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Las voces de Los Asperones, la Málaga ignorada que no sale en las revistas: “El barrio es una cárcel”

Los Asperones | N.C.

Néstor Cenizo

Málaga —

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“Lo que queremos es que Los Asperones no existan, que nos saquen de allí”. La voz de una vecina (que prefiere no ser identificada) resonó alta y clara este miércoles en la sede del Rectorado de la Universidad de Málaga. La mujer había acudido a la presentación de un informe, Voces que no (s) cuentan, que analiza a través de las metáforas que brotan de sus habitantes la exclusión social en esta barriada, creada por la administración hace 35 años e ignorada por casi todos desde entonces. “Alguien se tiene que poner de acuerdo”, protesta: “Los que mandan más. Si no, ¿quién lo va a hacer? No tenemos la varita mágica de quitar el barrio. Queremos salir para tener las mismas oportunidades que quienes no están allí”.

Luego habló otra (que también prefiere el anonimato): “El barrio es una cárcel, y mi niño cuando sale del barrio ya no quiere entrar. Tiene cinco años. Ve la rondera del cementerio y empieza a llorar”.

Sus palabras sirvieron de contrapunto a las excusas de la administración y completaron en vivo y en directo el informe, elaborado por un equipo de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga. El documento, premiado por Fundación Foessa, recoge un relato coral del barrio, las esperanzas y las frustraciones de sus habitantes a partir de 40 testimonios de familias que viven o han vivido allí, y de profesionales de la intervención social y educativa que conocen bien Los Asperones.

“Lo que pretendíamos es escuchar, más que dar voz, porque la voz la tenemos todos desde que nacemos”, cuenta Cristóbal Ruiz Román, investigador de la Universidad de Málaga y coautor del informe. Se trataba de recurrir a otro lenguaje para llegar a realidades a las que no llegan las cifras. “Las metáforas permiten conocer las vivencias de las personas. Cuando una vecina nos dice ”me asfixio“ nos habla de una realidad poco tangible con otro lenguaje o con otros números. Nos habla de angustia, miedo o tristeza”.

A su informe de “voces” le acompaña otro documento de análisis y una pieza audiovisual, dirigida por Alejandro Alvarado, que empezará a difundirse esta semana.

“Esto es el cementerio de los vivos”

Una cárcel. El abandono. Una rotonda sin salida. Un barco que se hunde. Son ideas e imágenes que se repiten en las entrevistas con los habitantes de Los Asperones. “Tú das una vuelta por el barrio y es como dar vueltas en el patio de una cárcel, porque ves siempre lo mismo”, dice uno de ellos. “El barrio es como estar en una rotonda sin salida. Queremos tratar de avanzar, queremos salir de allí, ver, estudiar, trabajar, queremos ver qué es lo que hay fuera del barrio. ¡Pero esto es como darle la vuelta a la rotonda! Son arenas movedizas. Intentas dar pasos, pero te chupa”, comenta otro.

“Esto es el cementerio de los vivos”, concluye un tercero.

Los Asperones es un barrio de viviendas prefabricadas creado por las administraciones públicas a finales de los 80, fruto de un proyecto de erradicación del chabolismo en la ciudad. Tenía fecha de caducidad: cinco años, mientras se rehabilitaban las viviendas originales o buscaban alternativas de vivienda digna en otras zonas. Pero eso nunca se hizo. Por entonces tenía 175 viviendas prefabricadas y la zona urbanizada más cercana a diez kilómetros.

Hoy, sus 290 chabolas y cuartillos alojan a casi mil personas incrustadas en el lugar predestinado a procesar los residuos de la ciudad. Al sur, lindan con una cantera de extracción de arcilla donde abunda una piedra llamada asperón; al norte, con una zona de desguaces y el vertedero de Los Ruices; al oeste, con el cementerio; y al este, hasta hace poco, con una protectora de animales. No hay supermercados, farmacias o centros educativos, más allá del colegio de infantil María de la O, auténtica referencia del barrio, y el centro de salud está a casi tres kilómetros. Desde fuera lo primero que se ve son los tejados de uralita. El barrio se levantó en un agujero, con calles sin salida y lejos de la vista de los malagueños, que procuran no mirarlo.

Quienes lo habitan se sienten abandonados y empobretaos. “Estamos en el último sitio de Málaga, donde no nos quiere nadie. Ahí estamos, en la última esquina de la ciudad”, dice alguien en el informe. “Cuando sales, ves un parque. Y en Asperones no lo ves. Sales del barrio y ves gente con cosas, ves un bar, un quiosco, ves cosas de esas, ¿sabes? Ves cosas en el exterior que no encuentras en el barrio”.

Un 97% en la pobreza extrema a las puertas de la ciudad de moda

35 años después de que naciera el barrio, el 74% de quienes allí viven están en desempleo, y el 97% vive en la pobreza extrema con ingresos menores a 300 euros al mes. El 89% no tienen ninguna titulación, aunque algo se ha avanzado: ahora ya hay 93 graduados y dos titulados universitarios. Gran parte de sus habitantes han nacido allí: la media de edad es de 26 años, el 37,7% son menores de edad y sólo el 2,6% son mayores de 65. La esperanza de vida es de 51 años. Todos habitan una infravivienda hecha con materiales prefabricados, o un cuartillo añadido con el tiempo a las estructuras originarias.

Mientras, en la ciudad hay un 0,3% de infraviviendas, la tasa de pobreza extrema es del 8%, la de desempleo ronda el 20% y el 98,1% tiene estudios.

La situación de Los Asperones es el reverso de las portadas de las revistas de viajes y tendencias, de la Málaga de los museos y las empresas tecnológicas, de la ciudad de moda. “Hay un contraste de ciudad espectacular y Los Asperones”, protesta Patxi Velasco, una de las figuras más respetadas del barrio por su labor como director del colegio, y mucho más: “En la ciudad de Málaga los pobres no importan. El Centro, los museos, el turismo es importante; pero nosotros no somos importantes”.

El problema es conocido para las administraciones. Lo denunció el Defensor del Pueblo en 2005 (y en 2019 y en 2020), incluso el relator de la ONU contra la pobreza lo incluyó en un informe de julio de 2020. Pero las administraciones han mirado para otro lado mientras todo sigue igual. “La realidad es que no lo hemos hecho bien. Es una vergüenza mantener en una ciudad como la de hoy un barrio de estas características”, admite María Dolores Aurioles, Directora General de Derechos Sociales, Igualdad, Accesibilidad y Políticas Inclusivas del Ayuntamiento de Málaga desde 2019, que no ve solución cercana: “No es que estemos en ello, pero sí hay voluntad de acometer y abordar esta realidad, más pronto que tarde… Espero”.

La situación, condensada en la metáfora de la rotonda, provoca la parálisis de sus habitantes y la frustración de los profesionales que, día tras día, achican agua del barco que se hunde. “Se lanzan flotadores, pero faltan recursos y el personal tiene que tomar la decisión de a qué persona lanzar el flotador”, lamenta Lorena Molina, otra de las autoras del informe. Ruiz Román pide una intervención personalizada, que empiece por escuchar la voz de sus protagonistas.

Aurioles admite que haya desconfianza y que aquello se perciba como una condena. “Pero está en revisión”, dijo, y la salida “depende también de las personas que viven allí”. Principalmente, a través de la formación, subraya.

“El problema es de falta de voluntad y sensibilidad”

Hoy, hay quien observa que Los Asperones se acabarán cuando interese económicamente. El fracaso en la carrera por albergar la Exposición Internacional de 2027 quizá lo retrase, pero los terrenos lindan ya con la zona de expansión de Málaga. “Sería injusto que, 40 años después, desapareciera por los mismos motivos que lo hicieron en el pasado, y es que estorban y tenemos que sacarlos de aquí”, señala alguien en el informe.

En el mapa de la frustrada Epo27 alguien puso el logo tapando Los Asperones. “El presupuesto se puede invertir un poquito más arriba”, ironizó Patxi Velasco, director del colegio María de la O. “No es un problema de desconocimiento ni de competencia. El problema es de falta de voluntad y sensibilidad. La voluntad se mueve si hay sensibilidad. Y este estudio quiere sensibilizar para mover”. 

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