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ENTREVISTA
‘Bruce Lee’, el primer universitario de Los Asperones: “La Universidad me ha enseñado a ver nuevos horizontes desde el mismo sitio”

Bruce Lee, en Los Asperones

Néstor Cenizo

Málaga —

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Si alguien visita Los Asperones y pregunta por José Francisco Gómez, es probable que su interlocutor se encoja de hombros. Pero si pregunta por Bruce Lee… ¡Ah! Si pregunta por Bruce Lee la cosa cambia, porque Bruce Lee es leyenda de este barrio malagueño, y el primero con estrella doble en el particular “muro de la fama” del Colegio María de la O: una, por acabar la Secundaria; la otra, por ser titulado universitario. Es por ahora el único graduado de este barrio de chabolas, en el que poco a poco asoman más: una chica ya universitaria, dos en el bachillerato, la propia hermana de Bruce Lee que quiere hacer Educación Infantil.

Por eso, José Francisco Gómez, Bruce Lee, es uno de los Andaluces de 10 con los que elDiario.es Andalucía quiere celebrar su décimo aniversario. De tez morena, pero no tanto, y tímido, pero no tanto, se graduó en Educación Social el 3 de julio de 2022, y desde entonces es una especie de embajador de Los Asperones. Es Bruce Lee porque de la santa trinidad laica de los gitanos que forma con Camarón y Michael Jackson, el actor de las patadas es el único que no canta: “Y claro, como mis tíos son sordomudos y no pueden escuchar música, y yo tenía los ojos achinados y los puñitos como si hiciera la grulla…”. “¡Ey, Bruslí!”, exclama un vecino a su paso.

Los Asperones es un barrio al norte de Málaga encajonado entre un vertedero, el cementerio, un desguace, las cocheras del Metro y algunas chatarrerías. Un entorno imbatible. Las administraciones le dieron de lado nada más nacer de urgencia, allá por las inundaciones de 1987. En 35 años, Junta de Andalucía y ayuntamiento de Málaga se han pasado la pelota en una interminable partida de ping pong con inacabables tiempos muertos. En 2005 se anunció el realojo de las primeras 50 familias, que nunca se hizo; hace cuatro años el Defensor del Pueblo volvió a poner el grito en el cielo; se han aprobado infinidad de mociones. ¿Qué se ha hecho sobre el terreno? Nada.

Aquí viven en torno al millar de personas. Un estudio de 2017 daba las siguientes cifras: el 97% está en pobreza extrema; el 92,3% en desempleo; el 89% no tiene titulación académica. Aquí pocos votan, porque pocos creen en la política. Las administraciones dicen estar trabajando discretamente en un plan, del que nada se sabe. Y los vecinos miran ahora una un edificio en crecimiento al otro lado de la carretera. Albergará cientos de viviendas de protección oficial. “La gente tiene miedo de que los vayan a meter ahí. No quieren que los saquen de su casa para meterlos a todos en un edificio”, dice Bruce Lee. ¿Qué hacer ahora con quienes sienten que este, y no otro, es su sitio?

Muchos aquí parecen asumir con naturalidad el papel insular en la Málaga de los cruceros, las portadas de revistas de tendencias y las empresas punteras, igual que se resignan a ver pasar de largo los trenes. “El metro se guarda ahí. No pasa por aquí, no. Es la representación gráfica de la exclusión”. Él no se resigna. Clama contra el estigma, a la vez que anima a sus vecinos a borrarlo abriéndose al exterior; no se ve en otro barrio, pero conviene hay mucho que cambiar.

Estamos a diez minutos de la Universidad, pero esto parece otro mundo.

El problema, yo creo, es lo que te hace no salir del barrio.

¿Qué quieres decir?

Esta es la zona de confort de la gente que vive aquí. Yo por suerte desde chico sí que he salido fuera. Pero para quien no ha salido en su vida y sale con 20, 25 años y con esta forma de vivir, es un choque cultural tremendo. Yo no soy tan oscuro, pero a mis vecinos la gente los mira mal por la calle. La gente está pensando “que no se me acerque” y eso es racismo. Yo se lo digo a mis compañeros, educadores y educadoras sociales, y me dicen que no llegan a entenderlo. Porque tú eres blanco. Es como cuando las mujeres nos dicen: “No sabéis lo que es por la calle a las 03:00 sola”. Y tú como hombre dices “no, no lo entiendo”. Claro, porque eres hombre.

Tú has roto ese estigma. ¿Has renunciado a algo para lograrlo?

Yo por suerte siempre he estado fuera. Pero parece que tienes que ser un gitano como los payos quieren para que te respeten. Y eso es una cosa que me preocupa. Al final yo me he formado como he querido, pero creo que el modelo hegemónico es asimilacionista: tenemos que asimilar las creencias de la mayoría si queremos pertenecer a ella. Esto es una realidad. La mayoría no se centra en la cultura musulmana, la cultura judía, la cultura gitana, ver qué tenemos en común y las diferencias y aprender de ello.

¿La educación cambia un barrio?

Cuando yo estudiaba era muy raro: se da por hecho que el gitano no estudia. Cuando yo estudiaba mi propia familia, tías muy cercanas, le decían a mi madre: “Se te va a quedar el niño tonto de tanto estudiar”. Conforme han pasado los años, la gente le va dando un poco más de importancia. Sobre todo porque saben que, si no, no van a ningún sitio.

Y tú, ¿cómo llevas ser un referente de ese cambio?

Me doy cuenta que en mi opinión para mucha gente es importante. De hecho, a veces me pongo nervioso porque hay gente que no sabe qué hacer y me pregunta: “A ver, tú que eres muy listo, ¿qué podemos hacer?” Y yo no tengo recetas mágicas ni entiendo de todo. Yo me saqué una carrera universitaria y ya está.

El primero con dos estrellas en el María de la O…

Esto fue una invención de hace poquillo de los educadores y las educadoras sociales, con Patxi Velasco [director del María de la O y referente en Los Asperones] y Cristóbal Ruiz-Román, de la Universidad. Yo vine aquí de muy chiquitillo, de los 3 a 6 años. Luego fui a otro colegio en Las Chapas. Mis padres me llevaban todos los días. Cuando íbamos en autobús cogíamos el primero, el de las 07:30, para llegar a las 08:30.

¿Fue importante para ti salir del barrio?

Aquí las ideas se transmiten de una generación a otra. Si la idea transmisora es que los gitanos no sirven para estudiar, y hay una cultura de la marginalidad, que no es la cultura gitana… Se lo dije al delegado de Educación: yo no creo que todos los niños de un barrio deban ir a un mismo colegio, porque eso favorece los colegios guetos. Se trata de ir a un colegio donde veas diferentes realidades y puedas elegir. Y aquí el problema no es del colegio, ni de los maestros, el problema es donde está, porque no se va a apuntar nadie que no sea del barrio.

Para ir al instituto sí tienen que salir.

Es un choque, porque aquí se centran mucho en ellos. Es una educación súper personalizada. Patxi hace y pico de triquiñuelas para que aprendan súper guay y se lo pasen bien. Pero cuando pasan al instituto la realidad te da una guantá.

Fueron tus padres quienes te empujaron a salir. ¿Quiénes son y a qué se dedican?

Tienen un puesto en el Mercado Central de Atarazanas, una charcutería. Yo siempre pienso cómo sería mi realidad si hubiera nacido en otra familia.

¿Por qué estudiaste Educación Social?

Yo quería estudiar Historia o Filosofía, lo tenía súper decidido. De hecho, todavía lo tengo pensado para un futuro no muy lejano. Pero después del instituto hice un grado de Educación Social, y acabé enamoradísimo de lo social, y dije “yo quiero ser educador en vez de estudiar Historia, porque a mí me mueve más esto”. A lo mejor en mi tiempo libre me gusta leer un par de horas un libro de Slavoj Zizek. Pero prefiero trabajar en esto porque es algo que le tengo que dedicar más de dos horas.

¿Vienen aquí tus compañeros?

Yo siempre invito, tanto a profesores como a compañeras y compañeros, a venir a mi casa a comer arroz. Y la gente se sorprende porque esperan que el barrio sea súper ruidoso. Y claro, cuando vienes y nos lo comemos en la puerta, sentaditos al sol y tal, se sorprenden por la tranquilidad que hay. El barrio no está lo más limpio posible, tiene cosas que a lo mejor no son tan buenas, pero tú vas por la calle y yo creo que la sensación de miedo, la sensación de intranquilidad, yo creo que no la tienes.

¿Seguirás viviendo aquí cuando empieces a trabajar?

A mí no me preocupa vivir aquí. Tengo la sensación de que realmente aquí no se vive mal y yo estoy a gusto. No me quiero ir del barrio. También está muy complicado el tema de la vivienda. Y no creo yo que vaya a tener en la vida vecinos mejores que los que yo tengo: hasta lo que me molesta de mis vecinos, les puedo decir que me molesta. Eso ya es más que en la mayoría de los sitios. Al mismo tiempo, me gustaría que cambiaran algunas cosas: no quiero que mis hijos, nazcan y vivan en un ambiente súper homogéneo en el que le vayan a decir que se vive de determinada manera. Si solo ves una forma, siempre vives de esa forma.

¿Qué te ha enseñado la Universidad?

Mira, una seño que yo tenía de inglés en el instituto me puso de mote grumpy, que es gruñón en inglés. Yo siempre he sido muy gruñón. Nunca he estado contento. Pero quizá la experiencia de la universidad me ha ayudado a focalizar más. La universidad no te hace mejor que nadie, pero te enseña a ver las cosas con una amplitud diferente. Decir: “Yo pienso esto, pero puedo deconstruir este conocimiento y construir uno nuevo viviendo en el mismo sitio, siendo la misma persona”. Y eso es lo que creo que me ha dado la Universidad: ver nuevos horizontes desde el mismo sitio.

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