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Al igual que en la economía, en el urbanismo zaragozano también hay macro y micro urbanismo. El macrourbanismo avanza con una constante oferta de desarrollos y viviendas sobre todo para rentas medias-altas, las últimas la del colegio de Jesús y María en la avenida de Goya y la de la empresa Aceralia en el barrio del Picarral.
Del microurbanismo, tenemos dos ejemplos recientes en el Tubo, santo y seña de la hostelería local, área de referencia para los visitantes de Zaragoza e imán de inversiones para pisos turísticos que están encareciendo aún más el acceso a la vivienda de los que no están de paso.
Hace unos días, Urbanismo decretaba el cierre de la Terraza Libertad, en la calle Libertad, que llevaba 11 años funcionando sin licencia, solo con una declaración responsable porque, en principio, se iba a abrir con carácter temporal.
Hace ya 5 años que un informe jurídico municipal advirtió que estaba funcionando con estructuras fijas (la barra de la terraza, las pérgolas de los toldos, los baños) que requerían de una licencia pero los responsables de Urbanismo no tomaron decisión alguna. Hasta que no se produjeron unos desprendimientos en un edificio de la calle Estébanes 12-14, colindante por detrás con la parcela de la Terraza Libertad, Urbanismo no decidió clausurarla por los riesgos para los trabajadores y clientes.
Curiosamente la parcela de la terraza y el edificio de Estébanes tienen el mismo dueño, Antonio Martínez Martínez, al que el ayuntamiento llevaba requiriendo desde 2018 para que reparara el inmueble catalogado por su valor patrimonial. Siete años de requerimientos para que, al final, tenga que ser el ayuntamiento el que esté acometiendo subsidiariamente los trabajos. Inexplicable.
De rebote, se clausura la Terraza Libertad –en la puerta se lee que está cerrada por avería- y se va a derribar totalmente un edificio en la calle Libertad 10 contiguo al velador en estado ruinoso. Contrasta llamativamente la dejadez municipal en el Casco Histórico con la fiebre de desarrollos en urbanizaciones y en proyectos de promotores en nuevas áreas que estaban en lista de espera.
El segundo ejemplo es el de El Plata que dejó de ser café cantante hace ya años. El ilusionante proyecto coincidiendo con la Expo 2008 del fallecido arquitecto José Manuel Pérez Latorre, del también fallecido director de cine Bigas Luna y de la empresaria hostelera Joaquina Laguna, acabó en poco tiempo travestido en un sofisticado club nocturno fuera de horas (cierra a las 6:30 de la madrugada), Kenbo, cuestionado por vecinos y también por los hosteleros tradicionales de las calles Estébanes y Ossau.
Fue a finales de 2012 cuando una vecina presentó un escrito denuncia ante Disciplina Urbanística, al que pocos meses después se sumaron comunidades de propietarios y titulares de negocios hosteleros, en el que se exponía que la discoteca estaba incumpliendo la licencia al utilizar como acceso a la sala el de la calle Estébanes que en la documentación municipal estaba definido exclusivamente como salida de emergencia.
Es un acceso angosto que se obstruye fácilmente por las frecuentes aglomeraciones de personas y que, después del cierre del club nocturno, a partir de las 6:30, genera en todo el entorno suciedad (vasos de plástico, botellas rotas, vómitos) y mucho ruido con frecuentes discusiones y broncas de muchos decibelios. Entorno que incluye la iglesia de San Gil, Bien de Interés Cultural, cuyos muros se suelen utilizar como improvisados urinarios.
Los denunciantes reclamaban la clausura de la sala si no se restablecía el acceso a la discoteca por la entrada principal, la de la calle Cuatro de Agosto. La denuncia, que hablaba de “grave infracción a la seguridad que puede afectar a un número elevado de personas con unas consecuencias imprevisibles”, se hizo extensiva al responsable de Servicios Públicos de la Policía Local y al responsable del Servicio contra Incendios del Cuerpo de Bomberos.
Los dos reconocieron en sus informes de 2012 que, efectivamente, el acceso por la calle Estébanes se definió como salida de emergencia pero “las instalaciones de prevención y extinción contra incendios se ajustan básicamente al proyecto aprobado y a la licencia otorgada”. Y añadían: “será el titular del establecimiento el responsable de mantener las instalaciones preventivas contra incendios en las debidas condiciones de seguridad, utilización y funcionamiento”.
De los informes se deduce que lo que pase dentro de la discoteca es responsable del titular y que lo que pase fuera de la discoteca –el derecho al descanso, a la salud y a la intimidad de los vecinos- se queda fuera de su competencia. También de la de los responsables de Medio Ambiente y de Urbanismo. Este último, Víctor Serrano, se comprometió públicamente hace años a llevar adelante un estudio de detalle para esponjar la zona con una plaza y la construcción de nuevas viviendas. A los propietarios de los solares y a los arrendatarios de las expansivas terrazas les va bien que las cosas sigan igual. A los vecinos, especie en riesgo de extinción, no. El Parque Temático hostelero se puede quedar sin extras.
Lo dicho, el urbanismo de grandes cifras avanza viento en popa en Zaragoza mientras que el de las pequeñas cifras está estancado, amenazado, en el caso del Tubo, por el efecto dominó de las ruinas y necesitado urgentemente de supervisión y de planes integrales. Los envejecidos residentes del Casco Histórico y de los barrios tradicionales también son ciudadanos de primera. Feliz 2026 y que nos esforcemos todos en cuidar la convivencia.
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