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Se fue un gran hombre pero, sobre todo, un amigo

Juan Diego, interpretando 'La lengua madre' | TEATROS LUCHANA

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Querido Juan,

Hoy me he despertado con la triste noticia de que te has ido. Sabía que no te encontrabas muy bien, pero esperaba, como en ocasiones anteriores, que consiguieras superarlo. Parece que no ha podido ser. Esto de llegar a estas edades nos trae estas malas noticias con demasiada frecuencia. Espero que, al menos, hayas descansado. Yo seguiré llevándote en mis recuerdos. Me vienen a la memoria tantos encuentros y, por qué no decirlo, tantos desencuentros, que nunca impidieron que siguiéramos siendo amigos.

Aquellas piruetas a las que nos llevó Juan Carlos Sánchez cuando montamos Fierabrás, allá por los años ochenta, y donde, aunque entonces éramos jóvenes, no teníamos suficiente preparación física para aquellos esfuerzos. Pese a todo, conseguimos superarlo y disfrutamos juntos, el sentido del humor nos fue de gran ayuda; no hay nada como reírse de uno mismo. Tú, pequeño y nervioso, pusiste toda tu gracia en actuar de héroe de comic como el que se nos pedía llevar a cabo; yo, larguirucho y canijo, rellené mis enclenques extremidades con protectores que me dieran el volumen que no tenía. Frente a nosotros, el fornido Roberto Quintana cuyos brazos y piernas eran del grosor de nuestras cinturas.

Las personas somos mejores o peores gracias a los amigos que vamos creando en nuestro devenir: tú has sido de los grandes

Recuerdo tus gritos de desacuerdo cuando el CAT (Centro Andaluz de Teatro) estrenó su primer espectáculo en el extinto teatro Imperial. Gritabas tu desacuerdo como un hermano lo haría ante el fracaso del otro; siempre te has sentido de aquí y así lo hemos compartido los que tuvimos la suerte de estar contigo.

Y, por último, me vuelve a la memoria el homenaje que justamente se te hizo en Sevilla en, no recuerdo cual, festival de cine, donde, especialmente me convocaste y sorprendiste haciéndonos poner de pie a una serie de amigos y compañeros con los que quisiste compartir tu premio. Gracias, Juan, por tenerme como amigo y desde esta carta de despedida te mando el beso que no he podido darte antes de tu partida. Las personas somos mejores o peores gracias a los amigos que vamos creando en nuestro devenir: tú has sido de los grandes.

Desde aquí, pido al Ayuntamiento de Sevilla se digne dejando tu recuerdo en una calle, un monumento o al menos una placa; las ciudades las hacen sus habitantes, sus ciudadanos y tú, aunque permaneciste en Madrid, siempre fuiste de aquí.

Un abrazo.

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