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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

“La ciencia es la poesía de la realidad” (Richard Dawkins, “Symphony of Science”)

Irene García, practicando talleres en La Noche de los Investigadores del año pasado, 2019.

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Una de mis actividades como científica es divulgar la ciencia. Pero, ¿por qué? ¿qué me lleva a hacer esto? ¿qué es lo importante de la divulgación científica? ¿qué es realmente la divulgación científica?

La divulgación científica tiene como finalidad hacer accesible la ciencia al público no especialista. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que yo he divulgado desde que empecé a dedicarme a la ciencia. Me he criado entre profesores y supongo que tengo la impronta de explicar y enseñar. El caso es que al principio no era consciente de que cuando le explicaba a mi familia o a mis amistades lo que hacía en el laboratorio y para qué servía, ya estaba divulgando en cierto modo. Más adelante, lo hacía en cachette, porque estaba mal visto: los científicos comme il faut no participaban en talleres ni charlas en colegios o institutos. Por fortuna, este concepto ha dado un giro radical y en este momento existe una infinidad de iniciativas de calidad así como una visión positiva de la divulgación incluso entre la comunidad científica. En este sentido, es muy importante que instituciones como la Unión Europea dediquen fondos para organizar actividades como las de la Noche Europea de los Investigadores que se celebra hoy.

Cuando divulgo, estoy convirtiendo los avances científicos en algo más sencillo, evitando terminología o conceptos complejos. Traduzco los conocimientos a un lenguaje accesible y ameno, educativo y atractivo a la par que riguroso; crítico a la par que ético. Estoy actuando de intermediaria entre los avances de la investigación y el público no especialista. Voy a tratar de explicar algunas razones por las que creo que esto es bueno.

Quizás la razón más obvia es económica: en España, la mayor parte de la investigación científica se realiza gracias a fondos públicos procedentes en último término de nuestros impuestos. Es justo, por lo tanto, que los científicos demos cuenta a los contribuyentes del destino de este dinero. Estoy orgullosa de trabajar para la sociedad y quiero transmitirle que no está desperdiciando sus recursos. Quiero además creer que, si lo hacemos bien y logramos convencer a la sociedad de la relevancia de la investigación, obtendremos más financiación. Necesito creerlo.

Otra razón inmediata es que la divulgación científica combate la desinformación en torno a los avances científicos. Existe un gran desconocimiento de nuestro trabajo. Hay personas que se jactan incluso de ello. Eso no debe ocurrir, pues es caldo de cultivo para los bulos, los mitos y las pseudociencias, que no pasan por el tamiz ni del método científico ni de la propia razón. Los científicos podemos y debemos combatir esto para proteger a la sociedad de supercherías y fraudes (a veces incluso “probados científicamente”*).

En mi opinión, sin embargo, hay razones más íntimas y profundas, porque suponen un cambio cualitativo en la sociedad. El método científico es enormemente exigente en sus procedimientos, de manera que todo lo que se asegure se debe comprobar sistemática y rigurosamente. Está, además, continuamente sometido a revisión, a nuevas comprobaciones. Parte, de hecho, de una duda sistemática, en contraposición a la fe o al mito (que son incontestables e inamovibles), como el camino para comprender la realidad (la dialéctica socrática, el “solo sé que no sé nada”, germen del método científico). Por eso, la ciencia no es una línea recta, sino que se replantea a si misma continuamente a la luz de los nuevos conocimientos o los avances que se van generando. Eso no implica que sea inexacta, sino justamente lo contrario: siempre generará avances en el conocimiento. Se necesita una mente abierta y osada, así como una gran observación y un espíritu crítico y analítico, que se entrenan hasta que se aprehenden. La ciencia, en definitiva, busca la verdad, el porqué de las cosas, pero mediante la razón y no por nuestras apetencias o mitos. Enseñar eso a la sociedad es también responsabilidad de la divulgación de la ciencia y sus métodos.

En definitiva, la formación científica es exigente, dialéctica, participativa, culta, y proporciona una visión amplia y rica del mundo que nos rodea. Crea personas formadas, con pensamiento crítico propio, preparadas para encarar los múltiples retos que plantea el futuro (y recuerdo que estamos inmersos en un cambio climático de aúpa).

La divulgación científica, finalmente, es una actividad entretenida que a mi, en concreto, me divierte y me satisface personal y profesionalmente. Me entusiasma saber que alguien que me escucha o participa en un taller mío se interesa por la ciencia, o que una niña o un niño quiera ser científica o científico después de mi charla o mi taller. Es emocionante.

Notas:

en cachette”: a escondidas.

comme il faut”: como debe ser.

* irónico.

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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

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