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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Igualdad para sostener Aragón

Una mujer, en un campo.

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La vida es esto: mujeres que sostienen el mundo sin que el mundo lo sepa.”

— Elvira Sastre

En Aragón, cuando se dice “territorio” no se habla sólo de geografía. Se habla de raíces, de cuerpos que habitan, de manos que trabajan y sostienen. Y en el centro de ese territorio, a veces invisibles, casi siempre imprescindibles, están las mujeres. Ellas son la espina dorsal de nuestros pueblos, las guardianas del arraigo, el latido profundo que mantiene unida esta tierra a pesar del olvido, del éxodo, del silencio.

No es exagerado decir que sin mujeres no hay Aragón posible. Lo dicen los datos, pero sobre todo lo dice la vida. Allí donde una mujer decide quedarse, abrir un pequeño negocio, dinamizar una asociación, fundar una cooperativa o entrar en política municipal, nace una forma de resistencia cotidiana. Una forma de futuro.

La despoblación es, sin duda, uno de los desafíos más urgentes de nuestra tierra. Pero frente al discurso vacío o resignado, las mujeres aportan respuestas reales. Lo hacen cada vez que apuestan por emprender en un entorno hostil, cada vez que maternan en pueblos sin pediatra, que ponen en marcha proyectos culturales desde una biblioteca comarcal, que promueven la economía circular o que forman redes de apoyo mutuo. La lucha contra la despoblación no es sólo demografía: es dignidad, es permanencia, es vida. Y ellas, las mujeres rurales, la sostienen.

En Teruel, en el Sobrarbe, en Los Monegros o en la comarca de Tarazona y el Moncayo, hay mujeres haciendo milagros sin llamarlos así. Porque lo que hacen no es heroico, es simplemente necesario. O como escribió María Sánchez: “Lo que no se nombra, no existe. Y lo que no se cuida, se muere”.

Ellas cuidan. Cuidan a sus mayores, a sus criaturas, a sus vecinas, al paisaje. Pero también cuidan los proyectos, los oficios, la cultura y la política de proximidad. Las mujeres están liderando iniciativas de agroecología, de turismo sostenible, de innovación tecnológica. Están al frente de cooperativas agroalimentarias, de ayuntamientos, de aulas abiertas, de redes feministas rurales. Y, sin embargo, su voz sigue sin tener el volumen suficiente.

Se preguntaba y se respondía Virginia Woolf, “¿Quién construye el mundo cada mañana? Las mujeres”. Es hora de que las políticas públicas les den el lugar que merecen, no como destinatarias pasivas sino como agentes transformadoras. Invertir en igualdad no es un gesto progresista, es una estrategia inteligente. Y más aún en Aragón, donde cada mujer que se queda está generando un impacto social, económico y cultural de incalculable valor. Porque no estamos hablando sólo de igualdad: estamos hablando de supervivencia.

Hacen falta incentivos reales para que las mujeres puedan desarrollar sus proyectos de vida fuera de las grandes ciudades. Hace falta conciliación, conectividad, acceso a servicios básicos, vivienda, formación. Pero también hace falta una narrativa que las coloque en el centro. Que diga con claridad: sin vosotras, no hay futuro porque, como afirmó Audre Lorde, “no nacimos para quedarnos en los márgenes. Nacimos para ocupar el mundo entero”.

El feminismo no es sólo urbano, ni la política de igualdad debe olvidarse del territorio. Las mujeres de Aragón no son una nota a pie de página en la historia de esta comunidad: son el texto principal. Son la semilla, la raíz y la flor. Son la voz que nombra, la que sostiene y la que impulsa.

Ojalá sepamos verlas.

Ojalá sepamos cuidarlas como ellas cuidan esta tierra.

Porque si hay algo claro en esta historia, es que sin ellas, simplemente, no hay tierra que valga.

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