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La sentencia firme del Tribunal Supremo que, después de 13 años de pleitos, obliga al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) a devolver al monasterio de Sijena las pinturas románicas de la sala capitular, me ha traído a la memoria a los arquitectos que desde hace siete años están dirigiendo su restauración por encargo del Gobierno de Aragón: Mariano Pemán y Luis Franco.
Dos virtuosos de la arquitectura que trabajan juntos desde 1980 y que desde el año 2000 responden a la marca Pemán y Franco Arquitectos. Los dos son garantía de discreción y de prudencia en lo personal, y de sabiduría y excelencia en los trabajos de recuperación del patrimonio histórico y artístico de Aragón.
Su último trabajo, finalista este año del premio García Mercadal del Colegio de Arquitectos de Aragón, ha sido el de recuperar el monasterio de Sijena: el claustro, la sala capitular, los antiguos dormitorios de las monjas sanjuanistas, que son las legítimas propietarias de esas pinturas murales, el palacio de doña Sancha, que estaba sin cubierta, los tejados, los patios y la sala capitular a la que tienen que regresar esas joyas románicas de incalculable valor cuando regresen a Aragón. Del equipo también ha formado parte un tercer arquitecto, Sergio Sebastián.
Desde hace poco más de dos meses ya se puede visitar en Villanueva de Sijena el monumento nacional que fue panteón real de Aragón. Las pinturas románicas de la sala capitular fueron arrancadas y trasladadas a Barcelona en 1936, en plena guerra civil.
Si uno hace una rápida panorámica de los 43 años de autonomía, las firmas de Mariano Pemán y Luis Franco primero, y de la sociedad Pemán y Franco Arquitectos después, aparecen en tres señas de identidad del patrimonio histórico de Zaragoza y de Aragón. En dos restauraciones inauguradas en 1998: la catedral del Salvador, la Seo, por la que recibieron el Premio García Mercadal en 1988, y el palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón. Un año después, los dos arquitectos recibirían el Premio Nacional de Restauración.
La tercera seña de identidad, que también lleva su firma, fue la restauración del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, el antiguo edificio de las Facultades de Medicina y Ciencias, denominado “el Palacio de la Ciencia y del Saber” por su autor, Ricardo Magdalena.Las obras finalizaron en 2008, el año de la Expo.
Volvamos a Villanueva de Sijena. El presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, un político dialogante y conciliador, afirmó hace unos días en Zaragoza que cuando se produjera el fallo del Tribunal Supremo haría una lectura “técnica y no política” sobre la devolución de las pinturas de Sijena. Lo comprobaremos en la ejecución de la sentencia, y el consiguiente traslado en el que habrá que evitar cualquier riesgo para las pinturas, para la que inicialmente se fija un plazo de 20 días. Hay que reconocer que los técnicos del Museo Nacional de Arte de Cataluña han hecho un buen trabajo de conservación de las pinturas románicas de Sijena.
Salvador Illa hizo esas declaraciones después de mantener un discreto encuentro privado con el presidente Jorge Azcón en la que fue su primera visita a un presidente autonómico del PP.
Toda una declaración de intenciones de alguien a quien no le gusta el ruido ni el espectáculo político. A pocos días de la Conferencia de Presidentes, convocada en Barcelona el próximo 6 de junio con la vivienda y la Formación Profesional en la agenda, y veremos si también la reforma de la financiación autonómica, Salvador Illa habló de socios estratégicos y de prosperidad compartida con Aragón.
Somos tan socios estratégicos que Cataluña es nuestro principal mercado exterior. Desde Aragón allí van el 38 por ciento de las ventas de bienes y servicios, cerca de 8.000 millones de euros. Pero es que, después de Francia, somos su mejor cliente con el 46,5 por ciento del total de nuestras compras, 10.585 millones de euros.
Con Cataluña compartimos un flujo económico de más de 18.000 millones de euros y proyectos conjuntos agroindustriales, de energías renovables y de producción de hidrógeno. Y también segundas residencias en la costa, historia, cultura y 350 kilómetros de vecindad en el Aragón oriental, desde la Ribagorza hasta el Matarraña, con una lengua materna común.
Alguno se sorprendió cuando el presidente de la Generalitat dijo que la conciencia aragonesista se forjó en parte en Cataluña con Gaspar Torrente. Fue un acertado apunte histórico. Cataluña fue el principal destino de la emigración aragonesa desde principios del siglo XX, “un potencial humano –palabras de Illa- sin el que Cataluña no hubiera alcanzado las cotas de progreso de las que hoy disfruta”.
Gaspar Torrente, nacido en Campo y emigrado a Barcelona, fue una de las personalidades más destacadas del aragonesismo político en la primera mitad del siglo XX. Pequeño empresario, periodista, promotor de la Unión Aragonesista y uno de los protagonistas del frustrado Estatuto de Autonomía de Caspe de 1936, Torrente enlaza con el aragonesismo inconformista y reivindicativo primero de la revista Andalán y después del Partido Socialista de Aragón (PSA) y de la Chunta Aragonesista (Cha).
También con el de la Asamblea de Emigrantes Aragoneses que nació a finales de los 70 en Barcelona, que se reunía en el Centro Aragonés de la calle Joaquín Costa y editaba el periódico “Secano”. El sentimiento aragonesista y autonomista está indisolublemente conectado con la emigración aragonesa a Cataluña.