“Buscamos libros que sean capaces de cambiar vidas”
Un libro es capaz de cambiar la vida del autor y de quienes lo leen, pero hay que encontrarlo. Ese libro es el que busca Juan Ignacio Jiménez, y en la editorial que dirige, Muñoz Moya Editores, estos trabajos encuentran su oportunidad para ver la luz. Lo de cambiar la vida puede ser algo difícil de definir, pero nada mejor que un ejemplo, el último, que llevará por nombre El hijo del guarda. La publicación verá la luz en breve y en ella su autor, Javier Quiñones Pozuelo, relata el periplo que le ha llevado a descubrir una parte desconocida de la vida de su padre, militar de aviación de profesión, que hizo la guerra en el bando que no le correspondía.
El autor “relata su propia búsqueda” y la entremezcla con la historia que ha ido descubriendo de su padre tras su muerte, un ejemplo de proyecto “atrevido y arriesgado”, explica Jiménez.
“A veces hay conflicto entre la calidad literaria y las perspectivas comerciales, pero nunca dejaremos de editar un libro de los que califico como únicos por parcas que sean las expectativas de ventas”, se compromete este editor. Únicos en el sentido que les daba el editor Roberto Calasso, “cuya creación cambió la vida del autor y que son capaces, por su carga emotiva o intelectual, de cambiar algo en las vidas de los lectores”. “Por eso es importante que una editorial tenga beneficio económico”, sentencia.
Es una declaración de principios de alguien que ha pasado su vida mirando como lector el mundo editorial, pero que un buen día decidió cumplir su deseo de ser editor: “Un sueño desde que entendí que a pesar de mi apasionado amor por la literatura nunca sería un Chejov o un Salinas”.
El deseo empezó a crecer en él, aún sin darse cuenta, cuando conoció en 1994 a Miguel Ángel Muñoz Moya, uno de los fundadores de la actual editorial, fruto de la fusión en 1999 de dos iniciativas editoriales distintas, una generada en el exilio en Francia por militantes del FRAP y otra en grupos guerrilleros de centro y Sudamérica exiliados en México, relata Jiménez.
Su encuentro con Muñoz cambió la vida de Juan Ignacio porque es lo que le animó a dar el paso de asumir la gestión de la editorial cuando Miguel Ángel se retiró a su pueblo de Badajoz a disfrutar de su huerto. “Cuando nos conocimos envidié su trabajo independiente, al servicio de la difusión de la cultura, en despachos con sillas de mimbre y aromas de tierra, de lluvia, de fragancias naturales”, cuenta “todo muy alejado del mundo urbano y empresarial en el que yo, como ingeniero, me movía”. Anhelaba ese estilo de vida y cuando supo de su jubilación creyó que la vida le daba esa oportunidad.
El destino le llevaría más tarde a conocer el pueblo de Sarrión, en Teruel, a donde se trasladó hace cuatro años, él y la editorial que hasta entonces tenía su sede en Sevilla. “Como casi vivo en el campo madrugo mucho y tengo el día ocupadísimo” cuenta, así que, si no fuera porque hasta este pueblo se ha traído las sillas de mimbre y ha encontrado también los aromas de tierra y lluvia “seguro que sufriría de estrés laboral”.
Pero se siente “un servidor público, un intermediario en la difusión de la cultura del autor al pueblo”, siempre junto a su mujer Christiane Domenech, que es parte también del proceso de creación de la editorial, y los colaboradores Herminio Figueredo, Antonio Zarco, Gemma Beltrán, Francisca Romerla y Juan Antonio Jiménez (hijo).
La editorial mantiene las fuertes vinculaciones con Extremadura, la tierra natal de Muñoz Moya, pero también apuesta por los temas de calidad con raíces aragonesas y los autores locales.
Vivir en un pueblo pequeño de una provincia con escasa población no es un condicionante para su trabajo, “el correo electrónico, el teléfono, Internet.... es igual estar en Sarrión que estar en Madrid”, y además “si sirve para dinamizar la zona pues mejor”.
La editorial ha publicado desde 1999 más de 400 volúmenes y ahora tienen un ritmo de unos 20 al año. Se trata de ensayos, centrándose en historia y biografía, pero también literatura de creación, que es la principal novedad de la nueva etapa de la editorial.
Confían en aumentar las cifras de producción, hasta dos o tres títulos mensuales, pero no aspiran a competir con los “superventas”. Tienen sus propios atractivos: presentaciones de calidad, en sitios interesantes, difusión en medios …. “Con mucho esfuerzo se consiguen al final los objetivos comerciales” para que no se pierda dinero y ganar un poco con unos libros que compensen aquellos con los que no se va a recuperar la inversión.
Jiménez no cree que el mundo digital sea una amenaza: “El libro impreso va a seguir existiendo mientras haya personas que tengan verdadera sed de conocimiento” y ese placer, asegura, “lo buscan en el libro escrito, no es lo mismo palparlo, olerlo o escribir en los márgenes en rojo o azul”.
“Ha habido muchas amenazas desde la revolución digital pero el libro sigue adelante”, y vaticina que seguirán buscando los libros quienes saben “que el ser humano apenas ha cambiado en 3.000 años de Historia, que todo lo que nos toca sufrir o disfrutar les ha tocado antes a otros y lo han puesto por escrito”.