Sánchez-Feijóo, nuevos tiempos

Hace menos de catorce meses, el Partido Popular (PP) se hundía en las elecciones catalanas a la última posición de los partidos parlamentarios, con sólo tres escaños de 135 totales y la mitad de votos en las urnas que Vox. Hace once meses, el PP recuperaba ánimos y expectativas con una victoria aplastante en las autonómicas madrileñas. Hace cuatro meses, el PP disolvía las Cortes de Castilla y León y convocaba elecciones anticipadas, convencido por sus gurús demoscópicos de que se acercaría mucho a la mayoría absoluta y se podría deshacer de Ciudadanos como socio del Gobierno regional, pero hace menos de dos meses vio en las urnas que, si quería seguir gobernando, tenía que contar con Vox como socio, y mucho más exigente de poder que el socio desalojado. Hoy el PP tiene nuevo líder, Pablo Casado ha desaparecido en un visto y no visto y ha llegado con similar celeridad Alberto Núñez Feijóo, y comienza una nueva etapa, para el partido y probablemente también para España.

Aplicado al Gobierno, este repaso de “hace pocos meses versus ahora” arroja resultados de parecida volatilidad y cambios bruscos de guion. Hace ocho meses, Pedro Sánchez remodelaba su Gobierno de coalición y limaba tensiones internas, aparcaba con los indultos el conflicto catalán, daba por casi liquidada la pandemia con la alta cobertura de la vacuna que se había logrado entre la población y se preparaba para administrar sin sobresaltos el ingente maná de los fondos europeos. Pero ha visto cómo la variante ómicron, la subida de los precios de la energía y después de muchos otros y la guerra de Putin contra Ucrania le llevan a su peor momento y el de su Ejecutivo, y al conjunto de España a una inmensa incertidumbre política, económica y social. 

La política ya no es líquida, es casi gaseosa. Todo se ha convertido en volátil en la vida pública, y en voluble el carácter de los políticos. Surgen tantos y tan gordos imprevistos, que los cambios de guion, de diagnóstico y de recetas a administrar se suceden en apenas un parpadeo.

Sánchez debe de tener estos días una acentuada sensación de Gran Superviviente, de Resiliente Máximo. ¿Qué fue de todos aquellos con los que se ha disputado el poder en los últimos años? ¿Ubi sunt? ¿Qué fue de Mariano Rajoy, que siempre lo miró por encima del hombro; de Albert Rivera, que apenas lo consideraba porque se creía a sí mismo una fusión y síntesis de Suárez y Macron; de Pablo Iglesias, que lo despreciaba intelectual y políticamente; de Pablo Casado, que encadenó 19 insultos consecutivos sobre su persona y le dio cientos de veces por políticamente muerto; de Susana Díaz, que le creyó un chico para sus recados en las intrigas internas del PSOE?

Feijóo, que ya tiene 60 años -10 más que Sánchez, casi 20 más que Casado- y que lleva 13 gobernando Galicia, debe de tener estos días la convicción de que con él llega la madurez y la sensatez a la vida pública nacional y a la de su partido, tras un periodo de jovencitos muy impulsivos y con poco talento a la hora de hacer política.

Sánchez y Feijóo se reúnen este jueves. El acercamiento previo ha ido regular tirando a bien, lo que eleva las expectativas creadas. Ambos son conscientes del momento delicado que sufre España -y Europa, y el mundo- y quizás también sean conscientes del momento no menos delicado que viven ambos. No es seguro que se entiendan, pero es posible que al menos se den una cierta tregua y hasta algún pequeño o mediano pacto. Aunque sea volátil, como casi todo últimamente.