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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

El mal paño bien se vende

Una señora realiza un pedido en un puesto de frutas y verduras.

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El Barómetro de Mayo del CIS, publicado el pasado día 19, estaba lleno de datos interesantes. Situaba al Partido Popular tan cerca en intención de voto del PSOE (30,3% para la formación que lidera Pedro Sánchez frente al 28,8% para la de Alberto Núñez Feijóo) que la prensa conservadora lo recogió con enorme entusiasmo y despliegue tipográfico, adjudicándole el mérito de esa remontada al nuevo líder del PP y sin recordar ahora que el instituto público demoscópico sigue dirigido por el socialista José Félix Tezanos, al que hasta ahora esos mismos medios acusaban de medir todo a beneficio socialista. En los titulares de la noticia ya nadie entre los medios de derechas habló del “CIS de Tezanos”.

Además de los muchísimos datos electorales, el Barómetro tenía dos preguntas, y sus respectivas respuestas, que dan para alguna reflexión. La pregunta 8 decía así: “Refiriéndonos a la situación económica general de España actualmente, ¿cómo la calificaría Ud.: muy buena, buena, mala o muy mala?”. Las respuestas: Muy buena, el 1,2%; buena, el 23,9%; regular, el 6,6%; mala, el 42,6%; muy mala, el 24,5%; no sabe, el 0,85%; no contesta, el 0,3%. La siguiente pregunta, la 9, pasaba de lo general a lo particular de cada uno: “¿Cómo calificaría Ud. su situación económica personal en la actualidad: muy buena, buena, mala o muy mala?”. Atentos a las respuestas: Muy buena, el 5,4%; buena, el 60,1%; regular, el 8,75; mala, el 18,2%; muy mala, el 6,6%; no sabe, el 0,2%; no contesta, el 0,7%. 

Vuelvan al párrafo anterior. Algo no cuadra. Si el 65,5% de los entrevistados dice que su situación económica personal es buena o muy buena, ¿cómo es posible que el 67,1% de esos mismos entrevistados considere que la situación económica general es mala o muy mala? ¿Será que en lo que conocen bien, su situación personal, los ciudadanos cuentan su verdad, lo que ven, y en lo que conocen a través de terceros -la mayoría de las veces, los medios de comunicación- se fían de esos terceros sin pestañear y sin cuestionarse nada?

Dicen que reputación es lo que comentan de uno cuando abandona la sala donde está produciéndose la conversación. El Gobierno no tiene que abandonar -ni podría hacerlo- la sala global del debate público en la que se genera la opinión pública para ver que su reputación es mala, especialmente entre los contrarios, pero no solo. Y en materia económica, con motivo o sin él, aún peor. Los éxitos económicos -especialmente los recientes datos de empleo, afiliación y contratación, y este jueves habrá más- apenas llegan a la opinión pública, que sí es plenamente consciente del principal fracaso, la inflación, y no solo porque lo note en su bolsillo. Culpar de la inflación primero a una especie de conspiración de eléctricas, gasistas y petroleras y después a Vladímir Putin no fue muy inteligente por parte del Gobierno. Es como decirle al consumidor que eres incapaz de afrontar un problema gravísimo, luego invitarle a que apueste por otro gobernante tan pronto como pueda. Es mejor meterse en batallas políticas diversas -en el seno del Gobierno de coalición, en el Parlamento, en Europa- intentando paliar los efectos de las subidas de precios, como se ha hecho, por ejemplo, con lo de la excepción ibérica. Aunque el resultado quede lejos de lo inicialmente previsto. Mejor medio vaso lleno, o con un culín, que un vaso vacío y echarle la culpa a otros, aunque en parte la tengan. 

No hace falta ver la serie Borgen para comprobar que actualmente en la política, además de la gestión y los resultados, tiene cada día más importancia la comunicación. Puedes tener algún buen paño en el arca, pero de poco te servirá si lo sacas mal o a destiempo, o si los canales de distribución del género están semicerrados o cerrados por completo, o si el destinatario tiene ya una predisposición negativa a aceptar producto de esa marca. O si, a la vez, el mal paño bien se vende porque corre como la pólvora entre un público predispuesto a comprarlo.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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