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Siempre me ha gustado este texto, leído en 1813 y cuya primera frase está inscrita en un busto que el Parlamento Uruguayo regaló a las Cortes de Aragón, en cuya sede se exhibe.
Artigas tenía ascendencia aragonesa, concretamente de la Puebla de Albortón, y ayer esta localidad recibió con todos los honores a uno de los dirigentes políticos que más admiro: José Mújica, hasta hace bien poco presidente de todos los uruguayos y ejemplo de dignidad y coherencia personal y política. Un modelo que ilusiona y que para muchos jóvenes con responsabilidades políticas es el auténtico referente. Un referente que, a sus 80 años, demuestra más frescura que muchos políticos diseñados en escuelas de liderazgo.
La presencia soberana de los ciudadanos, esos a los que nos debemos los políticos y a los que se refería Artigas en una preclara intervención hace más de dos siglos. Mújica no cambió sus hábitos a pesar de ser la primera autoridad del país. Vivió en su pequeña chacra de toda la vida, cultivó sus aficiones y gobernó un país sin ceder a las presiones de la oligarquía y puso a los ciudadanos en primera fila de sus prioridades. En definitiva, lo que debe hacer un buen gobernante. Amplió derechos y reconstruyó un Estado en el que situó como los pilares básicos el desarrollo la Educación y la Cultura. Como ayer decía el presidente de Aragón, Javier Lambán, gobernó con sobriedad, que es lo que hace falta en estos tiempos. Y sobriedad no significa austeridad, esa que ha servido para amparar salvajes recortes de derechos y prestaciones a los ciudadanos.
Necesitamos ejemplos como el de Mújica. Los ciudadanos así lo quieren. Es de justicia. Es cuestión de simple coherencia.