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Charo le dio un riñón a su amigo Pascual hace diez años... y le devolvió la vida

Charo Pérez y Pascual Yago, los primeros donantes en vida no emparentados en Aragón

Naiare Rodríguez Pérez

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“Volvería a hacerlo sin duda”, señala Charo Pérez Aldea, una zaragozana de 53 años que donó su riñón a un amigo suyo de “siempre”. Ella fue quien habló con Pascual Yago Pradilla para darle su riñón mucho antes del jueves 14 de abril de 2011, que fue el día en el que se realizó la operación con éxito y él “recuperó su vida”.

Una vida que se había parado al empezar el tratamiento de diálisis peritoneal en su domicilio a causa de un bajo rendimiento de sus riñones por una poliquistosis que provocó una insuficiencia renal grave, que se los había deteriorado y no los dejaba funcionar correctamente tras haber tenido también un aneurisma cerebral.

Charo, por su parte, ya era donante de sangre, médula, tejidos y órganos. Aun así, cuando fue consciente de que su amigo desde hacía más de veinte años necesitaba una oportunidad, se informó sobre la donación en vida y acudió hasta la casa que Pascual comparte con su mujer, Asunción Bretón, para hablar con ambos. Al principio se sintieron reticentes a esta propuesta por miedo, pero al mismo tiempo se mantenían emocionados: “Me impactó y me asustó mucho. Tuve un conflicto emocional tremendo. Mi cabeza no comprendía que mi amiga Charo, mucho más joven que yo y con dos hijas, quisiera con tantísima generosidad darme su riñón”, cuenta Pascual, quien admira la “fortaleza” con la que ha vivido siempre su amiga.

Mi cabeza no comprendía que mi amiga Charo, mucho más joven que yo y con dos hijas, quisiera con tantísima generosidad darme su riñón

Lo mismo pasó con gente cercana a ella, quienes preguntaban y planteaban la posibilidad de que en el futuro necesitara sus dos riñones para vivir. “Me llegaron a plantear tantas cosas que incluso les hice una analítica a mis hijas para ver que estaban sanas… Si lo hubieran necesitado, claro que lo primero hubieran sido ellas”, reconoce.

“Muy afines” en la prueba de compatibilidad

“Yo le dije que quería hacerlo, que lo íbamos a intentar y que me informaría de cómo era el procedimiento”, recuerda ella. Por tanto, cuando Pascual tuvo su revisión en el Hospital Clínico Lozano Blesa con el Dr. Íñigo, lo acompañó. Tras la explicación detallada y detenida del médico, decidieron hacerse la prueba de compatibilidad, la cual es el primer paso del proceso. De ella, obtuvieron un resultado “muy sorprendente” para ambos que comprobaba que eran “muy afines”.

Los meses de pruebas continuadas fueron una montaña rusa. Charo “estaba preocupada porque al final no pudiera hacerse” y él quería que, principalmente, “fuera todo bien por ella y sus hijas”, por aquel entonces de 13 y 17 años. “Durante estos meses estuve más tranquilo, Charo al final me transmitía vida y seguridad de que todo iba a salir muy bien”, admite Yago. Conforme iba pasando el tiempo, los derivaron al Hospital Miguel Servet de Zaragoza en donde urólogos y nefrólogos, empezaron con pruebas “normales” como electros, analíticas y radiografías. Charo, además, tuvo que enfrentarse a pruebas psicológicas que determinaban si “la intención era firme y estaba convencida de ello”. Después pasó por un comité ético interprofesional en el que evaluaron las respuestas a sus preguntas hasta que una mañana, el nefrólogo Álex Gutiérrez se puso en contacto con ella por llamada telefónica para decir: “Es posible, seguimos adelante”.

“Sentí una gran felicidad. Iba a poder darle a Pascual mi riñón para que fuese suyo además de una esperanza y calidad de vida que había mermado considerablemente. No pude más que ir a su domicilio y decírselo. Fue increíble la emoción que se sintió”, admite mientras explica que lo único que le exigió a su amigo fue que “disfrutara al máximo y volviera a hacer todo lo que no había podido durante su enfermedad”.

Los primeros donantes en vida no emparentados en Aragón

Unos días antes de la intervención y acompañados de algunos miembros del equipo médico encargado, tuvieron que acudir a los juzgados para dar fe de que la decisión “era por voluntad propia, sin ningún otro fin y que hasta el último momento podría revocarla sin ningún problema”. En esos momentos y todavía hoy, Charo le quita importancia a lo que hizo y, en todo momento asegura que ha hecho su historia visible solo con el objetivo de “concienciar a la gente de la importancia de las donaciones, tanto en vida como después de la muerte”.

Acompañados de algunos miembros del equipo médico encargado, tuvieron que acudir a los juzgados para dar fe de que la decisión

La donación, que es la extracción de una estructura de un cuerpo con sus arterias y venas que serán conectadas a las de la persona que recibe ese órgano, puede ser diversa y realizarse una vez fallecida la persona o en vida. Esta segunda es posible, según informan en la página web del Salud, si se cumplen las condiciones y requisitos establecidos por la Ley de Trasplantes. Para ello, el donante debe ser mayor de edad y seguir los pasos marcados por profesionales médicos y personal judicial con el fin de garantizar la libertad en la decisión, la voluntariedad, la gratuidad y el altruismo.

La Ley de Trasplantes marca que el donante tiene que ser consciente del proceso que va a hacer, conocer los riesgos, ser voluntario sin ningún tipo de coacción y sin compensación económica de por medio. Además, se explica que el donante tiene que acreditar su buen estado de salud pasando por un protocolo exigente que lo evalúe física y psíquicamente y que conozca la compatibilidad entre donante y receptor.

Ellos cumplieron con todo ello y se convirtieron en los primeros donantes en vida no emparentados en Aragón. Ahora, diez años después “esperan que las cifras hayan aumentado” y sean más personas las que hayan tomado la decisión de probar y conocer la compatibilidad con otras “que necesiten esto de manera urgente para seguir viviendo”.

La operación salió bien y es que ambos tenían claro que “con un riñón se puede vivir perfectamente y sin problemas”. La primera en tener el alta fue Charo tras estudiar y controlar la evolución del riñón que se quedaba, Pascual lo hizo más tarde al tener que pasar de una habitación aislada a una habitación en planta como protocolo. “Nos siguen citando para ver cómo va todo. A mi entre marzo y abril siempre me dan cita para comprobar que todo sigue igual”, explica ella, mientras que Pascual cuenta que sus revisiones son cada seis meses “con muy buenos resultados”.

“Ya han pasado diez años y sigo agradecido. Los dos estamos muy bien y hemos podido seguir viviendo con normalidad”, admite Pascual Yago, que sintió que con Charo le había “tocado la lotería” al recibir la oportunidad de “volver a vivir y tener ilusiones”. Ambos animan a las personas a hacerse donantes, a intentarlo y a “salvar vidas” porque “nunca se sabe cuándo vas a ser tú el que puede ayudar a otra persona”. “No hay que tener miedo a que con los años el órgano no funcione o existan problemas de salud para donante y receptor. Puede pasar igual, aun sin donación. Es cierto que hay que contemplar la posibilidad de rechazo, pero también puede salir todo bien como en nuestro caso y en la mayoría”, asegura Pérez.

Ambos han cumplido con su parte del trato. Ella pudo ofrecer su riñón a su amigo que tenía su “respeto y admiración” y él está viviendo su vida. Desde entonces, algo importante los une y es que ambos se consideran “hermanos”.

España: país número uno del mundo en donación

Además de las múltiples campañas de concienciación sobre la importancia de hacerse donante, algunas series como la española ‘Madres’ ponen sobre la mesa estas realidades que, aunque se puede hacer en vida, también se dan cuando hay un fallecido. Según apunta Milagros Royo Puerto, enfermera UCI Médica del Hospital Clínico Lozano Blesa, es importante conocer en este aspecto que “todos somos donantes potenciales a no ser que la familia del reciente fallecido exprese lo contrario en el momento de tomar una decisión”.

“Estas donaciones son importantes, pero no hay que olvidar las donaciones que se hacen en el momento en el que acaba de fallecer un familiar muy cercano a ti. Es tanta generosidad. No hay tiempo para nada. Cuando te dicen que ha fallecido alguien es cuando interviene el coordinador de trasplantes. En ese momento de dolor y de desgarro que la familia también tenga el acto de valentía de ofrecerse…”, comenta emocionada al contemplar este proceso, ya sea en vida o no, como un método que ayuda a “recobrar vida”.

Según datos nacionales, alrededor de un 10% de los pacientes fallecen a la espera de un órgano

En 2020, según el informe del Registro Mundial de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) en colaboración con la OMS, España registró un total de 2702 trasplantes renales en España, de los que 257 fueron de donante vivo. En Aragón se llevaron a cabo 55 trasplantes de este órgano en el Hospital Miguel Servet, siendo ocho de donante vivo y, aunque los datos son positivos, se ha registrado un descenso en las donaciones, las cuales “aumentaron” hace ya unos años con la realización de estas por laparoscopia, un procedimiento que, tal y como afirma Royo, “redujo las consecuencias y riesgos”.

Encabezar la lista como líder mundial en donación no es nada nuevo y es que España lleva alrededor de 30 años consecutivos en el número uno. Por este motivo, hay que destacar que, para la ONT, antes de la Covid-19, Aragón era la comunidad autónoma con un mayor crecimiento porcentual de la donación de órganos con un alza de un 47,6%. 

Según datos nacionales, alrededor de un 10% de los pacientes fallecen a la espera de un órgano. Para que haya un trasplante tiene que haber una donación, por lo que para Milagros Royo concienciar a la sociedad en este sentido es “primordial” para salvar vidas y mejorar la calidad de muchas personas, las cuales también pueden recibir un trasplante con una “donación en cadena” de dos o tres núcleos familiares.

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