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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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Las campanas bandean por la España interior

Plácido Diez

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A finales de agosto, un amigo del pueblo, fuimos pareja al tomar la primera comunión, sufrió un ictus mientras recogía la cosecha del huerto al atardecer. Ir acompañado de su mujer fue determinante para que en pocos minutos una ambulancia llegase desde el centro de salud de Calamocha, a 7 kilómetros de Fuentes Claras, y para que hoy, después de pasar por el hospital de Teruel y de ser operado en el “Miguel Servet” de Zaragoza, esté felizmente recuperado en su casa del pueblo y con ganas de volver a coger la azada.

Hace 20 años, así lo cuenta uno de sus fundadores, el médico Manuel Gimeno, surgió la plataforma ciudadana Teruel Existe tras el fallecimiento de un joven de Cella que, tras sufrir un accidente de tráfico, murió en el traslado al hospital en condiciones muy deficientes. Desde la rabia, Gimeno denuncia que no hubo una triste ambulancia para el accidentado y sí un helicóptero medicalizado para transportar sus órganos donados.

Algo ha cambiado a mejor desde entonces en el transporte sanitario de emergencia como lo certifican, si mis datos no son erróneos, la puesta en marcha de los centros de salud comarcales, las 23 ambulancias (5 de Soporte Vital Avanzado, 10 de Soporte Vital Básico y 8 convencionales) desplegadas en la provincia y un helicóptero medicalizado.

Una ejemplar activista de la comarca del Jiloca y de la provincia de Teruel, geógrafa y concejala del Ayuntamiento de Burbáguena, Silvia Benedí, escribía a principios de año en este diario un artículo, bajo el título “Mi hija no sabe que es de pueblo”, en el que se leía “digo que no lo sabe porque por ahora cualquier niña de ciudad y ella han tenido la misma oferta y los mismos servicios. Mi hija tiene pediatra y enfermera: unas grandes profesionales que la han atendido cuando hemos tenido que hacer revisiones o cuando ha estado mala. Incluso cuando ha estado un poco más mala y ha tenido que pasar algún rato en urgencias, hemos llegado con tiempo de sobra al hospital habiendo recibido las indicaciones y el tratamiento adecuado para poder llegar perfectamente. Esto siempre en tiempo récord (es lo que tiene que no haya muchos bebés por la zona) y con una atención muy cuidada”.

Y añadía, “también tiene guardería, que al estar subvencionada por un organismo oficial es mucho más barata que las de las ciudades. Además, como aquí el círculo familiar suele ser más cercano y los bebés tardan más en ser escolarizados, mi hija ha ido a un aula donde apenas había más bebés. Es decir, casi ha tenido atención individualizada por el mismo precio. Un lujo. Pero aún digo más, en el pueblo eres capaz de salir con tu bebé en brazos y dejárselo a la primera persona que encuentras en la calle (doy fe) sin tener ningún miedo a hacerlo y sabiendo que va a estar perfectamente atendido y cuidado (era un caso de urgencia, ¡pero haz eso en una ciudad!)”.

Según los datos publicados el pasado 1 de octubre por la Agencia Tributaria, los turolenses declararon en 2017 en el IRPF unos ingresos medios anuales por persona de 25.935 euros, cuatro mil euros más que la media española. En las grandes y medianas ciudades hay barrios como La Ventilla en Madrid, a la sombra del distrito financiero de la Castellana, con una renta media anual por persona por debajo de los 8.000 euros y se pueden hacer más comparaciones con otros barrios urbanos, también de Zaragoza, habitados en un significativo porcentaje por ciudadanos con casa y arraigo rural, en los que se han instalado la precariedad y la desigualdad.

Ese año el municipio más rico de Aragón fue Cuarte de Huerva, en el área de influencia de Zaragoza, desbancando a Andorra que lo había sido en ejercicios anteriores, pero es que los tres con menos ingresos declarados fueron Maella, Ricla y Alfamén, los tres en la provincia de Zaragoza, que también tiene el apellido del Cuarto Espacio. ¿O es que hay muchas diferencias desde el punto de vista de la despoblación, de la dispersión y del envejecimiento/sobreenvejecimiento/dependencia entre el Maestrazgo, Gúdar-Javalambre, la sierra de Albarracín y el Sobrarbe, la Ribagorza, la Jacetania, Daroca, Belchite, las Altas Cinco Villas, el Aranda o la comarca de Calatayud?

La plataforma ciudadana, en camino de transformarse “hastiados” en una agrupación de electores que competirá con los partidos políticos (también a la hora de pronunciarse sobre la eutanasia, la violencia machista o intrafamiliar, la bajada de impuestos, la reforma laboral, la foralidad vasco-navarra, la sentencia del procés o ante una pregunta sobre la prioridad presupuestaria entre Notre Dame y la Amazonia) ha conseguido que Teruel sea la única provincia con apellido, ha patentado una marca que la utilizan las multinacionales para comercializar los valores de la España interior, ha sido referencia de otras plataformas en el resto de España y ha movilizado progresivamente a toda una provincia, acompañada en ocasiones por el tañido de la campanas de las iglesias, para contribuir a que las cosas hayan ido a mejor en los últimos 20 años.

Dicho esto, sería falso no reconocer la relevancia del esfuerzo institucional, de la autonomía, de las diputaciones provinciales, de las comarcas, de los municipios, de los Gobiernos de España, y de los políticos con cuyo descrédito injustamente se generaliza.

Desde el Teruel en blanco y negro de mi bachillerato superior en “Las Viñas” y de mi COU mixto en “La Salle, desde el ”Salvemos Teruel“ en Miravete de la Sierra de hace 42 años, en el que alguna presencia tuvimos los entonces emigrantes aragoneses, han pasado muchas cosas y algunas de ellas buenas.

La capital tiene más luz, más alegría, más atractivo, más patrimonio recuperado, más visitantes, pero es que la autonomía, sobre todo la autonomía, también las diputaciones, los municipios y las comarcas, han impulsado fondos especiales como el Fite y el Miner, estamos hablando de más de mil millones de euros en los últimos 20 años, el campus universitario y proyectos como el aeronáutico de Caudé, o Dinópolis, o Motorland, o la Plataforma Logística (Platea), o Galáctica, o la Fundación Santa María de Albarracín, o la nieve, o el jamón, o la trufa, o la oferta turística, o las apuestas de la Caja Rural, de Samca, del Grupo Térvalis y ahora de Forestalia por la energía verde, o las escuelas infantiles, o las residencias y los servicios sociales con mención especial para la atención a las personas mayores.

No todo pasa por el AVE y por las autovías de asfalto (en las Tierras Altas escocesas, que están consiguiendo revertir la despoblación, las carreteras son estrechas pero están bien de firme y te permiten disfrutar de una conducción pacífica disfrutando del paisaje), hay que darles mucho valor a las autovías digitales, al comercio electrónico, a la conectividad de calidad que ya es un derecho básico de todos los ciudadanos, y también al asociacionismo de todo tipo, que se está extendiendo en todos los pequeños municipios, y al talento individual y colectivo, el del ¿qué puedo hacer yo por mi pueblo antes de caer en la melancolía, en el negativismo y en responsabilizar a los políticos de Zaragoza y de Madrid de todos los males de mi existencia? La actitud es muy importante.

Y también hay que darle valor a la autocrítica, ¿se podrían haber gestionado mejor, como ha dicho la Cámara de Cuentas, esos fondos especiales?, y a las visiones abiertas y solidarias dentro y fuera de Aragón porque si el futuro de la provincia de Teruel pasa por la línea ferroviaria de altas prestaciones Sagunto-Teruel-Zaragoza no está demás, por ejemplo, incluir en la reivindicación también el Canfranc.

Visiones abiertas y solidarias que, en el caso de Teruel Existe, deduzco que habrán evaluado también la pluralidad, el riesgo de competir a partir de ahora con organizaciones sociales y políticas que les apoyan, la solidaridad interterritorial en España – es verdad que las subastas de votos en el mal acabado Estado de las autonomías y el ejemplo del único diputado del Partido Regionalista de Cantabria son muy tentadores- y de enfrentar las periferias con unas capitales, grandes y medianas, en las que la gente también sufre, y de qué modo los más vulnerables, la precariedad, la desigualdad, el hacinamiento y la soledad.

No hay que olvidar que, a escala global, instrumentalizar las emociones y exacerbar el nacionalismo/tribalismo/victimismo está siendo el caldo de cultivo de líderes como Trump, Johnson o Bolsonaro. Como he leído que dijo en su momento el expresidente de Uruguay, José Mújica, tenemos que empezar a pensar como especie, como conjunto de seres humanos, también para corregir los graves desequilibrios internos.

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