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Las residencias de mayores empiezan a ver la luz tras un largo año de pesadilla

Residencia de La Abubilla

Miguel Barluenga

Huesca —

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La abubilla es un ave que destaca, sobre todo, por su llamativa cresta de color canela. Y da nombre a la residencia de ancianos de Yéqueda, localidad próxima a Huesca. Hoy, 23 de marzo, se cumple un año de su apertura, acelerada por el avance imparable de la pandemia. Superado este periodo, se prepara para ofrecer sus servicios de la manera en que se concibieron. Una llamada del Gobierno de Aragón a su director, Mateo Ferrer, fue el anticipo de lo que estaba por llegar: habilitada por el ejecutivo autonómico junto a otras cuatro de la comunidad, cuatro días después ya estaba recibiendo los primeros ingresos.

Como el resto, se convirtió en un espacio intermedio entre los geriátricos y los hospitales que empezaban a comprobar cómo se colapsaban las UCI. A través del Salud y el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) llegaron 25 enfermeras y cinco médicos y auxiliares que se añadieron al personal propio de La Abubilla. En una primera fase pasaron por la residencia 99 positivos por COVID-19. Fallecieron 27 personas y ocho pacientes más después de ser llevados a centros hospitalarios.

En junio se dio un primer punto de inflexión con la desescalada y la llegada de internos que habían dado negativo en los test, lo que no impidió que el índice de contagios en el interior de los espacios Covid de Yéqueda y de Gea de Albarracín (Teruel) se clausuraran debido a que ya no resultaban necesarios a la vista de la evolución de la pandemia. Originalmente, La Abubilla debía presentar 25 profesionales y unos 47 usuarios y su nueva naturaleza obligó al centro a realizar reformas en espacios concebidos para otras funciones como el gimnasio u otras salas de usos comunes adaptadas a la nueva normalidad.

El 23 de marzo la residencia conmemora este aniversario con un acto que contará con representantes de todas las entidades y asociaciones que han jugado un papel en este tiempo. Se enterrará una urna bajo tres laureles romanos que crecen en el jardín y que conservará todos los mensajes que se reciban en la página web de La Abubilla a través de la pestaña  “mensajes COVID-19”. La elección del laurel no es casual, posee un gran simbolismo puesto que fue la primera planta en florecer tras la bomba atómica sobre Hiroshima. Las instalaciones abrirán sus puertas como residencia para la tercera edad el martes 6 de abril.

El comienzo de las vacunaciones en Aragón ha llevado consigo una mejoría evidente en la situación de las residencias. Según el boletín epidemiológico del gobierno autonómico hay activos tres brotes en estos centros que afectan a siete personas, dos ancianos y cinco trabajadores. Un contraste evidente con el que se daba previamente, en el mes de diciembre de 2020, con 43 brotes y 1.528 personas contagiadas. Un descenso del 93% en los brotes y del 99,54% en los positivos en apenas tres meses. El número de fallecidos en los centros residenciales ha sido de 1.563 personas con una letalidad acumulada del 15,6%. El total de decesos en Aragón es de 3.400 con una media de edad de 86 años.

En una reciente visita a Calamocha, el presidente Javier Lambán lamentó que “en algún momento de la pandemia”, personas “absolutamente desconocedoras” de lo que significa “el mundo de las personas mayores y de las asistencias sociosanitarias” llegaron a cuestionar “la propia supervivencia” de este tipo de centros. “Es verdad que las residencias fueron el foco predilecto del maldito coronavirus. Se cebó en personas mayores pluripatológicas. Sus gestores, sus trabajadores, tuvieron que hacer frente a situaciones extremas en muchas ocasiones, nunca les agradeceremos bastante su abnegación, su dedicación y su entrega”, argumentó.

El ejecutivo considera que son “absolutamente justas” las reivindicaciones que se plantean desde el tercer sector, por lo que ha opinado que hay que “ayudarles más”. “Hemos de hacer de las residencias de Aragón un ejemplo a imitar, un modelo a seguir. Creo que lo son ya, pero todavía debemos esmerarnos, aprender de la pandemia y, sobre todo, tener absolutamente claro que los cantos de sirena de aquellos que proclaman sistemas alternativos a las residencias son producto del desconocimiento más profundo y de una especie de falta de sensibilidad hacia los problemas reales de la gente”, añadió.

En este tiempo no han faltado quejas como las de la residencia Sagrada Familia de Huesca, que tras sufrir un brote a finales de noviembre, denunció la “gravísima situación” ante la falta de personal de enfermería y el IAA aportó cuatro profesionales más. Según este colectivo, antes de detectarse ese primer caso ya habían solicitado varias veces a Salud Pública que hicieran pruebas a los residentes por la presencia de trabajadores infectados, “pero no fue considerada nuestra petición”, manifestaron en un comunicado.

A comienzos de marzo cerró la residencia de mayores Albertia de Valdespartera (Zaragoza), habilitada en agosto de 2020 como centro para acoger a pacientes covid asintomáticos. Durante estos seis meses de funcionamiento han atendido a 199 personas. Permanece abierto el centro de Casetas y cerró sus puertas, como La Abubilla, el de Gea de Albarracín (Teruel), tras el descenso de los brotes y la estabilización de los positivos.

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