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Adele Odim, refugiada afgana en Asturias: “Los talibanes han quitado a las mujeres todos los derechos, menos el de respirar”

Adele Omid y Eva García conversan con asistentes a la exposición.

Pilar Campo

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Adele Odim, de 23 años, tiene grabado a fuego el 15 de agosto de 2021 porque es la fecha que ha marcado su vida, la de su familia y la de todo un país. Su Afganistán natal entraba en una etapa de oscuridad con el regreso del régimen talibán al poder y todo su mundo de ilusiones y su futuro se derrumbaba encima de esta joven musulmana perteneciente a la etnia Hazara. Junto a su madre enferma logró subirse al avión militar fletado por el Gobierno español con el que 2.000 personas abandonaron la capital, Kabul, rumbo a España. Actualmente madre e hija viven refugiadas en Asturias.

Dos años después de su huida, Adele pone voz y rostro al horror que viven las niñas y mujeres bajo el dominio talibán porque, como ella misma explica, “soy de un país donde las mujeres no tienen ningún derecho humano menos respirar”. “No tienen derecho a trabajar, a estudiar, a salir de casa, a nada. Ahora sólo tienen el derecho a respirar”, afirma.

Intenta aguantar sin llorar mientras relata lo feliz que era antes de la llegada de los talibanes, cuando vivía tranquila junto a su familia. Iba tapada, pero sólo se ponía un velo ligero en el pelo. Esta joven, natural de Ghor, estudiaba tercero de Periodismo en la Universidad de Herat y salía libremente a disfrutar con sus amigos en su tiempo de ocio. Una situación que cambió radicalmente con la llegada de los talibanes cuando se les prohibió a las mujeres estudiar, trabajar y fueron obligadas a permanecer recluidas en sus casas.

En la escuela las niñas estudiábamos en el suelo porque no teníamos mesas, ni sillas, ni libretas, ni lápices. No teníamos nada, pero queremos volver a hacerlo incluso en esas condiciones

Recuerda que la discriminación que sufrían las niñas y mujeres por su género no les impedía estudiar, por sus ansias de aprender, pese a las limitaciones que les imponían los talibanes.

“Me pongo malísima al ver que aquí [en referencia a Occidente] veo a la gente y a las jóvenes que se están quejando de todas estas cosas que tienen, cuando nosotras queremos estudiar y no nos dejan. Tampoco nos dejan trabajar. Tenemos todas las obligaciones que los talibanes quieren. Ellos piensan que las mujeres no tienen ningún derecho, menos tener niños y estar en casa siempre. No les importan nada las mujeres y las ignoran”, ratifica.

Aunque tampoco antes tenían una libertad plena, opina que al menos podían estudiar y trabajar, pero no libremente: “Las mujeres tenían que vestirse con una ropa negra y larga, pero ahora nada. La situación es más dura y terrible que mis palabras. No os lo podéis imaginar”, describe.

Adele explica que en la escuela las niñas estudiaban sin medios, pero podían formarse. Dice que ella se conformaría con que al menos no les prohibieran acudir a los centros educativos, como ocurre actualmente. “Estudiábamos en el suelo porque no teníamos mesas, ni sillas, ni libretas, ni lápices. No teníamos nada, pero queremos estudiar incluso así. Aceptamos esta situación, pero tampoco nos dejan”, reconoce.

Además, en Afganistán no había escuelas cerca de su casa, como ocurre en España. Compara las dos realidades: “En España hay uno o dos colegios en cada barrio. En Afganistán tienes que ir dos horas caminando hasta llegar al colegio, pero ahora lo prohíben a las mujeres y piensan que como eres musulmana te tienes que casar cuando tienes nueve o diez años, cuando tú eres una niña. Y en vez de jugar en el parque, con tus amigas, no te dejan”.

Los matrimonios forzados también están a la orden del día y Adele cuenta cómo los talibanes obligan a las niñas mayores de 12 años a casarse y tener hijos sin haber abandonado aún la adolescencia.

“Una vez vi a una niña de 14 años que estaba embarazada y era ya su segundo bebé. Estaba casada con un hombre de 45 años”, comenta mientras las primeras lágrimas le impiden momentáneamente continuar.

Bajo el dominio talibán las mujeres han perdido todos los derechos adquiridos y, desde agosto de 2021, el temor se instauró entre la población. A partir de ese momento, las mujeres que se atrevían a salir a la calle corrían el riesgo de ser secuestradas, agredidas sexualmente o asesinadas. Adele asegura que ella también se veía obligada a adoptar sus precauciones.

Yo llevaba siempre un cuchillo y un espray de pimienta para que los talibanes no me cogieran y me llevaran. A los talibanes no les importa si la mujer ya está casada o no. Para ellos, una mujer no es para un hombre sino para varios

Cuando los talibanes ocuparon el poder, las mujeres de la etnia hazara se sintieron amenazadas, especialmente ella y su familia porque además su padre había sido militar y dos de los hermanos de Adele tenían vinculación con el Ejército. Un hermano era militar y otro había trabajado para los militares españoles y americanos.

Seis meses antes de su huida del país murió su padre y la situación empeoró aún más ya que su madre se encontró sola con seis hijos a los que no podía garantizar su seguridad.

Horas de angustia hasta abandonar el país en una huida traumática

El hermano que trabajaba con los militares españoles destinados en Afganistán les ayudó a abandonar el país a ella y a su madre. La huida fue también traumática para toda la familia.

“La jefa de mi hermano nos mandó un correo que decía que nos podía ayudar a salir de Afganistán. Teníamos varias razones para no vivir ahí porque nuestra vida corría peligro. Mi padre y mi hermano eran militares y otro hermano trabajó con los militares españoles y americanos; unas buenas razones para los talibanes para matarnos”, indica.

A esas razones se sumaba el hecho de que Adele pertenece a la etnia Hazara, donde la mayor diferencia con otras etnias es que en la suya ofrecen los mismos derechos a los hombres que a las mujeres y dejan que éstas accedan a la educación; una mentalidad que convirtió a este grupo étnico –que representa casi un tercio de la población afgana– en el más perseguido.

“Salí de Afganistán con mucho dolor. No me imaginaba que iba a salir hasta el momento en que vi que había llegado a Madrid”, afirma.

Ella y su madre se quedaron a vivir en Asturias y uno de sus hermanos reside actualmente en la capital de España. En Afganistán quedaron otros familiares que no pueden salir de casa.

“Mis hermanos estuvieron siete meses en Afganistán escondidos, unos días en unas casas y otros días en otras. El año pasado lo pasé muy mal por el peligro que veía de que fuera posible que cogieran a mis hermanos, se los llevaran y los mataran. Cogieron a uno de mis hermanos pero menos mal que no lo mataron, pero sí lo pegaron”, relata.

Añade que ahora sus familiares están refugiados en Irán, donde la situación tampoco es mucho mejor, especialmente para las personas refugiadas.

Adele estudiaba tercer curso de Periodismo en Afganistán y llegó a trabajar como periodista “hasta los últimos días” en que llegaron los talibanes al país. También para ella era una situación muy arriesgada porque veía cómo cada día mataban a periodistas, pero no lo podía dejar porque era su sustento de vida.

“Yo llevaba siempre un cuchillo y un espray de pimienta para que los talibanes no me cogieran, no me llevaran, ni me mataran. Para mí era terrible. A los talibanes no les importa si la mujer tiene o no marido, se la llevan y no es una mujer para un hombre, sino para varios. Esto también pasa ahora. Es terrible”.

Como periodista también tenía que medir mucho el contenido de sus informaciones, porque funcionaba la censura y le decían “qué podía poner y qué no. Pero por lo menos podíamos trabajar. Ahora sólo trabajan las chicas en la televisión y tienen que llevar siempre mascarillas, no pueden estar en el mismo espacio a la vez que los hombres, ellas graban por separado los vídeos”, resalta.

La imposibilidad de las mujeres para acceder a un empleo está abocando a mucha población a la muerte porque, según relata Adele, muchas familias sobrevivían con el dinero que les proporcionaban las mujeres que trabajaban.

“Muchos hombres murieron estos últimos años y ahora muchas familias mueren de hambre porque vivían del salario de las mujeres que trabajaban y que ahora no pueden”.

Adele cree que las posibilidades de que el régimen talibán cambie son nulas y se muestra crítica por la falta de apoyo de la comunidad internacional: “Ahora creo que las posibilidades de que esto cambie son cero, porque nadie hace nada”, lamenta.

Adele estudia en Asturias un módulo sociosanitario porque aspira a ser enfermera y poder algún día ayudar a las mujeres de su país si es que por fin puede regresar. La situación de su madre es diferente porque, según comenta, a ella le cuesta más empezar de cero en España.

“Sus hermanos y toda su familia siguen en Afganistán. Apenas habla y sólo llora”, dice con emoción contenida.

Adele pone voz y cara a las “mujeres afganas que luchan por su futuro bajo el dominio talibán” como Amnistía Internacional ha subtitulado la exposición 'Ellas son la revolución', inaugurada el pasado 13 de julio, y que permanecerá abierta hasta el próximo 31 de agosto en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.

La bióloga Eva García Vázquez es profesora de Genética en el Departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo. Es miembro y activista de Amnistía Internacional desde 1981 y apoya la causa de las mujeres afganas. Con la exposición afirma que pretenden dar voz y poner cara a las mujeres afganas que sufren una discriminación en razón de su género que, según opina, “se podría considerar ya un crimen de lesa humanidad” y cree que, como tal, podría ser investigado por la Corte Penal Internacional.

“Desde la toma de poder por los talibanes, hace sólo dos años, progresivamente se ha privado a las mujeres de sus derechos. Están inhabilitadas para circular libremente, se les prohíbe trabajar, se les impide acceder a la educación, están borradas de la vida pública. Son encarceladas, torturadas y sometidas a desaparición forzada si no siguen estrictamente estas nuevas normas que rigen en su poder”, destaca la profesora universitaria.

Por su parte, el rector Ignacio Villaverde, destaca el papel que pueden jugar en este terreno las universidades que, bajo su criterio, no pueden permanecer calladas ante el horror talibán. En este sentido, recuerda el comunicado que la conferencia de rectores hizo público en diciembre de 2022 donde condenaba rotundamente la prohibición del acceso de las mujeres a la universidad y de las niñas mayores de 12 años al instituto decretada en Afganistán.

“Como universidad con vocación internacional y de defensa de los derechos humanos, nuestra universidad no puede permanecer callada. La colaboración con Amnistía Internacional –añadió– es nuestra forma de tejer redes de apoyo en favor de la mujer afgana”.

La exposición 'Ellas son la revolución' es fruto de la colaboración entre la institución académica y Amnistía Internacional y recoge el testimonio de 16 mujeres afganas que luchan por su futuro bajo el dominio talibán.

A través de paneles se muestran los testimonios de esta lucha, donde hay comentarios de mujeres periodistas, profesoras, exparlamentarias, deportistas y activistas y se complementa con un mural elaborado por alumnado de quinto y sexto curso de Primaria de la ESO del colegio público Hermanos Arregui de Pola de Siero, en el que los niños del centro han escrito mensajes solicitando a los talibanes que permitan a las jóvenes afganas volver al colegio y han dibujado tulipanes, la flor nacional de Afganistán, como símbolo de ánimo y apoyo para las niñas afganas.

Los 16 testimonios de las mujeres afganas

Entre los testimonios recogidos figura el de la periodista Elaha Sahel que asegura: “Todo cambió cuando los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021, nuestras familias fueron quienes primero nos impusieron restricciones por temor a las represalias talibanes”.

Así vio la situación la exparlamentaria y exembajadora afgana en Noruega Shukria Barakzai: “Los primeros días todo el mundo estaba conmocionado, pero luego vi a unas mujeres valientes que resistían y participaban en manifestaciones y alzaban sus voces. Es la nueva generación. Ellas son la revolución”.

Muy contundente era el mensaje de Fawzia Amini, jueza decana del Tribunal Supremo de Afganistán: “Pretenden borrar a las mujeres de la sociedad y encarcelarnos a todas en nuestro propio domicilio”.

La ginecóloga Masouda Faizi lanza un mensaje muy desalentador: “Si fuera joven, no podría hacer nada porque las mujeres y niñas no tienen ninguna oportunidad”.

Muy pesimista también es el testimonio de la activista Shamail Zarei: “Llevo escondida desde que los talibanes tomaron el poder y ya no puedo hacer lo que hacía antes. Millones de mujeres y niñas teníamos un futuro que ya no existe”.

“Los presos tienen derechos a diferencia de las mujeres”

Las activistas Sediqa Mushtaq, Zahra Yagana también han expuesto un panorama desolador para las mujeres afganas. La primera sostiene que están obligando a las familias a aceptar que sus hijas contraigan matrimonio con talibanes y dice que ella conoce a familias que están casando a sus hijas con sus propios familiares por miedo. La segunda cree que ha perdido todos los derechos y oportunidades por los que tanto se ha esforzado estos años.

“Todo está destruido y desde fuera del país no puedo hacer nada para ayudar a quienes siguen en Afganistán”, admite Zahra Yagana.

Otros testimonios siguen la misma línea de pesimismo. Es el caso de la abogada Azam Ahmadi, que dice: “Me siento como en una cárcel. Incluso los presos tienen derechos, a diferencia de las mujeres bajo el dominio talibán”.

La científica Nahid Rahimi, miembro del equipo afgano de robótica también expresa su sentimiento de rechazo hacia el régimen talibán por la pérdida de derechos de las mujeres.

“Las mujeres son el tronco de la sociedad. Si ellas no estudian, ¿Cómo se puede tener una sociedad estable?”, se pregunta Nahid Rahimi.

La artista Nagena Azimi lo resume de esta manera: “La mentalidad de los talibanes se basa en la guerra, en la violencia y en matar. No han cambiado, tienen las mismas opiniones que hace 20 años”.

Las mujeres afganas luchan por recuperar su libertad de pensamiento y de movimientos, para no quedarse ancladas en un pasado sin retorno. Quieren un futuro con derechos y la educación es uno de los principios básicos. Los testimonios de estas 16 mujeres valientes y, especialmente, el de Adele Odim es el primer paso para conseguir que un día puedan volver a Afganistán, sin que ser mujer sea jugarse la vida. Ellas son la revolución.

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