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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

De la peste negra al coronavirus

El paciente sospechoso de coronavirus en Ecuador continúa en estado crítico

Arsenio Escolar

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El riesgo de una pandemia universal por coronavirus alarma estas semanas a organismos internacionales, gobiernos, instituciones y población de todo el mundo. Ya no es solo un grave problema de salud pública. Se puede convertir también en un fenómeno de efectos políticos incalculables. Dos ejemplos, y habrá que estar atentos porque vendrán más. Uno: China, la nueva potencia mundial, teme que su gran rival por la hegemonía, Estados Unidos, aproveche la crisis sanitaria para frenar su expansión económica, financiera y de influencia política. Dos: Personas de procedencia asiática ya han denunciado en varios países las discriminaciones de que están siendo víctimas por el color de su piel.

La peste negra, una pandemia universal real y devastadora surgida también en Asia hace unos siete siglos, cambió de verdad el curso de la historia, especialmente en la Europa mediterránea y en la Península Ibérica. La peste negra o peste bubónica surgió en el desierto de Gobi, hacia 1320, se extendió en pocos años a China, Birmania, Rusia e India y entró en Europa por las rutas comerciales de venecianos y genoveses en el Mediterráneo. Sobre el saldo final de la pandemia no hay unanimidad en las cifras, pues el fenómeno se ha estudiado de modo exhaustivo mucho tiempo después y las fuentes documentales contemporáneas a los hechos eran endebles. Pero hay algunos datos casi unánimemente admitidos. La peste pudo acabar con entre un quinto y un tercio de la población mundial, dice uno de ellos. La población mundial habría pasado en pocos años de unos 450 millones de personas a entre 350 y 375 millones, proclama otro.

En algunos lugares concretos, el impacto fue aún mayor. En Florencia, donde la enfermedad llegó en 1348, murieron el 75% de sus pobladores. Entre los pocos supervivientes se hallaba el poeta y escritor Giovanni Boccaccio, quien encontró motivo en la peste negra para crear poco después su libro más célebre, el Decamerón, en el que diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres, huyen de la ciudad por la peste y se refugian en una villa en las afueras donde pasan el tiempo contándose cien historias.

En Europa la peste fue en realidad uno de los tres jinetes del apocalipsis que convirtieron el siglo XIV en el más dramático de la historia... hasta que llegó el siglo XX. Los otros dos jinetes fueron el hambre y la guerra. Las hambrunas generalizadas se sucedieron en todo el continente por una sucesión de muchos años de malas cosechas, quizás debidas a un cierto cambio climático. La guerra fue la Guerra de los Cien Años, y en realidad duró 116, de 1337 a 1453. Fue un conflicto interminable entre Inglaterra y Francia en el que se vieron envueltos otros contendientes, entre ellos Castilla y de modo indirecto Aragón.

La peste negra, según consensos médicos ulteriores a la pandemia, tuvo su origen en una variante de una bacteria, la Pasteurella pestis, ahora conocida como Yersinia pestis, y se trasmitió por pulgas transportadas por roedores. Pero no fue a esos agentes a los que se les atribuyó entonces el origen del mal. En muchas ciudades europeas, entre ellas varias de la Península Ibérica, se divulgó lo que hoy llamaríamos una fake news: se culpó de la extensión de la pandemia a los judíos, a los que se acusó por parte de algunos cristianos y de sus dirigentes de haber envenenado las fuentes y los pozos de agua de abastecimiento humano. En muchos lugares se iniciaron linchamientos multitudinarios de comunidades judías. Eran los primeros pogromos de la historia, al menos los primeros masivos y en territorios alejados.

Además de las persecuciones de judíos, la peste provocó entre nosotros un volantazo en la historia, un giro brusco. Una de las victimas mortales de la pandemia fue el rey de Castilla, Alfonso XI. Un día de marzo de 1350, cuando sus tropas cercaban Algeciras, un baluarte de los benimerines -miembros de un imperio bereber que en aquella época dominaba algunas zonas del sur andaluz-, el rey se sintió súbitamente indispuesto, y murió pocos días después.

Su muerte desencadenó una pugna feroz por el trono entre su hijo legítimo y heredero, Pedro I, y sus hijos bastardos, los Trastámaras. La pugna acabó en una guerra civil muy cruenta. Duró tres años, como la guerra civil más reciente ocurrida en la Península Ibérica. Comenzó en un año que acababa en 6 (1366) y acabó en un año que acababa en 9 (1369), también como nuestra guerra civil más reciente. Ambos bandos contaron con apoyos internacionales. Pedro, de Inglaterra. Los Trastámara, de Francia.  A Pedro lo apoyaban los burgos, las ciudades, la baja nobleza, los artesanos, los mercaderes... y los judíos. A su hermanastro y rival Enrique, la nobleza, los terratenientes y la Iglesia.

La guerra fue brutal por las dos partes. Pedro mandó matar de modo expeditivo y a veces cruel, y sin lo que hoy llamaríamos garantías procesales, a casi todo los traidores a su causa que logró apresar. Las tropas de Enrique -que había hecho del antisemitismo una de sus banderas- mataron en una sola acción de guerra en Toledo a 1.200 judíos. La guerra acabó de un modo aún más brutal. El rey Pedro I fue apuñalado y muerto por su hermanastro, Enrique, tras un cuerpo a cuerpo en una tienda en las afueras de Montiel (Ciudad Real) a la que el monarca había acudido creyendo que iba a parlamentar. Tras matar a su hermanastro, el ya rey Enrique II cortó con un hacha la cabeza a Pedro mandó exhibir el cuerpo mutilado de su rival para que las tropas contrarias se rindieran definitivamente.

Tan pronto como llegó al trono, Enrique aumentó aún más las rentas y los privilegios de la clase alta, la que le había apoyado. Ha pasado a la historia como Enrique II, el de las Mercedes. El hambre, la peste y la guerra acabaron trasformando la sociedad y disparando las desigualdades. Los poderosos aumentaron su poder y su riqueza y el pueblo llano quedó más empobrecido y perdió algunos derechos de las generaciones anteriores.

Algunos historiadores sostienen que en aquella guerra civil remota, de hace seis siglos y medio, nacieron y se enfrentaron por primera vez las dos Españas.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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