El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Pedir la absolución o buscar el perdón. En esta tierra nuestra, llamada Aragón, llevamos décadas pidiendo la absolución por ser y existir, por sabernos diferentes y avanzar, desde el desierto hasta la montaña, con una mochila rasgada por la indiferencia de tantos y tantos que jamás fueron capaces de comprender que entre lo propio y lo universal solo existe un trazo: el que soporta la grandeza de una mirada con fósforo de libertad, porque soy tan americana como aragonesa, tan turolense como jacetana.
Pedir la absolución o buscar el perdón mientras avanzábamos y crecíamos y el nudo en la garganta se hacía hielo al grito: “En Calamocha con Calamocha no queremos central”, “Aragón ye nazión, autodeterminazión” “Yesa no” o “Por la dignidad de las gentes de Jánovas”. Y al tiempo que esos gritos reventaban en el aire, alcanzábamos la gloria de lo sublime con aquel hermoso “Leolo” o nos dejábamos tatuar con el malditismo de Loud Reed. Siempre supimos que había tiempo y talento para todo.
Pedir la absolución o buscar el perdón. Hoy aquí y el domingo, frente a la Confederación Hidrográfica del Ebro, pediremos #AbsoluciónParaLosOchoDeYesa, porque estos ocho, que me susurran casi como el título de una película de Tarantino, reivindican la lucha por la dignidad y por la libertad y por ello están siendo tratados como delincuentes: delinquir por defender la tierra y a sus gentes, la gran contradicción de un tiempo sujeto a contradicciones que ya muy pocos intentan explicar o analizar, porque lo que un día fue una de las capacidades más hermosas del hombre hoy es casi pura falsedad. Los 8 de Yesa son ese grito que nos devuelve al principio de las cosas, cuando como pueblo sabíamos qué destino buscábamos y sin miedo escupíamos al pantano y lo hacíamos sin llorar.
Pedir la absolución o buscar el perdón. Que nunca nadie nos haga sentirnos menos, que nunca nadie nos haga dudar, porque sabemos cuál es la parte de la historia que no falseamos y otros sí. Porque llegamos hasta aquí arrastrando cadenas de vergüenza y que hoy se han convertido en el arma que nos permite avanzar, que me permite avanzar. Por fin sin miedo.
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