Flora Tristán, quince años de estudiantes y vecinos luchando por la integración desde el corazón del Polígono Sur

Estudiantes y vecinos, en una de las azoteas de la residencia, con el Polígono Sur a sus espaldas

Javier Ramajo

Cuando arrancó en abril de 2004 “pareció una idea muy loca”, dice Mari Carmen Maguilla, coordinadora de Intervención Social de la Flora Tristán. Una residencia de estudiantes en pleno Polígono Sur, un barrio de Sevilla estigmatizado desde los años 60 que viene luchando por la cohesión social y su integración con el resto de la capital andaluza. “Somos seis barrios y nos meten a todos en el mismo saco. Aquí hay realidades muy distintas y gente muy buena y trabajadora, más que mala gente, pero siempre se destaca lo malo”, apunta Manuel, jubilado de Lipasam y vecino de la zona desde los 11 años.

La ubicación del enclave, en plenas Letanías, dice mucho. En una antigua calle sin nombre, conocida como 'la calle de la plata' porque era frecuentada por consumidores de droga, siete bloques que iban a ser destinados a VPO conforman la residencia, un proyecto social de la Universidad Pablo de Olavide que ofrece servicio de alojamiento a toda la comunidad universitaria de Sevilla. En ella residen unos 200 jóvenes, que comparten vivencias con los vecinos colaborando en diferentes proyectos y formando parte de un proceso de normalización que las administraciones tratan de llevar a cabo desde hace ya muchos años.

Tres vecinos de 54, 65 y 67 años acuden a la cita con eldiario.es Andalucía junto a estudiantes de 19, 25, 30 y 32. La charla se celebra en una sala de usos múltiples donde palabras como “personas”, “familia”, “refuerzo”, futuro digno“ y ”respeto“ no solo ilustran las paredes sino que están presentes en el discurso único que comparten tanto los jóvenes como los mayores. Participación, conciencia social, intercambio, convivencia, ayuda, aprendizaje, permeabilizar....resuenan en cada una de las intervenciones para abrirse paso en un mismo sentido: integración y colaboración.

La Residencia Universitaria Flora Tristán cumple este curso 2018-2019 su 15º año de funcionamiento, desarrollando un programa de colaboración con las asociaciones y entidades del Polígono Sur. El trabajo realizado en estos años por parte de las personas becadas (estudiantes universitarios que viven en la residencia) ha supuesto un elemento determinante para apoyar, tanto a la zona como a sus habitantes, según se desprende del entusiasmo que muestran unos y otros.

Efecto multiplicador

Manuel (30) es buen ejemplo de ello. Animador sociocultural, estudia Trabajo Social y lleva cinco años en “la Flora”. “También hacemos de contacto entre los vecinos y las entidades que trabajan en el barrio, identificando necesidades al conocer el día a día de los vecinos, creando redes y potenciando la convivencia. Mucha gente que viene de fuera, y que puede traer una batería de prejuicios, cuando está aquí un tiempo les niegan a otros los estereotipos del barrio y ya tienen el conocimiento para decirles a otros 'oye, que lo que piensas del Polígono no es cierto'. Es un efecto multiplicador. Y no solo por estudiantes que trabajamos en lo social sino para otras carreras (Derecho, Periodismo...). Ese espíritu crítico y conciencia social transversal se aprende aquí”.

Este joven comparte beca de formación de la UPO con Alba, de 25 años, de Ciencias Políticas y Máster en Intervención Social, que tiene muy claro que en el barrio hay gente “muy humilde y trabajadora”, con “problemáticas sociales” a las que tienen que sumar las creencias de mucha gente o de muchos padres “que les advierten de que este no es un lugar para vivir y menos para estudiar”. “Todo parte del estigma”, pero aquí “cada uno aporta lo suyo”. “A mí me gusta decir que este es el barrio sostén de la Sevilla turística. Cuando trabajaba de camarera y volvía de noche en el autobús, venía lleno de gente que, igual que yo, volvía de trabajar”, recuerda Alba. “Es que la mayoría trabaja y estudia, ¡pero eso no se dice nunca!”, apostilla Carmen (54 años)

El éxito del programa se confirma a través de las diferentes muestras de apoyo al proyecto recibidas por parte de las instituciones y el tejido asociativo del Polígono Sur en forma de distinciones, premios y cartas de apoyo, pero, sobre todo, por el aumento de la demanda de personas becadas para el desarrollo de actuaciones en las entidades e instituciones. “Estamos en todas las partes de lo que se está haciendo en e barrio, con presencia en muchos proyectos”, apunta Mari Carmen. Entre alumnos de Grado, Postgrado, estancias cortas de estudiantes que presentan la tesis, profesores e investigadores de otros países, durante el pasado curso pasaron por la residencia más de 350 personas, de hasta 17 nacionalidades.

Durante la conversación y el intercambio de vivencias que comparten saltan sin resorte las voces de Manuel (65) y Antonio (67), que viene de barrer, como cada día, la plazoleta de la calle Dama del Alba, cuya comunidad de vecinos trata de reflotar. Aún casi que le brillan los ojos al recordar el cine de verano, con “los niños disfrutando” y “yo llorando de alegría”. Manuel, implicado al máximo con los huertos ecológicos que lleva gratuitamente a colegios e institutos, son su pasión, “colaborando con todo aquel que lo necesite”.

“Yo vivía en San Jerónimo y vine a las 'casitas bajas' del Polígono Sur en 1964. Aquí hay bastante gente trabajadora. Claro que hay malo, como en todos lados. Muchas veces me han pedido que enseñe dónde se compra droga, pero de lo malo yo no hablo. He vivido en las Tres Mil Viviendas y en otros sitios del Polígono también, y siempre he sido feliz. Mi barrio no lo puedo echar por tierra”, comenta Manuel.

Radio en el bar

“No negamos que haya cosas malas, pero aquí hay mucho bueno”, señala Carmen que, junto a otras tres vecinas, llevan nueve años llevando el programa 'Mujeres por el barrio' de la radio comunitaria “para dar voz a los problemas del barrio” y “ni un alcalde ha venido en nueve años, pero que no venga en campaña electoral, ¡eh!”, advierte. “Una vez hicimos el programa en la puerta del bar. Nada más había que ver como nos miraban los hombres”, recuerda. “Era muy curioso verlas en ese espacio tan masculinizado”, apunta Antonia (19 años), que estudia Trabajo Social y Sociología y cumple su segundo año como becada en la residencia.

“Nosotras aprendemos mucho de ellas, contactamos con gente experta para que participe en sus programas y ponga voz a las mujeres, a sus problemas”, explica la más joven del grupo. Por su parte, Eli, de 32, graduada en Periodismo y que lleva cinco años con la beca de caloboración, apunta junto a Antonia que en el programa 'Noches de boda' abordan la sexualidad desde el punto de vista femenino, la menopausia, los mitos de la regla, etc. “para que las mujeres tomen la voz”.

Germán Jaráiz, director de la residencia, señala a este periódico que la Flora Tristán pretende “estar presente” en proyectos sociales de las múltiples asociaciones y entidades del barrio a través de los becarios. “El proyecto nuestro es no tener proyecto”, resume, destacando las mujeres mayores que están gestionando la radio comunitaria, el proyecto de apoyo lector en los cinco colegios del Polígono Sur y las aulas de convivencia de los institutos con alumnos más problemáticos, o la dinamización de las plazoletas donde el objetivo es “reflotar” algunas comunidades de vecinos que con han ido despareciendo con el paso del tiempo.

Mari Carmen Maguilla añade que para las becas de colaboración tratan de incluir a “los más motivados” a la hora de poder interrelacionar con los vecinos y las entidades, con un “perfil determinado”. Durante este curso se cuenta con 40 personas residentes con beca de colaboración, cuyo disfrute en concepto de alojamiento lleva implícito el compromiso de colaboración con distintas entidades del barrio para “permeabilizar” la zona. La entrada y salida de estudiantes también permite cierto “dinamismo” en las actuaciones y actitudes.

Aprendiaje fuera del aula

Las actividades desarrolladas por los residentes becarios se estructuran tres grandes áreas de actuación: educativa, conformada por las personas que trabajan en colegios de infantil y primaria del barrio, dentro del marco de la educación reglada y formal; socio-educativa, en la que, si bien se trabaja dentro de un contexto educativo, las acciones tienen una repercusión más amplia sirviendo para mejorar y fortalecer las relaciones sociales; y comunitaria, donde colaboran todas las personas adscritas a proyectos comunitarios y asociaciones del barrio.

La vinculación con la vecindad que tiene “interés de mejora” es fundamental, señalan los resposables. “Ni todos los barrios del Polígono son iguales, ni siquiera todas las Tres Mil son iguales”, incide Carmen, que recuerda con espanto cuándo un taxista le dejó en mitad lejos de su domicilio por no adentrarse en una de las zonas del barrio. A Antonia le pasó algo parecido en su primera noche en Sevilla. Eli remarca el aprendiaje fuera del aula que les supone a los becados la posibilidad de hacer un “trabajo de campo” y ayudar, además, a “romper los estigmas”. “De aquí salimos con un bagaje y una experiencia, no sólo con la teoría”, destaca Eli.

En esa línea, Mari Carmen resalta que, al vivir en la zona, sufren como los vecinos la “privación de algunos servicios”, como las citadas experiencias con el taxi o la tardanza del carril-bici. “Compartimos frutería, bar, etc. y nos protegemos mucho”.  Todo un espacio de formación práctica, de formación como personas integrales y comprometidas con la realidad, con la realidad que les rodea y a la que quieren sacar del estigma y de los prejuicios.

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