El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
¿Sabes de quién es tu piso? ¿Quién es el dueño actual? Si tienes una hipoteca, quizá digas “el banco”, en modo ironía. Pero quizá estés equivocado.
Hoy quiero hablar en este espacio de un asunto importante que afecta a miles de aragoneses y los deja indefensos ante la ingeniería financiera: las titulizaciones de hipotecas.
Imaginemos la siguiente situación. Un persona compra una vivienda y para pagarla contrata una hipoteca a 20 años con un banco determinado. Este banco le obliga a domiciliar la nómina, los recibos del hogar y a contratar varios seguros. Así, queda una cuota mensual que paga cada mes.
Todo va bien hasta que el banco se da cuenta de que necesita liquidez y para ello decide empaquetar unas decenas de hipotecas y venderlas a fondos de titulización. Entre ellas, la suya. De esta forma, este banco no tiene que esperar 20 años a recibir el dinero prestado, sino que ya lo tiene. Mientras, la persona sigue pagando sus cuotas y el banco hace de intermediario con una financiera con sede vaya usted a saber dónde, a la que no le importa nada más que cobrar el dinero prestado al banco.
Por hacer una comparación, igual que la administración externaliza ciertos servicios, la banca externaliza su principal función: prestar dinero a las personas.
Desde los años 90, se han titulizado hipotecas por un valor de 900 mil millones de euros, según la Comisión Nacional del Mercado de Valores. La mayor parte, entre 2000 y 2007, los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria. ¿Y qué hacen estos fondos una vez tienen los paquetes de hipotecas? Los dividen emitiendo títulos o bonos que colocan en el mercado financiero. La hipoteca firmada en Aragón termina en Londres, Suiza o Singapur.
En una hipoteca alguien presta y alguien debe. En este caso, cuando se ha titulizado, el banco ya no presta, es un mero intermediario. Pero los deudores, las familias que pagan sus cuotas de la hipoteca, no saben en realidad a quién están pagando.
De acuerdo con la normativa actual, no es necesario que los bancos informen de la cesión de su crédito. Esto supone una indefensión de los ciudadanos, ya que siguen pagando una deuda a una entidad que es una simple correa de transmisión.
¿Por qué es importante saber quién es el prestatario? Primero por una simple cuestión de transparencia bancaria y financiera, que ya sabemos adonde nos ha llevado la opacidad y la ingeniería financiera.
Y segundo porque esto podría evitar desahucios. Si un banco vende el 100% de la hipoteca y el hipotecado no puede pagar la cuota por su situación económica, el banco no tiene derecho alguno a pedir un desahucio. Quien tiene que reclamar el el fondo de inversión que realmente posee la hipoteca.
Repito: el banco ya no es dueño del préstamo, es una especie de cobrador del frac.
Pero como estos asuntos financieros son complejos, resulta que la mayoría de las personas no saben que su hipoteca ya no está en el banco de la esquina, sino en una oficina en Estados Unidos.
Esta semana nuestro grupo presentó una proposición no de Ley en las Cortes para que los bancos sean transparentes y todos podamos saber quién es el dueño de nuestro piso.
¿Qué sucedió? Lo previsible. Los partidos conservadores votaron a favor de la oscuridad financiera y en contra de los derechos de los aragoneses en tanto que consumidores. El PAR llegó a decir que era una pérdida de tiempo, Ciudadanos culpó a los consumidores por no saber leer la letra pequeña de una hipoteca y el PP argumentó que no era competencia de Aragón. Otros partidos fueron valientes y aceptaron la propuesta, que entrará a formar parte de la futura Ley de Vivienda de Aragón.
Pero mientras llega esa ley, queda una opción. Lee bien la hipoteca. Busca la letra pequeña. Pregunta a tu banco. Igual te llevas una sorpresa.