, incluso antes del nacimiento. “Cuando un hombre y una mujer saben que van a tener un bebé, se crean unas expectativas concretas sobre cómo va a ser ese niño o esa niña, y esas expectativas responden ya a una serie de mandatos de género (va a ser una niña guapa, prudente, cariñosa, educada, o va a ser un niño fuerte, emprendedor, valiente...). Ese camino diferenciador desde la gestación pone en marcha todo el aparato del sexismo. Es el comienzo de todo”, explica.
A su juicio, aunque los padres y las madres traten de dar una educación más igualitaria, “el mundo real está diferenciado por sexo, y lo que se espera de un hombre y de una mujer es bastante diferente”. Los niños y niñas perciben esa diferenciación a través de medios de comunicación, especialmente de la industria cultural dirigida a adolescentes (películas, series, canciones) donde “se muestran unos modelos de relaciones de pareja que son desiguales”. Las chicas aprenden a erotizar al 'chulito' y ellos no quieren ser unos 'pagafantas'. Así, todas podrán tener a su chico de 'Crepúsculo' o de 'A tres metros sobre el cielo'.
En casa, atentos a la televisión
Miguel Lorente, autor ya en 2001 del libro 'Mi marido me pega lo normal' y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, considera que, sobre esa construcción social, “el hombre no le pega a las mujeres sino que el violento lo es con su mujer”. Según explica, “va desarrollándose en él una idea de propiedad, de posesión, de exclusividad, sobre la cual va tomando legitimidad porque cree que lo que hace por ella lo legitima para llevar a cabo ese control o esa correción o castigo cuando crees que ha hecho algo que está mal”. Esa situación responde a una “doble interferencia” de lo social-cultural (los estereotipos de las series, los videojuegos, etc) con lo individual (cuando en tu familia o en un entorno cercano, ante determinadas circunstancias, se responde una forma determinada).
Entonces, ¿qué importancia juega el papel de padres y madres en una educación en igualdad ante los mensajes difundidos en masa? “Aunque su madre y su padre muestren una relación igualitaria entre ellos como pareja, en la adolescencia temprana ellos no son un modelo de pareja sino el que ofrecen los medios culturales que, por edad, está más cerca”, indica la piscóloga Fernández. Muchas familias se preguntan, creyendo tener un modelo familiar igualitario en casa, cómo puede su hija estar en situación de violencia de género. “Sus modelos son otros”, sentencia.
Acerca de cómo combatir esa educación mediática, Paola Fernández aboga por “enseñarles a hacer un consumo responsable e inteligente de lo que ven en televisión, y eso significa tiempo, tiempo para sentarnos con los niños y las niñas para que se planteen algunas cuestiones, o si nos parece justa una situación que se da en la serie, o por qué la chica o el chico se comporta de una manera o de otra”. Según Fernández, hay “una permivisidad terrible hacia lo violento”.
Las violencias legitimadas
“La gente se echa las manos a la cabeza sobre por qué los chicos tienen una actitud violenta pero es que en un programa como 'MasterChef', grabado y emitido en una televisión pública, se decidió humillar y hacer llorar al chico que hizo aquel 'león como gamba', y además hacemos una mofa nacional de ello. Perdone, eso es violencia con alevosía”. Con ese caso como referente, explica, “hemos decidido legitimar que si alguien hace algo que te parece ridículo puedes humillarle públicamente. Eso está en la base del acoso escolar, de la violencia de género y de todas las violencias. Generar una cultura de la no violencia sería denunciar ese tipo de cosas porque mientras no se advierta de eso, los chicos se van a sentir con legitimidad para agredir a las chicas”.
En el ámbito judicial, las perspectivas tampoco son muy buenas. Francisco Gutiérrez, titular del Juzgado de Vioencia sobre la Mujer número 2 de Sevilla, alude a que en el ámbito juvenil se ha encontrado en los últimos tiempos, por ejemplo, con situaciones de fotos íntimas que inicialmente eran consentidas y que en caso de ruptura se usaban como extorsión o amenaza, difundidas por las redes sociales, o el uso de datos personales de la víctima para hacer daño la pareja o expareja.
El juez comenta que todo eso puede tener “consecuencias psicológicas, incluso psíquicas, peores que la violencia física”, principalmente en sectores de la población donde el uso de la tecnología es más frecuente. “Chicos de 16 ó 17 años están llevando a cabo este tipo de conductas como medio para someter a la otra persona a seguir con la relación o a evitar la ruptura”, apreciando en muchas ocasiones “una absoluta falta de igualdad” según su experiencia.
En los dos últimos años, se ha incrementado notablemente el número de denuncias entre adolescentes, sobre todo utilizando como herramienta las nuevas tecnologías. Con la reforma del Código Penal en 2015 se ha tenido en cuenta esta violencia cibernética que se ejecuta mediante el hostigamiento o acoso que antes quedaban un poco impunes y había que meterlo con calzador en el delito de coacciones, señala el titular del juzgado. “La víctima debe tomar medidas preventivas y de protección, cambiar la contraseña para las redes sociales”, comenta el juez, que lamenta que en ocasiones no se tienen judicialmente las medidas para evitar ese tipo de violencia cibernética.
Educar en igualdad real: que ella juegue a los bomberos
Lorente habla de la presencia de “una cultura patriarcal y machista” donde ahora se están criticando “cosas que hace unos años eran completamente normales y nadie las cuestionaba siquiera”, como determinados sketches de humor televisivos. “Eso quiere decir que lo que ahora mismo ni siquiera vemos, y que dentro de unos años criticaremos, está influyendo, y ahora ni nos paramos a imaginar que eso pueda estar influyendo porque aún no tenemos esa sensibilidad desarrollada para poder detectarlo”. Sobre esa situación general está luego la individual, ya que “lo general no es suficiente porque, si no, todo el mundo sería violento, machista o agresivo, y no es así”.
“¿Cuántas veces vemos anuncios con una cierta intención donde se falta a la igualdad absolutamente para vender un producto?”, se pregunta por su parte el magistrado, que critica la forma en que en general los medios de comunicación informan de actos de violencia de género “como algo normal, que puede ocurrir, sin dedicarle un capítulo adecuado a ello, informando de las causas objetivas que ha producido una muerte, muchas veces justificando la acción del autor (fue por celos, estaba borracho, etc.)”. Todo eso también tiene su influencia, entiende Francisco Gutiérrez.
Paola Fernández apunta que “si hacemos un rechazo social abierto a la violencia, estaremos haciendo algo contra ello educando a los chicos y las chicas en la igualdad real y enseñar que, aunque la sociedad enseñe que los hombres se comporten así y las mujeres así, eso es injusto, asumiendo que esos mandatos de género tienen consecuencias reales. ¿Por qué el hombre siempre tienen que ser valiente por narices y van a ir a las guerras? Eso es injusto. Entendemos que esas cosas hay que ponerlas de manifiesto y comprender el proceso de la violencia de género y sus particularidades”.
Los niños y niñas aprenden con el juego pero “los juguetes están diferenciados, y los de niñas tienen que ver con todo aquello relacionado con el cuidado de los niños y las cocinitas, y los de los niños los que tienen que ver con la construcción, la guerra”. “Hay que buscar también ese tiempo para buscar catálogos que no sean sexistas. Si les enseñamos lo divertido que es el juego pero sin diferencias de género ya estaríamos haciendo algo”, porque ellos “practican los roles de hombre y mujer a partir del juego”. Esta psicóloga propone plantearles ser otra cosa, que ella juegue a los bomberos, por ejemplo.
Rechazo temprano a lo femenino
Lorente considera que, a nivel de infancia y de educación, esos mensajes son “muy potentes” porque “se detecta en niños de dos o tres años actitudes críticas con las cosas supuestamente de las niñas que no tienen sentido con esa edad”. Hay estudios en los que se vincula ese rechazo hacia lo femenino, lo rosa, las muñecas, sin descartar otro tipo de factores de formas de respuesta heredadas.
A su juicio, con determinados dibujos animados por ejemplo, “cuando los niños van a la guardería o al colegio ya van muy condicionados (los niños no lloran, las niñas deben ser cariñosas, etc.)” y ese tipo de actitudes van condicionando la forma de responder, no la violencia, pero sí de darle significado a las cosas, reforzando su identidad sobre eso. “Los niños no les pegan a las niñas, eso es de cobardes, nos decían”, indica Lorente, que recuerda el clip contra la violencia a las mujeres producida por la web de noticias Fanpage.it:
A vueltas con el tiempo. “El capitalismo es un instrumento más del patriarcado y se come tu tiempo, el que debes dedicar a la educación de tus hijos. Capitalismo y patriarcado van de la mano. Tenernos esclavizados todo el día trabajando y que te sientas libre por tener un sueldo. Y en la cúspide del capitalismo está toda la industria del cine. Que no podamos dedicar tiempo a educar a nuestros hijos no quiere decir que no estén siendo educados con la publicidad, las series, etc. que están transmitiendo unos valores y no otros”, explica Paola Fernández.
La laguna educativa de la ley integral
En 2011, los niños que residían en hogares donde el padre maltrata a la madre eran 840.000 al año, es decir, el 10,1% de nuestra infancia, según expone Miguel Lorente. Es decir, además de todas las exposiciones referidas (sociales, culturales, individuales), “el nivel de aprendizaje a usar o aceptar la violencia es altísimo”. “Por eso que haya violencia en la juventud o en otros ámbitos no es nada extraño. Lo que estamos haciendo mal es no abordar esta base, ni lo sociocultural ni lo individual, y presentar la denuncia como única salida a la violencia”.
A ese respecto, “del 80% de mujeres que no denuncia, muchas lo hacen por sus hijos, que están viviendo en esa normalidad de la violencia y con eso no se está trabajando”, lamenta Lorente, que critica que “tampoco se trabaja el problema social o individual tras la denuncia en cuanto a abordaje terapéutico”. “Muchas veces se ha pensado que los niños, por el hecho de que su madre fuera atendida, también se recuperaban, y obviamente les influye positivamente pero no es suficiente, porque el trauma que han sufrido es muy profundo como para pasarlo sin tratamiento específico para ello”, explica.
“Hay que oir a los menores, hay que darles intervención dentro de los procesos de violencia de género, porque son quienes mejor nos van a señalar el diagnóstico de lo que está ocurriendo en la familia, ya lo están viviendo y sufriendo”, apunta el juez, “y llegar al juzgado supone un desahogo para ellos”. “Se deben tomar medidas concretas para cada caso concreto”, apuesta. Los menores suelen disminuir su rendimiento en el ámbito escolar, somatizan de un modo u otro la situación que tienen en casa, explica el juez, que alude a que “en muchos casos, jóvenes que cometen violencia de género han tenido una conducta de imitación en su progenitor, aunque no siempre se produce”.
Según denuncia el magistrado, existe “una falta de cumplimiento en la Ley Integral de Violencia de 2004 en materia educativa”. A su juicio, como medida preventiva, los centros escolares deberían impartir algún tipo de asignatura o módulo relativo a la igualdad entre ambos sexos, “algo que no se está produciendo o, si se imparte, no se está evaluando si la persona que imparte esas sesiones está preparada para ello”. “Todavía no hemos solucionado la raíz del problema si no actuamos en el nivel educativo infantil”, abogando por introducir la igualdad en todos los aspectos por ejemplo en la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
“El germen no es tan pequeño”
“Al menos nosotros no percibimos que eso se esté produciendo, que se esté trabajando en las diferentes etapas educativas. El tema de la igualdad está ahí flotando como un principio rector muy bonito de la ley de 2004 pero que no se está llevando a cabo”, comenta el juez. “En las declaraciones judiciales asumen como normal revisar el móvil de sus parejas o impedirle salir con amigas”. El jueza observa “un vacío educativo tremendo”.
“El germen no es tan germen, no es tan pequeño, es más grande. Lo raro es que no haya más violencia”, sentencia Miguel Lorente. Según comenta, “ahora está aumentando la violencia porque quien se está levantando contra todo eso es la mujer”, en el marco de una “transformación asimétrica de la sociedad”. “El hecho de que quien esté cambiando su identidad tradicional vinculada a la esposa, madre, ama de casa, sea la mujer, muchos hombres se sienten atacados, cuestionados, desorientados, ante ese cambio de lo femenino”. Por eso, argumenta, “están retrocediendo a esas posiciones machistas que para ellos son más claras”.
Apunta Lorente que “los hombres buscan mucho el no ser mujer” porque “nos dicen desde pequeños los niños no lloran, etc”. “Hay mucho componente en lo masculino que es no ser mujer, y si yo tengo que ser lo que tú no seas y tú has dejado de ser lo que eras, pues... Eso es un problema para los adolescentes sobre todo, y ellos se sienten muy perdidos cuando ven que ellas se comportan con normalidad y haciendo cosas que ellos hacían, porque estaban acostumbrados a que las chicas tuvieran que depender de ellos”. “Se está generando un desencuentro que están resolviendo yendo hacia atrás, hacia posiciones más machistas, en lugar de incorporarse a esa transformación que están liderando las mujeres”.